Lucha contra ETA

El desarme trampa de ETA no incluyó ningún arma utilizada en atentados

A ETA no le importan lo más mínimo las víctimas que causó por más que traten de engañar con «gestos». Quedan 307 crímenes sin esclarecer y los terroristas no van a colaborar.

ETA «formalizó» la entrega de las armas en Bayona con unas actas en las que no estaban las armas que interesaban para esclarecer atentados
ETA «formalizó» la entrega de las armas en Bayona con unas actas en las que no estaban las armas que interesaban para esclarecer atentadoslarazon

A ETA no le importan lo más mínimo las víctimas que causó por más que traten de engañar con «gestos». Quedan 307 crímenes sin esclarecer y los terroristas no van a colaborar.

La entrega de armas que hizo ETA en Bayona en abril de 2017, en medio de un gran despliegue mediático, un auténtico «paripé» como lo han denominado algunos expertos, no supuso ninguna colaboración con la Justicia. Las 118 pistolas y armas largas entregadas entonces, que permanecían escondidas en ocho zulos (y no doce, como se había anunciado) estaban «limpias»; es decir, no habían sido utilizadas en ningún atentado, por lo que no servían, a efectos de investigaciones periciales, absolutamente para nada. Las investigaciones franco españolas así lo han acreditado.

Los cabecillas de la banda, según fuentes antiterroristas consultadas por LA RAZÓN, habían seleccionado cuidadosamente las pistolas y fusiles con los que pretendían escenificar el «desarme total». Una mentira más de la peor organización delictiva que ha conocido la historia de España.

La banda criminal no tiene el más mínimo interés en que se esclarezcan los 307 asesinatos que cometieron sus pistoleros y cuya autoría concreta no se conoce. Se trata, uno más, de un acto de inhumanidad por parte de ETA, ya que los individuos a los que se podría implicar por esos asesinatos están, en muchos casos, sentenciados por otros actos delictivos.

Los dirigentes etarras, según las citadas fuentes, pensaban que si entregaban esas armas y eran analizadas por los expertos en criminalística de España y Francia, al lograr identificar alguna de ellas como la que fue utilizada en un asesinato, cuyo autor se conoce y ya fue condenado, se le podrían imputar algunos de los que están pendientes. Para la realización de estas diligencias contar con las armas, poder dispararlas, obtener el casquillo y la bala, resulta fundamental. A los terroristas, por más que hayan hecho alguna declaración de referencia, el dolor de las víctimas que causaron les trae al pairo, ya que, dentro de su fanatismo, no dejaban de ser enemigos a liquidar.

Disidentes

Para colmo, durante las maniobras de entrega y la colocación de las armas en los zulos, los disidentes de ATA les ganaron por la mano en algunos lugares y les «requisaron» unas 60 pistolas (puede que la cifra sea más alta) que ahora están en manos de estos individuos.

Por si faltaba algún elemento con el que completar el «paripé», al año siguiente tuvieron que hacer otra entrega de armas y explosivos que se les habían olvidado o extraviado en la primera.

Al igual que lo ocurrido con la pistola con la que fue asesinado Miguel Ángel Blanco, el concejal del PP en Ermua, ETA se guardó las armas que habían sido utilizadas en acciones criminales con el fin de que no pudieran ser examinadas por las Fuerzas de Seguridad y contribuir a esclarecer los 307 asesinatos pendientes de fijar una autoría. Muy propio de estos pistoleros.

Armas «perdidas»

¿Dónde están esas armas? Es una buena pregunta, pero mejor sería la respuesta, según los mismos expertos.

Todo el montaje de ETA, incluidas las famosas actas con el contenido de cada zulo, algunas de las cuales se reproducen en esta mismas páginas, fue sólo eso, un montaje. La banda tiene una asignatura pendiente con las víctimas que, por supuesto, no va a cumplimentar.

En el «inventario» de abril de 2017, en los ocho zulos había, según los terroristas, 118 armas de fuego; casi tres toneladas de material para fabricar explosivos (2.875 kilos), detonadores y 25.700 balas. Asimismo, detonadores industriales, temporizadores, productos químicos, pentrita, pentolita, polvo de aluminio, nitrometano, amonal y ácido sulfúrico.

Para asegurarse el control del «arsenal», Francia llegó a movilizar a 180 policías y gendarmes de cuerpos antidisturbios, así como una decena de equipos de artificieros y numerosos efectivos de la Policía Judicial y de los servicios de seguridad interior.

En febrero de 2018 se produjo la citada segunda entrega de las armas y explosivos olvidadas en el «paripé» de Bayona. En concreto, los colaboradores habituales de la banda en esta operación marcaron el lugar en el que había dos cajas. Según el inventario facilitado a la Fiscalía, contenían siete pistolas, 17 revólveres, 950 cartuchos de diferente calibre, 300 gramos de pentrita, cordón detonante de 20 metros, unos 500 detonadores electrónicos, dos temporizadores, 200 placas de matrículas y material para el robo de vehículos.

Mal estado

En la comunicación también se indicaba que habían destruido, por encontrarse en mal estado, seis bidones de 25 litros que contenían sustancias para la fabricación de explosivos. El lugar de la entrega fue un espacio reservado para los contenedores de basura que se encuentra en el polígono Technocité de Bayona.

Con anterioridad a estas entregas, las autoridades francesas, gracias a la información de la Guardia Civil, habían realizado dos operaciones para evitar el «circo» y proceder a la requisa de armas y explosivos, que, desde el punto de vista policial y judicial, es lo que procedía.

En diciembre de 2016 se realizó una operación en la localidad de Louhossoa. ETA intentaba destruir, a través de esos colaboradores, el 15% del arsenal que le quedaba. Al menos eso decían ellos. Entonces se decomisaron 29 armas cortas, nueve fusiles de asalto, doce metralletas, dos granadas, 3.000 cartuchos, diverso explosivo y material para su fabricación y detonadores.

Con todo, el gran arsenal neutralizado a ETA fue el localizado al norte de París en la operación de octubre de 2016, la más importante contra sus arsenales y el mayor zulo con armas desde la «Operación Santuario» en 2004, en la que se detuvo a los cabecillas etarras Mikel Albisu, «Antza»; y Soledad Iparragirre, «Amboto».

La Policía se incautó de 145 armas cortas, incluidos 75 revólveres y 70 pistolas automáticas robadas por ETA en Vauvert (Francia) durante su tregua trampa, en octubre de 2016. Asimismo, dos fusiles de caza, 130 cargadores de pistolas y cartuchos de munición, elementos sueltos de pistolas y revólveres, según detalló entonces el Ministerio del Interior.