El personaje

Alberto Garzón: un ignorante «Pepito Grillo» que resiste en Moncloa

Compañeros de gabinete creen que su formación «no da ni para ser bedel de un ministerio»

El ministro de Consumo, Alberto Garzón
El ministro de Consumo, Alberto GarzónPlatónIlustración

Desde que llegó al Gobierno no ha hecho otra cosa que despilfarrar dinero público y ser un auténtico intervencionista contra todos los sectores económicos que generan puestos de trabajo. Contra las casas de apuestas a quienes acusaba de ludópatas. Contra el sector alimentario, la bollería industrialy el sector cárnico, primera y cuarta industria del país, por considerarlos nocivos para la salud.

Y por si algo faltaba, en plena campaña navideña, contra los juguetes que acusa de sexistas, apelando a destruir las muñecas que, en su opinión, fomentan la desigualdad. Todo un cúmulo de disparates, pero a pesar de los conflictos y el presupuesto público invertido, las presiones de Unidas Podemos le han mantenido en el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Hace falta tener un gran cinismo para atacar con toda desvergüenza al sector cárnico español mientras en su boda, celebrada por todo lo alto en las Bodegas Riojana de Cenicero, Logroño, con trescientos invitados, ofreció un suculento banquete en el que no faltaron el jamón ibérico, solomillo de primera y un exquisito foie de pato. Su última ultima patochada contra los juguetes, denunciada por la Asociación de Fabricantes del sector (AEFJ), pinchó en hueso con un seguimiento minoritario.

Al comunista Alberto Garzón Espinosa, que incomprensiblemente sigue siendo ministro de Consumo del Gobierno de España, algunos compañeros le llaman el «Pepito Grillo» del Gabinete. Muchas de sus medidas, jaleadas por el grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso, son paralizadas en el Consejo de Ministros. Pero su manejo del dinero público y la propaganda mediática le mantienen en el candelero. Garzón es un demagogo ignorante que ha puesto en pie de guerra a miles de ganaderos, empresas del sector juguetero y alimentario, honrados trabajadores que representan una cifra de negocio de miles de millones en el sector industrial español, primero en importancia dentro la alimentación y bebidas. Pero a Garzón, que nunca ha trabajado en su vida porque siempre vivió de la política, poco parece importarle. Es la suya, como todos los de su estirpe radical de izquierdas, una doble vara de medir entre sus elitistas costumbres privadas y la verborrea del «pijoprogre» disfrazada de un falsario ecologismo para salvar el planeta, sin olvidar cotidianos ataques a la Monarquíaen favor de la República.

Ante el cúmulo de difamaciones, las patronales cárnicas le han sacado los colores con un aluvión de datos sobre el rol socioeconómico de primera magnitud del sector ganadero. Un rapapolvo bien documentado sobre las opiniones del ministro acerca de la contaminación y los gases de efecto invernadero que no se sostienen. La ignorancia de Garzón es supina y hasta el presidente Pedro Sánchez tuvo que defender las bondades de un buen chuletón, mientras el ministro de Agricultura y Alimentación, Luis Planas, se escondía bajo la almohada y tildaba las opiniones del comunista «fuera de lugar». Pero el titular de Consumo, erre que erre, reiteró sus acusaciones en medios de comunicación sin ningún rubor. No es la primera vez que hace el ridículo y pone en un brete al Gobierno: hace unos meses aseguró que el turismo y la hostelería son sectores «de bajo valor añadido, estacionales y precarios». Algunos compañeros de gabinete reconocen que la formación de Garzón, cuota podemita impuesta por Pablo Iglesias, «no da ni para ser bedel en un ministerio».

Alberto Carlos Garzón Espinosa nació en Logroño, hijo del malagueño Alberto Garzón Blanco, profesor de Geografía e Historia, y de la riojana Isabel Espinosa Casares, farmacéutica de Cenicero. Sus primeros años los pasó en Logroño, hasta que con tres años su familia se trasladó a la localidad sevillana de Marchena. Años después volvieron a Málaga, estudió Económicas en la Universidad y comenzó su militancia con dieciocho años en Izquierda Unida-Los Verdes de Andalucía. Garzón era un estudiante activista en movimientos de izquierda y participó en muchos de ellos como azote del «capitalismo, el pensamiento único y el vacío intelectual» en la enseñanza de la economía. Fervoroso defensor de la ortodoxia marxista, opina que el capitalismo «es incompatible con la democracia», porque en su opinión, en este sistema los votos se determinan «bajo el manto del dinero y los poderosos que mandan».

Para predicar con el ejemplo en el año 2017 celebró una boda por todo lo alto en las Bodegas Riojanas con la médico de familia Anna Ruiz, con quien tiene dos hijas, Olivia y Chloe. Entonces, Garzón no reparó en los inconvenientes de comer carne. Afiliado a las Juventudes Comunistas de España y al PCE, militante de Izquierda Unida, llegó al Congreso como diputado por Málaga en 2011 y fue el más joven de aquella Legislatura, aunque nunca brilló por su gran trabajo parlamentario. Cercano primero a Julio Anguita, y después a Cayo Lara, participó en el 15-M y allí conoció a su gran mentor para entrar en el gobierno de coalición, Pablo Iglesias. En 2016, en un acto en la Puerta del Sol junto a Iglesias, formalizaron su alianza en el Congreso y en el Gobierno.

Las presiones de los podemitas, a quienes Pedro Sánchez necesita, hacen inamovibles la cuota de sus cinco ministros, entre ellos Alberto Garzón, a pesar de su escasa formación. Sonoras fueron unas declaraciones suyas cuando dijo «proponido», en lugar de propuesto. Aficionado al fútbol, intentó entrar en el malagueño Club Deportivo Rincón pero fue rechazado. Ahora, bajo el manto de Unidas Podemos y con despilfarro de dinero público, lidera la cruzada contra los juguetes, los alimentos ultraprocesados, la ley de bienestar animal o la figura del Rey Emérito. En la última crisis ministerial muchos daban por segura su salida del Gobierno. Pero una vez más el poder morado ha triunfado.