Toni Bolaño

El primer debate electoral

Andalucía y Madrid son el buque insignia de la bajada impositiva

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma MorenoRaul CaroAgencia EFE

Cuando se avecina periodo electoral, los partidos se disfrazan de pavos reales desplegando sus plumas para hipnotizar a los votantes. Agitar a los propios y desmoralizar a los contrarios para que se pasen al menos a la abstención son los objetivos. El PP ha golpeado fuerte. Quedan apenas 250 días para las elecciones y la larga campaña ha empezado ya. Ahora hay que armar el discurso. Andalucía y Madrid son el buque insignia de la bajada de impuestos. Madrid suma otra más a sus rebajas: menos IRPF según la inflación, rebajas fiscales en vivienda y educación, y algunas propuestas para autónomos y hogares. Andalucía suprime el impuesto de patrimonio que pagaban el 0,2% de los andaluces, unos 17.000, con lo que recaudaba anualmente unos 120 millones. Dicen algunas informaciones que Castilla y León calienta en la banda y se augura una «rebaja histórica».

El movimiento de Andalucía y Madrid no se entiende sin el visto bueno de Génova. Se trata de lanzar un mensaje de que el PP es partidario de rebajas fiscal es que aumentarán el consumo y fortalecerán la actividad económica. En tiempos de crisis, la propuesta será bien recibida. Al menos eso parece.

El PSOE y el Gobierno han salido en tromba porque el PSOE y el Gobierno, y el presidente Sánchez, sitúan la pelota en el perímetro que les interesa: la crisis, los esfuerzos del Ejecutivo y la bisoñez del candidato popular, que además solo actúa en defensa de los intereses de los privilegiados. Que la supresión del impuesto del patrimonio en Andalucía le pone a Sánchez la pelota votando ante la portería vacía: baja los impuestos a los ricos. Estamos en plena batalla ideológica. El PP ha entrado en el cuerpo a cuerpo en el escenario preferido por Sánchez. Los impuestos o la crisis en general son temas sensibles. A Sánchez le interesa para dar imagen de seriedad, equidad y presentarse como líder de las clases populares, la «clase media trabajadora». A Feijóo le interesa porque aquí las aristas dentro del PP son inexistentes y le permiten presentarse como el líder antiimpuestos.

Todo hay que decirlo. Son los impuestos porque el intento de situar el debate en la situación catalana, con manifestación a favor del castellano incluida, no ha tenido el músculo necesario para ser el primer pulso. Por tanto, a los impuestos. Los candidatos casi son lo de menos. Ambos partidos han retrasado su presentación casi hasta diciembre.

El ministro Escrivá estuvo a punto de liarla tras su entrevista con Carlos Alsina. Para combatir el dumping territorial, recentralización de impuestos. Chirrió todo el PSOE y chirriaron todos los engranajes con los socios. Quedó la cosa como opinión personal, y lo es porque el ministro siempre ha sido partidario de reducir el margen impositivo a las comunidades autónomas. No es esa la posición del Ejecutivo, pero no estaría de más poner algún mecanismo corrector en el proyecto de Financiación

Autonómica para aquellas comunidades que parecen no necesitar tantos recursos porque bajan impuestos. Y mientras llega el proyecto que lleva más de diez años en el baúl de los recuerdos, este coeficiente corrector se podría aplicar a las transferencias del Estado. Así, los recursos estarían equilibrados y quien bajara impuestos lo haría porque le sobran los recursos. No se entiende bajar impuestos e ir a la carrera a demandar más financiación al Estado. Es un oxímoron.

El debate está servido. Es el primero y es el más fácil para ambos en el escenario que ambos quieren apuntalar: el eje derecha-izquierda. Pero no es el único. García-Page, el presidente manchego, ha criticado la estrategia del Gobierno, sobre todo su elección de socios. No se recuerda una intervención así de este barón en los órganos de gobierno del PSOE. Sólo en los medios. El PSOE al completo ha salido en tromba. García-Page quiere desmarcarse de Podemos –con quienes pactó en la pasada legislatura– y de los independentistas. Se presenta como el socialista bueno. La pregunta es: ¿para quién?