Opinión
La falsa alarma de Yolanda Díaz
La vicepresidenta quiere que se acuse de negligente a Pedro Sánchez
El Gobierno de coalición tiene la oposición dentro. Una parte de uno de sus socios está en construcción. Yolanda Díaz debe hacerse un hueco en la izquierda. Para esto son necesarias dos cosas: perfil y séquito propios. En este sentido ha de marcar diferencias programáticas y de actitud, de sensibilidad popular e izquierdista respecto al PSOE y Podemos. Esto explica sus declaraciones en una radio amiga. Ella sabía el peligro del virus en febrero de 2020, convocó a su equipo, elaboró una guía, la presentó en Consejo de Ministros el 4 de marzo, y la despreciaron.
El objetivo de la rajada de Díaz es doble. Por un lado, quiere que se acuse de negligente y autoritario a Pedro Sánchez por no tomar medidas a tiempo ni escuchar sus advertencias. Los asesores de la vicepresidenta han aprovechado una costumbre de Sánchez: esconderse cuando hay dificultades. Sabían que el presidente iba a esfumarse con la aparición de Ómicron, y las declaraciones de Díaz le condenan a prolongar su retiro. Querían quitárselo de en medio una temporada para ganar foco y lo han conseguido.
Por otro lado, la confesión de Díaz es el pistoletazo que faltaba a Irene Montero, criticada por las feministas y en su partido.En su proyecto sobran los podemitas. Las herederas del solar que dejó Pablo Iglesias no tienen empaque, no generan empatía, y son un estorbo. La soberbia de las actuales dirigentes de Podemos choca con el liderazgo carismático y dictatorial que pretende Díaz.
Tras sus declaraciones se podrá decir que la actual cúpula de Podemos es irresponsable y fanática porque dejó que se celebrara el 8-M. El mensaje es demoledor: por celebrar una manifestación puso en peligro a todos los españoles y murieron miles de personas. La puñalada de Díaz es definitiva. ¿A dónde puede ir hoy Irene Montero sin que la silben?
La política está encanallada. La presencia de los gurús es más visible que nunca. Todos tienen la misma característica: arrasan con lo que sea o con cualquiera para conseguir su objetivo. No hay más secreto que buscar el daño del adversario y las alianzas circunstanciales para aniquilarlo, al tiempo que se pastorea a la opinión pública. En esa tesitura, el escrúpulo es algo de débiles, la empatía es de perdedores, y la responsabilidad es un tema de metafísicos. No hay más lealtad que a la victoria. En ocasiones, las tácticas que emprenden pueden coincidir con los intereses de la mayoría; y de no ser así de forma natural, se maquillan en forma de noticia o entrevista.
Es lo que ha pasado con Díaz. Ha buscado a unos asesores que aconsejan declaraciones y acciones que se salen de las normas formales e informales. Eso es lo rompedor. La finalidad es que aparezca como «líder mundial» en tiempo récord. Quieren aprovechar la debilidad del resto de actores para convertir a su cliente en protagonista. El tiempo aprieta y por eso toman medidas drásticas, sucias y sorprendentes.
El «Frente Amplio» de Díaz cuenta con la simpatía del 20% de los electores del PSOE. Esto solo es una ola y esos momentos hay que aprovecharlos. Lo sabe todo gurú. El año 2022 será electoral en Castilla y León y Andalucía, autonomías donde la izquierda sufre por la división y la falta de liderazgo. La vicepresidenta necesita acelerar los trabajos para marcar perfil y definir a su séquito de cara a esos comicios.
El Gobierno, con esta perspectiva, tiene más problemas internos que con la oposición, las Cortes o el Poder Judicial. No vale escudarse en que son asuntos corrientes en las coaliciones. Hablamos de un Ejecutivo roto, con un líder incapaz de controlar a sus socios del Consejo de Ministros. Si no tiene autoridad para cesar o disciplinar a sus compañeros de Gabinete, no la tiene para nada.
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