Ruptura
Bruselas animó a Feijóo a desprenderse de Vox
Hay dudas entre los barones, pero la posición de Génova es combatir con todo a Abascal hasta las generales. Un sector del partido ve una puerta abierta para pactar con PNV y Junts
PP y Vox han empezado una nueva etapa en sus conflictivas relaciones tras la ruptura de los gobiernos autonómicos en la que no se ha escrito todavía todo lo que hay detrás ni tampoco ninguna de las partes tiene claro qué tiene que hacer a futuro ni cuáles son los riesgos a los que se va a enfrentar en el camino. La mano de Santiago Abascal parece que es la única que movió la cuna para llegar a un desenlace que no satisface por igual a todos los presidentes autonómicos del PP, aunque esta vez no les quede más remedio que apretar los dientes y tragar, a diferencia de lo que pasó con los pactos de gobierno tras las elecciones autonómicas previas a las generales. No piensan lo mismo en Valencia que en Andalucía, ni en Castilla y León que en Baleares. Solo por poner varios ejemplos. Esta vez, sin embargo, la disciplina se impuso, sobre todo porque la iniciativa no venía de ellos, sino del mando de Abascal, y esto dejaba menos oportunidades a los desertores en la línea oficial del PP.
Sin embargo, en la decisión de Feijóo de sostenerle el último pulso a Abascal, sin medio guiño que le hubiera dejado abierta una ventana de oportunidad para desdecirse antes de echarse al monte, hay factores ajenos a la política doméstica. Fuentes solventes explican a este periódico que la realidad es que, en Europa, los pactos del PP con Vox no eran bien vistos. El partido ha hecho la guerra contra los acuerdos del PSOE con los independentistas, y también contra la izquierda de Podemos, pero para el PP sus pactos con Vox eran un lastre creciente, y más en la nueva legislatura europea y con el peso del movimiento de Vox de salirse del grupo de la italiana Giorgia Meloni pera meterse en el del húngaro Víktor Orbán, la ultraderecha afecta al régimen de Vladímir Putin.
Las fuentes consultadas admiten que en Europa el PP español tenía el problema de ser el único partido con socios de la ultraderecha de la familia de Le Pen y de Orbán. Y esto ha pesado en la manera de gestionar el órdago de Abascal con la excusa de los menores no acompañados. En Europa, y con lo que está pasando en Francia, nadie acepta que estés con el socio de Le Pen.
Nacionalistas vascos y catalanes
Pero, además, algunas voces intuyen por medios otras razones que explicarían qué se está moviendo entre las bambalinas de la política nacional. PNV y Junts, más los primeros que los segundos, ya han dicho que nunca pactarían nada con el PP si no rompe con Vox. Y hay quien piensa que en este tridente empiezan a moverse cosas para preparar el terreno una vez que el PSOE ya ha hecho el trabajo sucio de la amnistía. Dentro del PP hay división de opiniones, por supuesto, pero hay un sector claramente identificado con la idea de que es el momento de quitarse prejuicios y empezar a sentirse con manos libres para pactar con los nacionalistas vascos y catalanes.
El movimiento de Vox de salir del grupo de Meloni para irse con Orbán fue el punto de inflexión
Ahora bien, Vox puede que no vaya a forzar elecciones en las comunidades, pero hay factores que abren incertidumbres sobre en qué puede acabar el divorcio de los populares con los de Abascal. De hecho, aunque la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ha mostrado muy prudente a la hora de valorar el cambio de escenario, las dudas existen. Igual que las tiene el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, o la presidenta de Extremadura, María Guardiola, a pesar de haber sido la pionera en el ataque sin complejos a Vox y en oponerse al pacto, aun a costa de ir a una repetición electoral hasta que desde Madrid le prohibieron esa estrategia.
En todo caso, el camino iniciado ya no tiene marcha atrás. En Vox no modularán la estrategia de dar más mamporros a Alberto Núñez Feijóo que a Pedro Sánchez cada vez que tengan la más mínima oportunidad. Si el electorado lo entiende como la confirmación de que la única alternativa válida para acabar con Sánchez es la de Feijóo, entonces habrá ganado el PP. Si el electorado reacciona guardando su fidelidad a las siglas de Vox, sin mejorar el trasvase hacia los populares, habrá ganado Abascal.
La dirección nacional del PP ha ordenado que no se sigan estrategias erráticas. Que no se abran las puertas del partido a perfiles de Vox que resulten contradictorios con la posición centrada que debe mantener Feijóo, dentro de una dura oposición a Sánchez. Y que se entre por fin en la confrontación, a pecho descubierto, con el discurso de Vox, una decisión que hasta ahora no se había planteado con esa contundencia. Es el punto y final a las medias tintas, pero para que esto no se vuelva en contra de Feijóo, el refuerzo de su alternativa es urgente. Quizás no tanto en los equipos, dicen, como en la manera de hacerla llegar a la opinión pública.
Un exministro poco afín a Vox lo explicaba así la pasada semana: «En las próximas semanas se va a decidir qué posibilidades reales tenemos de ser la alternativa a Sánchez o seguir instalados en una rueda en la que el electorado no acaba de comprender que por encima de algunos planteamientos ideológicos hay que decidir si se quiere acabar con Sánchez o no. Y para eso solo hay un camino».
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