El personaje
José Manuel Albares, el sutil diplomático
La máxima del nuevo ministros de Asuntos Exteriores es la discreción. Sabe que las buenas relaciones se van al traste por una salida de tono
En medio del tremendo horror de Afganistán, el polvorín migratorio de Ceuta y la crisis bilateral con Marruecos, se ha convertido en la estrella emergente del Gobierno. José Manuel Albares Bueno, ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación del Gobierno de España encarna en estos momentos tan convulsos el perfil que le gusta a Pedro Sánchez: discreto, pero eficaz. Muy alejado de otros compañeros de Gabinete que exhiben un protagonismo lacrimógeno y teatral con injustificados ataques al PP. Olvidan algunos de ellos que en su día fueron ardientes defensores del “No es no” contra Mariano Rajoy, cuando todo valía y despreciaban la política de Estado con tal de derribarle. No es el caso de este diplomático educado y sutil, que ha conseguido lo que parecía imposible, reconducir las complejas relaciones con Marruecos, calmar al propio Rey alauíta del país vecino y organizar un viaje de Sánchez a Rabat. En Moncloa aseguran que el titular de Exteriores es uno de los ministros más cercanos y de mayor confianza del presidente.
Su rostro saltó a la luz pública en aquella famosa foto a bordo del Falcon junto a un Pedro Sánchez en “plan Kennediano” con amplias gafas oscuras. Una imagen muy a la americana que empezó a dar a conocer a José Manuel Albares. Sin embargo este diplomático de carrera, nacido en el madrileño barrio de Usera, conocía ya a Pedro Sánchez por su militancia desde hace veinte años en el Partido Socialista de Madrid. Licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, diplomado en Ciencias Empresariales, estudió en Boston y Tánger, fue Cónsul en Bogotá y consejero de la Representación Permanente de España ante la OCDE. Asesor en relaciones internacionales de Pedro Sánchez durante su primera etapa como líder del PSOE, al llegar a La Moncloa tras la moción de censura contra Rajoy le nombró secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global, con rango de subsecretario. Albares abandonó entonces su puesto como consejero cultural en la embajada española en París.
De su etapa en la capital gala y su matrimonio con la jueza francesa Helen Davo, asesora de Emmanuel Macron, proceden sus buenas relaciones con las autoridades de Marruecos. En febrero de 2020, Sánchez le nombró Embajador en París y ante el Principado de Mónaco. El 10 de julio de 2021, tras la última remodelación del gobierno, sustituyó a Arancha González Laya como Ministro de Asuntos Exteriores de España. José Manuel Albares, padre de cuatro hijos y leal asesor de Pedro Sánchez, llegó al palacio de Santa Cruz, sede de la diplomacia española, a intentar arreglar los desaguisados de su antecesora, entre ellos la crisis con Marruecos tras la entrada en España del líder del Frente Polisario. En fuentes diplomáticas se asegura que Albares ha pivotado en primera línea las evacuaciones de Afganistán y reconducido la relación con el gobierno de Rabat tras la crisis de los menores en Ceuta y el conflicto del Polisario. Dicen que lo ha hecho al más puro estilo diplomático, con discreción, sutileza y sin alharacas.
Desde aquella foto del Falcon que se difundió en redes sociales donde se veía a Sánchez con gafas de sol y al diplomático sentado a su lado ojeando unos papeles, empezó a ser conocido. De pequeña estatura, pero según su entorno con una gran cabeza, es un hombre para quien la máxima en comunicación es la discreción, ya que por su trabajo como embajador sabe lo fácil es que una negociación o unas buenas relaciones se vayan al traste por una salida de tono. A veces chocó con el otro gran asesor de Sánchez, el ya defenestrado “gurú” Iván Redondo, incompatible con los detalles y sutilezas que requieren la diplomacia y las relaciones internacionales, materia en la que Albares es experto, y en la que ha tenido que reclamar más de una vez que no se metiera nadie. Uno de los últimos choques se produjo hace un mes en Bruselas con el fugaz encuentro de Sánchez con el presidente estadounidense Joe Biden.
La expectación generada en el entorno del socialista anunciando una reunión que acabó en una charla de unos segundos mientras ambos líderes se dirigían a una reunión de la OTAN, acabó con burlas de los medios de comunicación y las redes sociales, un gesto sin ninguna relevancia política ni diplomática. Sin embargo ahora, ante la terrible situación en Afganistán, el titular de Exteriores logró una llamada del presidente de Estados Unidos a Pedro Sánchez para organizar las evacuaciones a las bases de Rota y Morón. La buena sintonía de Albares con Sánchez también la compartía con su esposa durante veinticinco años, la jueza francesa Hélène Davo, asesora de Macron, madre de sus cuatro hijos y de quien se ha divorciado hace unos meses. Con ella y sus vástagos, de entre diez y veinte años, vivía Albares en París. Ambos se conocieron en la Universidad de Deusto después de que él, nacido y criado en el madrileño barrio de Usera, cursara parte de la enseñanza secundaria en Boston y en el Instituto Americano de Tánger gracias a unas becas.
El currículum de Davo los convirtió en una pareja clave en las relaciones entre España y Francia, pues durante cuatro años fue la magistrada de enlace entre ambos países en materia antiterrorista, puesto que abandonó en 2016. La despedida reveló el prestigio de la homenajeada: el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, el entonces ministro de Justicia con el PP, Rafael Catalá, el juez de la Audiencia Nacional y hoy ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, acudieron a despedirla a la residencia del embajador francés en Madrid, Yves Saint-Geours. Davo se marchaba para presidir la Sala Antiterrorista de su país, donde estuvo hasta el verano de 2019, cuando Macron la llamó para convertirla en su consejera. La avalaba un historial que en España le ha valido varios premios, entre ellos la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort, y las Medallas al Mérito Penitenciario y de la Guardia Civil. El último reconocimiento, la Orden de Isabel la Católica, lo recibió de manos precisamente del jefe de su marido, Pedro
Sánchez, por su labor en la lucha antiterrorista y el traslado de presos de ETA desde cárceles francesas a otras próximas al País Vasco. Hoy sus vidas van por separado y Albares ha vuelto a España, donde se ha convertido en el Ministro de Exteriores más joven de la historia de nuestro país. Asumió la cartera de Arancha Sánchez Laya en el ojo del huracán por el conflicto con Marruecos a cuenta de la llegada a escondidas a Zaragoza del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali para ser tratado de una enfermedad. Marruecos respondió alentando que miles de personas huyeran rumbo a la costa de Ceuta provocando una crisis diplomático y un problema humanitario al haber entre los migrantes miles de niños. En los medios marroquíes la llegada de Albares se ve con alivio. También en Ferraz respiran, Albares es un hombre de la casa, una apuesta que explica una remodelación de Gobierno que va dirigida a estrechar lazos con los suyos.
Ahora, a José Manuel Albares le toca bregar con la crisis humanitaria de Afganistán y será el ministro, junto con el de Presidencia, Félix Bolaños, en dar la cara ante el Congreso. También las relaciones con Marruecos, el acuerdo de Gibraltar con la UE, la cumbre de la OTAN prevista para el año próximo en Madrid, nombrar a los embajadores pendientes, entre ellos el de Londres y el hueco que él mismo ha dejado en París. Cuenta con la plena confianza del presidente del gobierno, en Moncloa ya no está el antaño todopoderoso Iván Redondo, y el asesor diplomático del presidente y el ministro de Exteriores son ya la misma persona
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