Defensa
Europa, ante la guerra multi-dominio: tecnología o irrelevancia
Las lecciones que nos han dejado los conflictos recientes son claras: quien no anticipa interferencias, cae en la oscuridad; quien no protege sus satélites, drones y enlaces críticos, queda ciego, sordo y vulnerable.
Europa se asoma al espejo de su propia fragilidad. Las guerras ya no se libran únicamente en trincheras, sino que también en el espacio electromagnético, en órbita, en servidores remotos y en el espectro invisible. Allí se está decidiendo el éxito o el fracaso de las operaciones modernas. Y lo preocupante no es solo que existan nuevas amenazas, sino que nuestro continente aún no ha decidido si quiere o puede hacerles frente por sí misma.
Las lecciones que nos han dejado los conflictos recientes, como la invasión de Rusia a Ucrania y la tensión entre Irán e Israel, son claras: quien no domina el espectro, pierde. Quien no anticipa interferencias, cae en la oscuridad. Quien no protege sus satélites, drones y enlaces críticos, queda ciego, sordo y vulnerable.
Por ejemplo, desde España tenemos la capacidad tecnológica para supervisar, analizar y contrarrestar interferencias durante el combate en tiempo real. Porque cuando todo falla, quien controla el espectro electromagnético, controla la guerra. Esto, que es al mismo tiempo un desafío y una prioridad operativa, se ha convertido en un componente esencial de la seguridad aliada, especialmente en entornos saturados y con alto riesgo de interferencias.
Cuando todo falla, quien controla el espectro electromagnético, controla la guerra.
Estas tecnologías basadas en automatización, detección temprana e interoperabilidad permiten a las fuerzas de la OTAN operar con mayor eficacia, protección y autonomía. Se trata de garantizar que, en mitad del caos electromagnético, las comunicaciones críticas sigan funcionando.
Por otro lado, las comunicaciones críticas en el Espacio son ya un frente estratégico que exige atención inmediata. La creciente dependencia de satélites para inteligencia, posicionamiento, comunicaciones y alerta temprana convierte a este dominio en un entorno que debe ser protegido con tecnología puntera, incluso en condiciones extremas. Debemos proteger infraestructuras aliadas, defender activos orbitales frente a interferencias intencionadas y aportar tecnología propia que refuerce la autonomía tecnológica de nuestro continente.
La "defensa ofensiva" para la disuasión
Estas capacidades de ‘defensa ofensiva’ son fundamentales para la disuasión: podemos paralizar a nuestro enemigo sin lanzar un solo misil, lo que también se conoce como soft-kill: nadie muere, pero queda fuera de juego. Es el juego de ‘escudo’ y ‘espada’ para las guerras del siglo XXI.
Por eso, más allá de si España gasta en Defensa el 2,1 o el 5% del PIB, es fundamental decidir en qué se invierte ese presupuesto. En ese contexto, proponemos destinar al menos un 25 % a capacidades operativas avanzadas: guerra electrónica, resiliencia satelital, vigilancia del espectro, protección frente a ciberataques, y sistemas interoperables de mando y control. Invertir en plataformas y personal está bien. Pero sin tecnología que nos conecte, proteja y dé ventaja táctica, todo se diluye.
Europa necesita una autonomía estratégica real, y eso no se consigue solo comprando fuera. Es imprescindible apostar por la innovación nacional y europea, por nuestras pymes tecnológicas, por integradores capaces de adaptarse al terreno y ofrecer agilidad, no burocracia. Ya sea para adaptar en tiempo real los enlaces multiórbita con IA, detectar objetivos por satélite o desplegar escudos anti-jamming en entornos hostiles.
No hablamos de futuro, sino que del presente. Mientras leemos este artículo, nuestros satélites pueden estar siendo escaneados, nuestros enlaces de comunicaciones siendo potenciales objetos de "spoofing" y "jamming" y nuestras redes sometidas a una presión constante. La soberanía digital, el control del espectro y la resiliencia satelital son ya pilares de la defensa nacional y aliada.
Europa debe pasar del diagnóstico a la acción. Apostar por tecnologías multi-dominio no es una opción: es la única vía para no depender, no improvisar y no desaparecer. Porque la relevancia estratégica no se compra: se construye y, creánme, disuade al adversario.
(*Álvaro Sánchez es CEO de Integrasys)