El Gobierno de Pedro Sánchez
Sánchez: “Estrategia de la araña” sobre Casado
Los barones socialistas no afines al «sanchismo» advierten a sus homólogos populares de que Moncloa busca que no haya acuerdo para «retratar» a Génova
Pablo Casado está desconcertando a su partido con su política de pactos con el Gobierno. No están claras las razones sobre cuándo decide que «sí», cuándo que «no», y cuándo bloquea acuerdos que están hechos, y que el partido da por hechos, como el que negociaron el ministro de Sanidad, Salvador Illa, y la ex ministra Ana Pastor sobre la política en materia sanitaria para hacer frente a la pandemia, dentro de las conclusiones de la comisión de reconstrucción. El voto afirmativo mudó en el último momento a la abstención, para desarreglo de las previsiones de los populares. Hay mucha literatura sobre las influencias del «aznarismo» en el presidente del PP, y puede que reciba llamadas de última hora del ex presidente José María Aznar o «consejos» de colaboradores cercanos, pero en el PP tienen claro que las decisiones son suyas. Casado es el que manda y el que dirige una política de pactos con el Gobierno que dentro de su partido cuesta a veces descifrar, y que en el PSOE la explican en «la estrategia de la araña» de Sánchez.
Estos últimos días se han cruzado conversaciones entre los «barones» díscolos del «sanchismo» y algún dirigente territorial del PP, y en este ambiente informal, desde el lado socialista, con poder autonómico, y menos sumisos a La Moncloa, han advertido a sus homólogos populares que «¡ojo!», que tuvieran cuidado porque se estaban dejando engañar por esa estrategia de la araña. Pueden no estar en el círculo de la intimidad de Sánchez, pero conocen perfectamente al líder socialista, y comparten la opinión, porque no sólo es una voz la que suscribe la tesis, de que está logrando llevar al PP a donde quiere, porque a su estrategia beneficia más el «no» del PP que el apoyo a las políticas de reconstrucción.
La comisión de reconstrucción cerró el viernes bajo la presidencia externa de la poderosa foto en Moncloa del acuerdo por el empleo del Gobierno con empresarios y sindicatos. Un acuerdo de mínimos que parte de profundas discrepancias como la subida de impuestos, pero, aun así, posaron para dar imagen de confianza dentro y fuera de España. El poder económico puede compartir las políticas programáticas del PP, pero tiene vida propia en la negociación, hasta el punto de que la decisiva interlocución con los populares de anteriores ocasiones no tiene hoy trascendencia en el diálogo social. Y Sánchez está aprendiendo a manejar el poder que le da el diálogo social mientras el «caso Dina» cortocircuita a su vicepresidente, Pablo Iglesias, y el PP se pierde en el laberinto de pactos.
La decisión de Ciudadanos de intentar asumir el puesto de ERC en la gobernabilidad es firme y con vocación de bautizarse en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado de 2021. Sánchez juega con varias barajas y es imposible anticipar por dónde va a salir en función de la coyuntura y de sus intereses, pero la formación naranja ha decidido asumir que tiene que arriesgarse con el «trilerismo» presidencial para sacar la cabeza y no resignarse al papel de «muleta» del PP. Fue el PP quien dio aire a Cs en la crisis sanitaria de la Covid-19 cuando rompió con su política de apoyo a los estados de alarma, le cedió voz propia y argumentos para desplegar su estrategia de codazos a ERC. En el análisis interno de los populares asumen este error, como también admiten la falta de coherencia en los «síes» y «noes» que dan al Gobierno. Después del «no» al estado de alarma, Casado reaccionó al cambio de tablero político provocado por el «pactismo» de Inés Arrimadas con el apoyo al Ingreso Mínimo Vital y al decreto de normalidad. En los dos casos, sin que Sánchez le hubiera dado ese limitado espacio que sí regala a Cs para que pueda decir a su parroquia que su apoyo ha sido a cambio de cesiones en la política del Gobierno.
El margen para el PP es muy pequeño porque la pandemia y la excepcionalidad de la situación lo achica por paradójico que pueda resultar si se contrapone con la negligente gestión del Gobierno de cuestiones claves en la crisis sanitaria, tanto desde el punto de vista de la prevención como del abastecimiento. Pero así es, y sus líderes autonómicos se están beneficiando de las mismas inercias que benefician a Sánchez en Moncloa o del contenido del diálogo social, del que no puede desmarcarse el PSOE cuando está en la oposición, por ejemplo, en Castilla y León o Andalucía, ni tampoco podrá hacerlo el PP a nivel nacional. Sánchez lo sabe y el camino lo ha llenado de trampas, como señalan desde el PSOE. En la estrategia de Moncloa, Cs es la pieza útil para taponar las vías de agua en la mayoría de investidura, pero que esté solo Cs, y no el PP, les facilita intentar disfrazar la realidad, que esa mayoría ya no existe porque no pueden contar con ERC, y habrá que ver cómo avanza la cohabitación con Podemos y los efectos de la investigación judicial a Iglesias.
De los discursos de todos hay que limpiar el argumentario y lo que queda, si se atiende a lo que se cuece dentro de los partidos, es que Sánchez no quiere que Casado esté en los acuerdos, y que en el PP se preguntan si no se están equivocando, cuando queda mucha Legislatura, al hacer tan difíciles sus «síes» que acaben siempre más cerca de Vox que del centro político, por el que Cs cree que aún puede pelear. «Nos está pasando como cuando Rajoy llegó y se dejó llevar por satélites de influencia externa que venden titulares, pero no hacen política para ganar». Reflexión que sale del Comité Ejecutivo del PP.
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