Opinión

Bala de plata

La carta de presentación del expresidente Carles Puigdemont sigue siendo la misma: «Autodeterminación y amnistía»

El expresidente de Cataluña Carles Puigdemont
El expresidente de Cataluña Carles Puigdemont Riccardo PeriggianiAP

«Hay principio de acuerdo para que haya acuerdo». Así definía la situación un alto dirigente socialista a su interlocutor. Y un añadido: «Si hay acuerdo será por dos años». Por cierto, justo hasta las elecciones catalanas de 2025. Con Carles Puigdemont no hay acuerdo, no se ha negociado nada. Sólo hay voluntad de intentarlo. Y eso es mucho. La carta de presentación del expresidente catalán sigue siendo la misma: «Autodeterminación y amnistía». Sabe de sobra que eso no va a ningún lado pero en estos días estamos en la toma de posición. PNV y Bildu, junto a ERC, tampoco han cerrado nada pero las tres formaciones saben que con Feijóo, dependiendo de Vox, el camino es corto.

Lo que piensa Carles Puigdemont, hoy por hoy, es una incógnita pero no está en su mejor momento. La justicia europea le dio un fuerte varapalo que ha restringido sus movimientos a Bélgica y el juez Llarena espera su momento para pedir su detención cuando la justicia europea retire de forma definitiva el aforamiento de Puigdemont. No tiene prisa el juez. Puigdemont sí. Su abogado Gonzalo Boye tiene un pequeño problema con la Audiencia Nacional porque lo sentará en el banquillo junto a Sito Miñanco por blanqueo de capitales. Los resultados de su formación son los peores de la historia. Junts per Catalunya ha sido votada por 392.634 electores perdiendo 140.000 con respecto a 2019. Además en el recuento del voto extranjero de hoy, Junts puede perder un escaño por la provincia de Girona en beneficio del Partido Popular.

Las elecciones municipales dejaron a los «junteros» frente a su espejo. Los candidatos más pragmático ganaron, incluyendo a Xavier Trías. Sin embargo, la gestión de estos resultados ha sido llevada por el sector más radical que los ha dejado fuera del gobierno de las diputaciones de Barcelona, Lleida y Tarragona, todas pactadas entre el PSC y ERC. Si a esto se suma la salida del Govern el poder institucional de Junts se reduce a la Diputación de Girona y algunas ciudades medianas.

A pesar de este sombrío escenario, Puigdemont ha recuperado resuello con los resultados de las generales. Es necesario para que Pedro Sánchez tenga los votos de investidura. Y Puigdemont sabe que las condiciones de Pere Aragonés son las únicas posibles: traspaso de Cercanías, Pacto Fiscal y mantenimiento de la Mesa de Diálogo. La primera es factible, la segunda solo dentro del marco de un Pacto de Financiación Autonómico y el tercero es mantener una Mesa a la que tendrán que quitarle telarañas. Pero es en esta Mesa donde se centra la presión de los centenares de encausados por los sucesos del 1-0 que pueden acabar en prisión o haciendo frente a multas.

Puigdemont tiene una bala de plata. Puede utilizarla para recuperar protagonismo en Madrid o puede utilizarla para suicidarse públicamente. Puigdemont es consciente de la situación y se ha avenido a hablar porque sin acuerdo la primera consecuencia es una repetición electoral. Junts no está sobrada de fondos y encuestas manejadas por el propio partido lo sitúan en una pérdida de tres diputados.

Feijóo también tiene prisa y está intentando forzar la situación. La última ocurrencia es alertar de la ruptura de España si se pacta con Puigdemont y, por ende, con los independentistas catalanes y los bilduetarras. Del PNV no dicen nada a pesar de que la herida del portazo del Euskadi Buru Batzar todavía escuece. Pedro Sánchez no tiene esa prisa. La gestión de los tiempos es importante en estas situaciones por lo que el presidente se tomará su tiempo. El 17 de agosto se constituirá el Parlamento y el viento va a su favor. El acuerdo sobre la Mesa del Congreso indicará el «estado de salud de la cosa». Es todavía inexistente pero los partidos catalanes, vascos, PSOE y Sumar acercarán posturas para controlar la dirección del Congreso, con el permiso de Podemos, el pepito grillo de la izquierda que quiere hacer oír su voz reducida a cinco diputados. Puigdemont en Waterloo mira su bala de plata.