Gobierno de España

Sánchez, caballo de Troya

Es ya la herramienta favorita de todo aquel que aspire a dinamitar el orden constitucional desde una posición privilegiada

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto institucional por el Día de la Constitución en el Congreso de los Diputados
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el acto institucional por el Día de la Constitución en el Congreso de los DiputadosEUROPA PRESS/J. Hellín. POOLEuropa Press

La caída de Troya no se produjo por la debilidad de los muros que la protegían, sino por decisiones equivocadas de sus gobernantes, que sin saberlo le abrieron las puertas al enemigo para posteriormente ver la ciudad arder desde dentro. Los troyanos rompieron sus propias murallas para dar cabida al regalo envenenado de los aqueos. Algo similar hizo el PSOE, que se abrió en canal para permitir que un secretario general desahuciado volviera a sentarse en un trono rojo que pintó de morado para, desde allí, encaminarse a La Moncloa.

Pedro Sánchez inició su andadura jurando la Constitución y prometiendo protegerla de sus enemigos. “Con Podemos, nunca”, dijo. “No a los pactos con los independentistas”, anunció. “Con Bildu, a ningún sitio”, insistió. Mintió, mintió y mintió. Y lo hizo traicionando el espíritu constitucional, un legado fundamentado en el respeto a las instituciones de nuestro país y al Estado de derecho que entre diferentes afianzamos en 1978.

El Gobierno de España, con su presidente a la cabeza, lleva meses hilvanando un relato de forma medida y alambicada. Cuenta ese relato que las concesiones a formaciones políticas nacionalistas e independentistas son la clave de bóveda de la nueva forma de hacer política, y que esas concesiones permitirán construir un proyecto político sólido y estable. En síntesis, cuenta que para que España prospere, el Gobierno debe ceder y conceder ante los que fundamenta su existencia política sobre la base de la destrucción de España tal y como la conocemos, tal y como la entendieron los padres fundadores de la Constitución del 78.

Cuando se cumplen 42 años de la redacción de la Carta Magna, una serie de preguntas retóricas sobrevuelan el Palacio de la Moncloa y hasta la sede del PSOE en Ferraz: ¿puede un Gobierno proteger el sistema constitucional mientras crea espacios de poder en su interior dedicados a los enemigos declarados de ese sistema?, ¿de verdad es posible reforzar la concordia entre españoles abriendo las puertas del Gobierno de España a quienes aspiran a dinamitar el propio sistema desde dentro? En otras palabras: ¿cómo se apaga el fuego que prometen formaciones radicales ofreciéndoles leña?

El Gobierno de Pedro Sánchez será recordado como la casa común del anticonstitucionalismo, como el Ejecutivo que trató sin éxito de vender agua a precio de vino. Sánchez lleva meses intentando disfrazar a sus ministros de Gregorio Peces-Barba, José Pérez-Llorca o Miguel Herrero. Pero aunque la mona se vista de seda, no hay seda suficiente para tapar las vergüenzas de una hoja de ruta indigna que prioriza a enemigos confesos del orden constitucional antes que la mano tendida del constitucionalismo.

¿Alguien cree que alguno de los padres de la Constitución premiaría las intenciones rupturistas del independentismo catalán? ¿De verdad es posible defender el orden constitucional aupando a la mesa de los pactos de Estado a una formación que, como Bildu, justifica el asesinato de inocentes y asegura que su intención es “acabar con el régimen” democrático español, anexionar Navarra al País Vasco y crear una república vasca independiente? ¿Cómo puede un Gobierno fomentar el respeto a nuestro Estado de derecho mientras su vicepresidente se marca como “tarea fundamental” acabar con la monarquía española?

El caballo de Troya español tiene nombre y apellidos: se llama Pedro Sánchez y es ya la herramienta favorita de todo aquel que aspire a dinamitar el orden constitucional desde una posición privilegiada.