Caso Asunta
Llaman a declarar a una presa yihadista por el suicidio de Rosario Porto
La madre de Asunta Basterra pasó sus últimos días en prisión haciendo crucigramas, leyendo y escribiendo notas
Rosario Porto ingresó en la prisión de Brieva (Ávila) antes de que el Gobierno declarara el estado de alarma por la pandemia. Según fuentes de esta cárcel de mujeres, no tardaron mucho en retirarle el protocolo de prevención del suicidio (PPS) y ya llevaba mucho tiempo haciendo una vida “totalmente normal”. Los problemas de adaptación a la complicada vida carcelaria que había mostrado en las prisiones gallegas por las que había ido pasando en Teixeiro (A Coruña) y A Lama (Pontevedra) parecía que comenzaban a remitir en la confictiva prisión de Brieva donde, según fuentes penitenciarias, “va lo que no quiere nadie” ya que es una suerte de “destino castigo” porque hay reclusas potencialmente peligrosas e inadaptadas que pueden hacerlo pasar muy mal a las compañeras. Pero Porto parecía crecerse ante la adversidad y supo encontrar su sitio en Ávila. Apena se relacionaba con tres o cuatro internas de su módulo rojo, donde están las penadas que ya están en segundo grado, como ella. No tenía problemas con nadie, se hacía respetar pero no era conflictiva.
Solo un par de amigos por teléfono
Tampoco esta vez tuvo mayores problemas con los funcionarios de la prisión, como sí le ocurrió en las cárceles gallegas. Allí destacan su altanería, lo complicado que le resultó entender que no podía, por ejemplo, llevarse el bolso a las sesiones del juicio que se celebró en la Audiencia de Santiago por el crimen de su hija adoptada. El cambio de aires de Ávila parecía haberle sentado bien aunque las últimas noticias del exterior, como el incendio el mes pasado de su chalé de Teo (donde, junto a su ex marido, asesinó a Asunta) y la denegación sistemática de los permisos penitenciarios que ya le correspondían al haber cumplido un tercio de la condena (llevaba 7 de los 18 a los que fue condenada), parecían haberla ido minando. Apenas comunicaba por teléfono con algún amigo. Se debió sentir cada vez más sola y con el peso de la culpa cada vez más encima, aunque nunca llegó a reconocer su autoría en el crimen de su hija.
Crucigramas y escritura
Porto colaboraba “lo justo” con las labores de limpieza, según las mismas fuentes. Apenas acudía a la biblioteca o a realizar otras actividades. Pasaba las horas muertas en la sala común leyendo, haciendo crucigramas y escribiendo notas. Esos escritos son de los pocos efectos personales que ha recogido ahora la Policía Nacional de Ávila para proceder a la investigación del suicidio con el único objetivo de descartar que existan indicios de criminalidad. Según ha confirmado desde la Jefatura de Policía de Ávila, ayer se trasladó al lugar un equipo de Policía Científica para tomar vestigios en el lugar y certificar que la de Rosario fue una muerte voluntaria. También los agentes estarían hablado con internas de las celdas aledañas a la de Porto, por saber si escucharon algo durante la noche.
Una amiga yihadista
Una de las internas que ha sido llamada a tomar declaración, según fuentes penitenciarias, es una mujer que está condenada por yihadismo y que estaba en el mismo módulo que la fallecida. Otras presas condenadas por terrorismo (hay dos etarras en este centro penitenciario) se encuentran en un módulo distinto al de la madre de Asunta, según las mismas fuentes.
Ayer Rosario Porto decidió quitarse la vida colgándose con un trozo de tela (al parecer, el cinturón de una bata) de los barrotes de la ventana de su celda. Tras el recuento matinal y ver que no bajaba al desayuno subieron a su celda y la encontraron así. La escena era terrible: la sangre que le había salido por la nariz le llegaba hasta la cintura. Los funcionarios procedieron a llamar al 112 y los facultativos médicos le practicaron maniobras de RCP pero solo pudieron certificar el fallecimiento. El cuerpo fue trasladado al Anatómico Forense para practicarle una autopsia que determinará las circunstancias de la muerte.
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