La crónica del domingo

Sánchez-Feijóo: de la distensión inicial al choque cuerpo a cuerpo

Mientras Moncloa coloca el nuevo liderazgo del PP en el centro de su diana, la recién estrenada dirección de los populares califica al presidente de «vendehúmo» tras el cara a cara de esta semana

Socialdemócratas de casi todos los partidos
Socialdemócratas de casi todos los partidosAlberto R. RoldánLa Razón

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no necesita al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, para seguir en Moncloa. Y Feijóo no puede pactar una política económica con el Gobierno de coalición. A partir de esta conclusión, que comparten en el Gobierno y en la oposición, toda la puesta en escena de esta semana, como recibimiento al cambio de liderazgo en el principal partido de la oposición, puede decirse que sobra. Las dos partes saben que no hay una demanda mayoritaria de su electorado a favor de los grandes consensos, por más que éstos se hayan convertido en un mantra mediático que resucita periódicamente a pesar de la falta de avances. Y esta resistencia del electorado a derecha y a izquierda pesa más que cualquier otra consideración.

El presidente del Gobierno continuará cabalgando esta Legislatura como lo ha venido haciendo hasta ahora, cada vez más distanciado de sus socios, pero sin alternativa que ponga en peligro su estancia en el poder hasta que él decida convocar las elecciones generales. Y su intención continúa siendo resistir hasta enero de 2024 porque cree que la guerra, pese a todo, aún le puede ayudar a hacerlo. La oposición puede caer en la tentación de sacar conclusiones erróneas de una agenda del Gobierno de coalición que ha saltado por los aires y de una situación económica que obliga a Sánchez a hacer todo aquello que no estaba en su programa. Cierto es que el jefe del Ejecutivo puede en cualquier momento dar un volantazo y cambiar ese guión, que dice que no convocará elecciones hasta enero del 24, pero ni la inflación ni la crisis energética ni el ninguneo a Podemos son razones suficientes como para pensar que entiende que gana más convocando elecciones que aguantando en Moncloa.

En el Gobierno, el debate serio sobre el regreso a la ortodoxia fiscal no lo esperan antes del próximo año, y, de llegar, irá acompañado, creen, de una discusión sobre si hay que volver exactamente al procedimiento de déficit excesivo que existía antes de la pandemia, lo que hará que se retrase todavía más la política del ajuste. La guerra es un serio contratiempo económico para la agenda del Gobierno de coalición, pero, dentro de los problemas acumulados, y con unos Presupuestos que ya nacieron desfasados en su origen, también es un agarradero para conseguir tiempo. En el entorno del presidente están convencidos de que con la invasión de Ucrania Bruselas no puede apretar, por más que se esté anunciando ya la retirada de los estímulos económicos y el cambio en la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE).

Sánchez también ve en la crisis interna de Podemos otra razón para sentirse más seguro y menos necesitado de buscar complicidades con el principal partido de la oposición.

En Moncloa creen que la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, no se saldrá, «en ningún caso», del Gobierno, porque es «la única plataforma que tiene para venderse». Además, la ven «mucho más posibilista» que Pablo Iglesias, y «tiene otra manera de entender la política» y la rivalidad de partido. Podemos tampoco está en condiciones de romper la coalición por sus debilidades estructurales y orgánicas, y el líder socialista se siente más fuerte para resistir en Moncloa sobre la fragilidad de su aliado.

Una entrevista descafeinada

La entrevista de este pasado jueves en Moncloa no tuvo más sustancia que otras celebradas con anterioridad entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición. La gestualidad fue distinta, y el lenguaje y la actitud del presidente del PP, también, pero lo que se puso sobre la mesa fue «humo» a pesar de que Moncloa lo vendiese a través de su principal satélite mediático como una ambiciosa oferta de pactos que el líder de la oposición no podía rechazar. Al menos ésta fue la conclusión que sacó Feijóo, y que trasladó a otros dirigentes del partido en esa misma tarde. «Es un vendehúmo», por el presidente del Gobierno.

Más que buscar el acuerdo, en lo que trabajan los estrategas de Moncloa es en dar más cuerpo a la imagen de un PP en el que el cambio de caras no modifica su supuesta entrega a la extrema derecha. La pancarta no la van a revisar, y haría bien la nueva dirección popular en escuchar a quienes desde dentro del partido avisan de que «no es casual» que hayan sido dos emblemáticas Administraciones gobernadas por el PP las que primero han sido señaladas para vincularlas con presuntas corrupciones durante la pandemia y bajo la laxitud en la contratación que permitió el estado de alarma.

Si el presidente del Gobierno no necesita a Sánchez, tampoco Feijóo podría permitirse desactivar su alternativa económica frente a la política del Gobierno de coalición. Puede buscar espacios de entendimiento en política exterior, en materia de defensa, pero no en los ejes centrales que decidirán cómo se resuelve la partida de esta Legislatura. Sobre todo cuando, además, Vox no muestra señales de desgaste por ningún lado. Su bolsa de votantes está consolidada, no hay fugas, y el contexto económico y social les beneficia.

Los socios cargan contra el modelo fiscal de Ayuso

PNV, EH Bildu, PSE-EE y Elkarrekin Podemos-IU arremetieron ayer contra el modelo fiscal que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, defendió el pasado viernes en Vitoria en un desayuno con empresarios. Y es que consideran que lleva a «acabar con los servicios públicos» y a la «fractura social». Al respecto, PP y Cs se quedaron solos en la defensa de Díaz Ayuso, de quien no dudaron en alabar su «extraordinario trabajo», informa Ep.
De hecho, el parlamentario del PNV Aitor Urrutia apostó por impulsar «el modelo Urkullu» mientras cargaba contra el que defiende la dirigente popular: «Con su pan se lo coman ella y los madrileños».