Inocencio Arias
Vale, presidente, ¿cuál fue el precio?
¿Qué ha obtenido? ¿Concesiones serias como dejar congelada durante décadas la reivindicación sobre Ceuta y Melilla o se ha contentado con unos espejitos y abalorios como abrir la frontera?
El repentino giro de Pedro Sánchez en el tema del Sáhara ha sido espectacular. Se ha apartado de la reiterada doctrina de la ONU, que sostiene en múltiples resoluciones –la última, la 2062 del año pasado– que los saharauis deben decidir su futuro; ha roto el consenso político español sobre el asunto y hasta se ha fumado un puro con su programa de gobierno en el que decía orgullosamente que «los socialistas y las socialistas» querían una solución en el marco de la ONU que permitiese la autodeterminación saharaui, etc.
Ahora hay un cambio total de postura que ya deseaba José Luis Rodríguez Zapatero, pero que no formuló: se acepta que el territorio pase a Marruecos sin que opinen los habitantes.
Como la mutación es de calado, como los saharauis van a volver a manifestar que los socialistas españoles son unos constantes «traidores» (lo he oído en boca de sus jefes más altos), como los argelinos, que piensan lo mismo, nos pueden hacer pupa con represalias que llegarán en su momento, el español de a pie tiene derecho a pensar que debe existir una importante razón de Estado que ha llevado a Sánchez a alterar drásticamente nuestra postura. En otras palabras, que nuestro presidente, saliendo de la neutralidad, se ha olvidado de la ética internacional y de sus compromisos porque ha obtenido una jugosa contrapartida. Ha vendido el Sáhara por un precio jugoso para España.
Digo jugoso porque más de uno de los tropecientos asesores de Sánchez, o los diplomáticos de Santa Cruz si se les ha consultado, tienen que haberle dicho a nuestro presidente que, para los marroquíes, el Sáhara es el supremo objeto del deseo. Para ellos vale muchísimo y si a Donald Trump le dieron algo tan gordo como el reconocimiento de Israel, está claro que no podían ser cicateros con nosotros.
Aquí es, conociendo a Sánchez, donde el asunto chirría. ¿Qué ha obtenido? ¿ Concesiones serias como dejar congelada durante décadas la reivindicación sobre Ceuta y Melilla? ¿No incordiar en nuestras aguas territoriales? ¿O se ha contentado con unos espejitos y abalorios como abrir la frontera, no montar una avalancha migratoria como la de Ceuta o reabrir el paso del Estrecho en ferris que favorecen sobre todo a los marroquíes en Europa más que a nosotros?
Él ha ido más lejos que Alemania y casi que el rey Midas Trump. Sánchez ha escrito que la entrega del Sáhara a Marruecos no sólo es una solución sería, realista... sino que es «la más seria y realista». Ese «más» para los marroquíes vale millones y para los argelinos es una puñalada del pérfido PSOE.
Bastantes comentaristas, no sólo los palmeros del Gobierno, han concluido que Sánchez ha actuado muy torpemente en la forma, pero que el fondo es comprensible. Los que sostienen esta tesis han tenido que engullir que España rompe con la política de 47 años, abandona a los saharauis a los que se había jurado solidaridad eterna, margina a Naciones Unidas... Una postura poco gloriosa que yo, tomándome una pastilla de cinismo y de interés de Estado, estoy tentado de suscribir si nos demuestran que la contrapartida marroquí no es baladí, no es humo. Ya me causa extrañeza que las frases de la carta de Sánchez, en la que se habla del respeto a la integridad territorial de ambos países y la abstención de toda acción unilateral (la avalancha migratoria con menores incluidos), no aparezcan en el comunicado marroquí.
El monarca marroquí ha comenzado a echarle capotes a Sánchez. Adelanta la invitación a Marruecos, se pregona, como si se tratara de algo trascendental, que van a cenar rompiendo el ayuno del Ramadán, y seguro que le hará un regalito, alguna de nuestras peticiones, con el que Sánchez pueda pavonearse. Nuestro presidente no necesita mucho. No olvidemos que en la evacuación de Afganistán parecía que él y España habían sido los protagonistas. Su máquina publicitaria vestirá también el muñeco.
Con todo, habrá que evaluar si el abandono de los saharauis y el abanico de represalias de Argelia que llegará –recordemos que con el Mpaiac, el fantasmagórico movimiento de liberación canario, Argelia nos llevó de cabeza durante años– son una futesa comparado con lo concedido por Marruecos. Me temo que no.
Los detalles conocidos no invitan a la transparencia. Argelia no había sido advertida, a pesar de las afirmaciones de Albares, y nuestro presidente envía una carta toscamente traducida del francés (¿por qué se redactó en francés? ¿Acaso en la Corte marroquí no hay nadie que entienda bien el español?).
No se entiende tampoco por qué se escogió ese momento. ¿Nos apretó Joe Biden para que hiciéramos el regalo al rey Mohamed? Dudoso. ¿Fue Sánchez informado de que Marruecos pensaba montar una traca migratoria o de otro tipo durante la próxima Cumbre de la OTAN en España? Nuestro presidente no lo ha explicado ni quizás lo explique. Está tranquilo. Sabe que los podemitas no van a romper la coalición, las poltronas son más agradables que la pureza ideológica de defensa de los saharauis.
Mientras, los simples mortales sólo queremos saber una cosa: presidente, ¿qué te han dado para España?
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