19-J

Sánchez utiliza la corrupción del PP para espolear a sus votantes en Andalucía

Moncloa cree que los escándalos no están «amortizados» y los utilizarán para movilizar al PSOE de cara al 19-J

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez , interviene en la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles en el Congreso
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez , interviene en la sesión de control al Gobierno celebrada este miércoles en el CongresoAlberto R. RoldánLa Razón

No es una estrategia nueva. Desde que Alberto Núñez Feijóo asumiera las riendas de Génova, el Gobierno ha cimentado su estrategia de erosión al nuevo liderazgo del PP en lo que consideran sus puntos flacos: su «relación con la ultraderecha» y la gestión de «un pasado «envuelto en casos de corrupción». Incluso desde la mesa del Consejo de Ministros, miembros del Gabinete han cuestionado abiertamente su moderación y el perfil de hombre de Estado que busca proyectar por no adherirse a los mínimos consensos que se han impulsado hasta la fecha, como el plan de choque para paliar las consecuencias de la guerra en Ucrania. Estos dos pilares: Vox y corrupción serán también los puntales de la estrategia electoral de los socialistas en los comicios den Andalucía. Una campaña que encaran con nulas garantías de victoria y con un problema fundamental: la falta de movilización de su electorado.

Las últimas grabaciones desveladas por «El País» y otros medios, que profundizan en las turbias relaciones del ex comisario Villarejo, han devuelto a la actualidad hechos pasados –algunos ya juzgados o en proceso– que, no obstante, reavivan el reproche social que genera en la ciudadanía las tramas de corrupción política. A pesar de que el PP ya depurase responsabilidades políticas con la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del poder tras la sentencia de la Gürtel y con el castigo electoral que supuso que rompiera su suelo histórico con 66 diputados el 28 de abril de 2019, en Moncloa califican de «muy grave» el contenido de las escuchas publicadas y harán bandera de ello.

Entienden que los escándalos de corrupción que contaminan el pasado del PP «no están amortizados» por los votantes y confían en el poder movilizador que puede tener, no tanto para perjudicar al PP –que también– como para espolear a su propio electorado. Así, desde el Ejecutivo se demanda un pronunciamiento contundente por parte del principal partido de la oposición porque «no hablar de ello, no va a hacer que se borre» y se recuerda –en pleno «caso Pegasus»– que no hace tanto «hubo un gobierno que utilizó al Estado con fines partidistas». En esta línea avanzó ayer el presidente del Gobierno durante la sesión de control en el Congreso, donde equiparó al «nuevo PP» con «el PP de ayer y de antes de ayer», utilizando los escándalos de corrupción para debilitar la posición de Feijóo.

Sánchez sacó a colación las últimas noticias publicadas sobre las grabaciones de Villarejo, en las que se hace referencia a «la libretita» del ex tesorero Luis Bárcenas y afeó la creación de la «mal llamada policía patriótica», la «destrucción de los ordenadores» o la «condena por corrupción» del PP. También recuperó el apelativo de «mangantes» que ya dedicara a los populares la semana pasada. En contraposición con este panorama, Sánchez reivindicó a su gobierno como un ejecutivo «pendiente de lo que de verdad importa» con iniciativas como la reforma laboral, el ingreso mínimo vital o el precio de referencia al gas que produce la electricidad, entre otras medidas. «El PP de hoy, de ayer y de antes de ayer practica la misma oposición negacionista. No contra el Gobierno, sino contra el interés general de los españoles», afeó.

Miedo a Vox

La otra pata de la estrategia es alentar el miedo a Vox. En Moncloa sostienen, ante la normalización de la ultraderecha, que «Vox da miedo, tiene que dar miedo» y le ven como un «lobo con piel de cordero». Andalucía fue el primer territorio donde la formación de Abascal despuntó, pero en el Gobierno no creen que esto suponga un hecho diferencial respecto a otros territorios donde han conseguido incluso triplicar su representación. Es el caso de Castilla y León, donde ya han tocado poder. Esto es un filón para el discurso de los socialistas, que explotarán al máximo, exhibiéndolo como el Rubicón que han cruzado los populares en sus pactos con la extrema derecha. La entrada por primera vez en un gobierno autonómico será la base de su argumentario de campaña, que permitirá elevar el tono de alarma: desde la advertencia de que «viene la ultraderecha», hasta la certeza de que «ya está en el poder».