España
No es país para viejos: Europa después del brexit
La Norteamérica de Trump ya ha hecho su trabajo llevándose al UK, y declarando abiertamente que esa era su intención y ofreciéndole acuerdos preferenciales.
Me gustaría ser tan optimista como algunos amigos, supuestamente bien informados, sobre el futuro de la Unión Europea. Mantienen, pese al Brexit, que los 27 van a reforzar sus lazos económicos, sociales, comerciales y de todo tipo para llevar a buen puerto la idea de “los estados unidos de Europa”. Opinan que, precisamente, tras la experiencia del Brexit, los dirigentes europeos son más conscientes de la necesidad de afianzar la unión.
Personalmente no soy nada optimista sobre el futuro de la UE y voy a tratar de razonarlo. En primer lugar, hay que tener muy presente que para los intereses económicos de las tres superpotencias, a saber, USA, Rusia y China, una gran potencia europea con quinientos millones de habitantes compitiendo de igual a igual no es nada deseable.
La Norteamérica de Trump ya ha hecho su trabajo llevándose al UK, y declarando abiertamente, en su última visita, que esa era su intención y ofreciéndole acuerdos preferenciales.
Pero eso no queda así. Escocia e Irlanda del Norte se pronunciaron claramente, con un 62 y un 56 por ciento respectivamente, a favor de la permanencia, mucho más que el escaso 51,9 por ciento del conjunto del Reino Unido a favor de la ruptura.
El líder del Sinn Fein y viceprimer ministro de Irlanda del Norte, Martin McGuinness, ha pedido la celebración de un referéndum para que sus habitantes decidan si quieren salir del Reino Unido y unirse a Irlanda, ya que esto les permitiría seguir siendo miembros de la UE. Por su parte la líder del gobierno escocés, Nicola Sturgeon ha pedido también la celebración de un referéndum para permanecer en la Unión Europea. Es pronto para vaticinar el futuro de estas dos propuestas de referéndums, pero dado el apoyo popular, y ya se sabe que los políticos hacen aquello que les da votos, no creo que esos dos líderes se puedan permitir el lujo de ignorar a sus votantes.
Los partidos euroescépticos, más de derechas que de izquierdas, siguen ganando posiciones en países como Austria, Hungría, Polonia, Finlandia, Francia o Italia, de momento. Se oponen a las políticas de la socialdemocracia europea, fuertemente condicionadas por los movimientos de la izquierda radical, que imponen la ideología de género, son abiertamente favorables a una inmigración abierta, leyes LGTBI, lo que ha venido en llamarse el “feminazismo” y en general una educación desprovista de los valores que han configurado por siglos a los ciudadanos europeos.
Por otra parte, el conflicto territorial no es exclusivo de España y no solo es Cataluña la región europea en la que el sentimiento identitario ha crecido en los últimos años (en Cataluña de un 15 a un 48 por ciento).
Copio de una reciente publicación europea: “El nacionalismo y secesionismo están más que nunca sobre la mesa. Lo están en España de manera muy visible en el caso de Cataluña. Pero es sólo una muestra. Un botón de un fenómeno muy extendido en un continente que, como Europa, alberga a numerosos movimientos nacionalistas e independentistas. Unos tienen más fuerza que otros. Unos han llevado al primer plano su “problema”, otros están dormidos. Pero todos ellos son, sin duda, una amenaza al actual sistema europeo tal y como lo conocemos”.
No hay unas Fuerzas Armadas europeas autónomas, sino dependientes de la OTAN, no funcionan las euroórdenes (ni en la época del IRA y ETA), los tribunales de justicia se ejercitan en las descalificaciones mutuas, ni siquiera hay una política exterior única y consensuada. Cada país tiene sus intereses que le son propios y a los que no renuncia en favor de políticas comunes.
La financiación de gobiernos, ONG´s y otros organismos al servicio del boicot a la Europa unida harán el resto. Por todo ello no puedo ser optimista. Ojalá me equivoque.
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