Relevo en el PP

El PP espera la mediación de Rajoy

El desconcierto empieza a avivar el malestar en los territorios por la falta de orden en la sucesión y la fuerte división de los candidatos

Varios fotógrafos en la sede de Génova inmortalizan el momento en que Rajoy anuncia en las pantallas su dimisión como presidente del partido / Javier Fdez.Largo
Varios fotógrafos en la sede de Génova inmortalizan el momento en que Rajoy anuncia en las pantallas su dimisión como presidente del partido / Javier Fdez.Largolarazon

El desconcierto empieza a avivar el malestar en los territorios por la falta de orden en la sucesión y la fuerte división de los candidatos.

A menos de una semana para que voten los militantes del PP, el desconcierto es la seña de identidad en todas las estructuras del partido. Todo lo que ha pasado desde la moción de censura ha ido a contracorriente de lo que preveían en la organización popular: la pérdida del poder, la decisión de Mariano Rajoy de marcharse sin organizar su sucesión y, por último, el «no» de Alberto Núñez Feijóo, el abanico de candidatos y que a estas alturas nadie sea capaz de anticipar qué va a pasar en la votación del jueves.

Los teléfonos arden entre los dirigentes territoriales, pero ni los cuadros del partido más cercanos a la militancia se atreven a ir más allá de apuntar a lo que supuestamente está «en el clima de opinión» de las bases, sin dar nada por hecho. Para un partido como el PP, enseñado en la disciplina desde la etapa de José María Aznar, esta suerte de primarias se ha convertido en un calvario para todas las estructuras, para los cuadros intermedios y hasta para las bases, mientras que oficiosamente explican el desinterés de la militancia en que «les da lo mismo el candidato que gane porque todo seguirá más o menos igual». Después de una semana de campaña puede decirse sin matices que el PP hubiera preferido una sucesión ordenada, lo que no quiere decir que defiendan el «dedazo» de Aznar. Pero entre el «libro azul» de Aznar y el «salto al vacío» tiene que haber un punto intermedio, explica uno de los barones populares.

La foto del momento, a cuatro días de que se pronuncien los militantes, muestra un panorama de voto dividido en la mayoría de los territorios, o al menos es la sensación que impera en el partido. Y en el supuesto «clima de opinión» de las bases se enmarca la idea de que la candidatura de Pablo Casado ha podido perder algo de fuerza frente al empuje con el que nació. El endurecimiento de sus ataques a las dos aspirantes en teoría favoritas, María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, no ha sido bien entendido en algunos sectores del partido. El PP no tiene cultura de confrontación y este proceso de primarias, aunque se ajuste a los Estatutos, se está viviendo internamente con perplejidad y también con cierto malestar. Desde la candidatura de Casado se explica que sólo han respondido en público a las maniobras por parte de sus contrincantes para restarle apoyos con «falsos argumentos» como el de que votarle a él es un voto perdido porque acabará uniéndose a otra lista. En todo caso, estos codazos entre los candidatos son «ruido» que en el aparato del PP tampoco saben cómo está siendo leído por las bases. Y si su elección atenderá al principio de buscar el mejor cartel electoral o a otras consideraciones más orgánicas, ya que las dos opciones no tienen por qué coincidir.

Aquellos que están más cercanos a Cospedal avanzan que creen que será ella la que se imponga en la votación del jueves. Y parecido optimismo expresan desde el entorno de la ex vicepresidenta. Los equipos de todos los candidatos utilizan a sus enlaces territoriales para pulsar cómo avanza el estado de opinión de las bases, pero a estas alturas la conclusión es que todo sigue siendo «imprevisible». Tanto que en el PP angustia la posibilidad de que la votación del jueves, con un censo tan pequeño, sólo el 7,6 por ciento de los militantes se ha inscrito, pueda acabar con una diferencia muy ajustada entre los dos más votados. Ahí es donde han situado el precipicio, ya que entienden que esa situación agravaría de tal manera la crisis que sería necesario que se activaran todos los mecanismos para forzar una lista de unidad que tranquilice al poder territorial. El partido se ha dejado llevar por la precipitación de los acontecimientos sin tiempo para la reflexión. Y después de una semana de campaña el miedo a la división está haciendo que empiece por primera vez a notarse algún malestar con la salida tan brusca de Rajoy. La presión provincial y municipal para que acabe como acabe la votación del jueves haya un congreso de unidad afecta a Rajoy, de quien se espera que una vez superado ese filtro, si la situación es extrema actúe con discreción para consensuar una salida que no fracture en dos al Congreso Nacional. «Rajoy también se juega mucho en esto. No se trata de que interfiera o presione en favor de nadie, pero llegado el momento, deberá impulsar la unidad si los militantes se dividen entre dos candidatos». En el PP no discuten que Rajoy quiera romper con el modelo de Aznar como ex presidente, pero recuerdan que sigue siendo el presidente del partido hasta que se celebre el Congreso y «debe ejercer esa responsabilidad».