toque de queda

«Barato» toque de queda

Varias personas caminan por el centro de Barcelona en el primer amanecer después del toque de queda en la ciudad
Varias personas caminan por el centro de Barcelona en el primer amanecer después del toque de queda en la ciudadDavid ZorrakinoEuropa Press

Plantear un toque de queda hasta mayo como si fuera lo más normal del mundo, es algo tan extraordinario, que exige una explicación más convincente de la proporcionada por el Gobierno. La experiencia de primavera confirmó el respeto generalizado de la ciudadanía a las medidas dictadas, correspondido por parte del Gobierno con una grave falta de eficacia y transparencia en la información facilitada, y llegando al extremo de no reconocer a decenas de miles de fallecidos –la gran mayoría mayores– por presuntamente no haberles diagnosticado previamente la infección, y sin permitir, además, realizarles la autopista para confirmar el motivo de su muerte. A ese coste que nos situó en la cabeza mundial en tasa de letalidad y de mortalidad, se añadió el daño económico y social especialmente en pequeños y medianos empresarios, célula básica del tejido productivo. A ello hay que sumar el intangible de la pérdida de derechos fundamentales durante 14 semanas de confinamiento, convertido en arresto domiciliario en la práctica. Denominarlo así es preciso para poner en valor el precio que se está pagando, y poder exigir eficacia y transparencia. Es un preocupante «signo de estos tiempos» que se haya inoculado un miedo social, tan difuso como generalizado, que abarata mucho el precio político a pagar por confinar hasta mayo a la población y la economía del país mediante un toque de queda, que tiene una inevitable connotación militar porque es una medida propia del estado de sitio o de guerra. El último se decretó en Valencia durante unas horas el 23-F.