En el quinto aniversario del 15-M, la Puerta del Sol de Madrid volvió a llenarse de reivindicaciones por la "regeneración democrática"

Las cenizas del 15-M que Iglesias enterró

El líder de Podemos se marcha cuando se cumple una década de la protesta ciudadana que capitalizó desde la formación morada

A Fabio Gándara le tocó el trago de llamar a la Delegación del Gobierno para pedir la autorización. En realidad, no tenían muy claro cuánta gente acudiría a la manifestación porque las adhesiones llegaban a través de las redes sociales y todo estaba muy en el aire. Gándara, que hoy tiene 36 años y una empresa de Comunicación, recuerda que en Interior sorprendió, sobre todo, que no hubiera ningún grupo detrás, que la cita estuviera convocada «por la gente de a pie». Esa fue la enorme fortaleza del fenómeno ocurrido el 15 de mayo de 2011. Hoy, diez años después, el movimiento está extinguido y acaba de abandonar Podemos el hombre que capitalizó su legado político. Y que terminó enterrándolo.

La mayoría de los que participaron en la génesis del 15-M coinciden en dos cosas. Primero, que Pablo Iglesias solo pasó por allí (como reportero de La Tuerka), y, segundo, que Podemos sí ha heredado y sacado adelante parte de las propuestas que se debatieron en la Puerta del Sol. Las formas, en cambio, las consideran nefastas. El hiperliderazgo impuesto por Iglesias se da de bruces con todo lo que defendía aquel movimiento ciudadano, transversal y firme defensor de una democracia más participativa.

Como explica Gándara, uno de los impulsores de la página de Facebook que sirvió de embrión para la plataforma Democracia Real Ya (DRY), «en Podemos se han perdido totalmente los círculos, tenía que haber sido una formación abierta, inclusiva, y ha degenerado en una estructura vertical y personalista». A principios de 2011, Gándara unió fuerzas con otro joven que también pedía a gritos desde su blog que España tuviera su «Mayo del 68». Pablo Gallego recuerda que fueron días «llenos de mucha ilusión, momentos únicos de mi vida que no se repetirán».

Pablo Iglesias en una de sus retransmisiones desde Sol para "La Tuerka"
Pablo Iglesias en una de sus retransmisiones desde Sol para "La Tuerka"fOTOLa Razón

La obsesión de Gallego, ahora experto en marketing digital, era que la concentración siguiera un cauce espontáneo, porque «no éramos un colectivo obsesionado con la ideología». Eso y que la manifestación fuera pacífica. Tal y como rememora en conversación telefónica con este periódico, «los primeros diez días de mayo vemos que la cosa se nos empieza a ir de las manos». Una ciudad detrás de otra se fueron sumando a una iniciativa que hasta el momento había sido exclusivamente digital. El eslogan de DRY, «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros», removió las entrañas de muchísimos ciudadanos que se encontraban huérfanos de una alternativa, de otra manera de hacer las cosas. Aunque habían pasado ya dos años del comienzo de la crisis económica, que llevó a una década de austeridad, los que se sentían de izquierdas aún no habían digerido «que fuera el PSOE el que inauguró la era de los recortes».

Según Gallego, cuando conoció a Iglesias allá por 2013 le cayó «muy bien». De hecho, estuvo colaborando con Podemos hasta Vistalegre I, cuando que se hizo evidente que el partido iba desechando lo que él defendía: que las decisiones fueran consensuadas, asamblearias, con las mayores dosis posibles de democracia directa. Todo lo contrario de lo que se estaba convirtiendo el partido, una organización en la que mandan los que están arriba y en la que «si no conoces a nadie, no tienes nada que hacer». Iglesias sacrificó el espíritu del 15-M para dar el sorpasso al PSOE, «al que veían débil», y lo cierto es que estuvieron a punto de conseguirlo. Aunque eso supusiera, como les advirtió Gallego, «que en 20 años iban a terminar siendo lo mismo que criticaban». Lo que nadie vio venir es que la decadencia llegaría mucho antes.

El que fuera portavoz de Democracia Real Ya antes y después de la acampada en Sol no desea una reedición de aquello. Carlos Paredes (Madrid, 1979) cree que «el clima actual de crispación es tal que seguramente un nuevo 15-M sería violento». No cree que Podemos haya sido un digno heredero porque «trató de recoger nuestro legado pero acabó convertido en un partido de hiperliderazgo». Sin embargo, considera que el trato a Iglesias «ha sido injusto, de acoso y derribo, eso lo aguantan muy pocos». Y lanza Paredes una pregunta que traza una frontera decisiva: «¿Cuántos de los que estuvimos en DRY somos ahora diputados, ministros, o estamos en las tertulias? Mi sueldo apenas llega a los 1.500 euros».

Pablo Gallego, uno de los fundadores del 15M
Pablo Gallego, uno de los fundadores del 15M©Gonzalo Pérez MataLa Razón

Félix Ovejero, profesor de Economía, Ética y Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, cree que de aquel 15-M «no queda nada, lo mejor de sus almas fue, precisamente, que se trató de algo espontáneo». Y eso que hubo «gente de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense que desembarcó por allí para monopolizarlo». Entre esa «gente», Pablo Iglesias, al que Ovejero critica porque habla como si fuera la voz de «pueblo». «Siempre emplea la misma retórica: ’'lo que la gente piensa, lo que la gente quiere...’'. ¿Pero quién es él para hablar en su nombre», reflexiona. El autor del ensayo «¿Idiotas o ciudadanos? El 15-M y la teoría de la democracia» no encuentra en España partido «más despótico, caciquil y dictatorial»: «Han deteriorado para siempre la dignidad de la izquierda, han malbaratado la posibilidad de un discurso razonable. Están más allá de Chávez, en la órbita de la extrema derecha de Orban en Hungría». Considera que el 15-M pecó de adanismo y de cierta ingenuidad, circunstancias que suelen aprovechar «los más astutos, los que se quedan sentados allí hasta el final».

Ovejero no estuvo en la Puerta del Sol, pero sí se acercó a Plaza Cataluña a medir la temperatura de lo que allí ocurría. Pronto comprobó que «el catalán ni se oía, es lo que ocurre cuando alguien respira de forma espontánea». Y como no se permitió bandera alguna, recuerda, Carod Rovira lanzó aquel exabrupto: «Los españoles tienen todo el derecho del mundo a indignarse. Pero si quieren hacerlo, como españoles lo mejor es que no se equivoquen en el mapa, que se meen, pinten, griten e insulten donde les corresponde, en su país».

El nacionalismo reaccionó de manera «histérica» ante un fenómeno que no controlaba y que era de todo menos provinciano. Y en ese sentido, según Ovejero, «Pablo Iglesias solo ha tratado desde el principio de destruir el Estado común defendiendo el derecho de autodeterminación, la posibilidad de convertir en extranjero a una parte de los españoles sin su permiso. Él no formó parte del 15-M pero lo ha invocado para arrogarse la representación de la gente». ¿Sería posible un nuevo 15-M? «No lo creo porque la peor de las situaciones no es preludio de una revolución, que ocurre solo cuando uno tiene una expectativa de cambio y hay cierta coordinación. La izquierda ahora está totalmente deteriorada», opina este profesor que acaba de publicar «Secesionismo y democracia».