Política

Terrorismo yihadista

Guerra contra los “infieles” de Europa

La Policía, en una imagen de archivo deteniendo a personas vinculadas al ISIS en el madrileño barrio de Vallecas / Efe
La Policía, en una imagen de archivo deteniendo a personas vinculadas al ISIS en el madrileño barrio de Vallecas / Efelarazon

La alerta del peligro del terrorismo yihadista sigue siendo alta en toda Europa. La amenaza es bastante seria y real, como han demostrado los graves ataques terroristas en Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, España, Suecia, los Países Bajos e Inglaterra entre 2015 y 2018. El ataque más reciente en Estrasburgo (Francia), en diciembre de 2018, es la prueba irrefutable de que el terrorismo yihadista sigue siendo una grave amenaza para el bienestar de los ciudadanos europeos. Además, la movilización de los musulmanes occidentales en favor del Estado Islámico de Oriente Medio no tiene precedentes en términos de tamaño. En 2014, unos 5.000 supuestos combatientes europeos viajaron a Siria e Irak para unirse a las filas del Estado Islámico.

Sin embargo, el número de luchadores extranjeros ha caído significativamente desde el 2015. Si bien su poder territorial ha colapsado, la estructura descentralizada del Estado Islámico y su capacidad de desencadenar operaciones individuales de yihad por un simpatizante no afiliado en Occidente ha alarmado a las agencias de seguridad a lo largo de Europa, mientras los expertos han advertido de la necesidad de considerar respuestas políticas, diplomáticas y militares a una potencial campaña de terrorismo a gran escala.

A día de hoy, los planes terroristas se centran en los objetivos débiles. Son los lugares desprotegidos y vulnerables donde mucha gente se reúne, por ejemplo las calles o las cafeterías, los mercados navideños y los estadios. Problemáticamente, estas localizaciones son casi imposible de proteger en su totalidad. Se pueden poner barreras para evitar que entren camiones y coches. Los policías y militares pueden ayudar a patrullar las áreas proporcionando tanto un elemento disuasorio para la acción violenta como una respuesta rápida en el caso de que ocurra un ataque terrorista. Sin embargo, en Francia hay cerca de 20.000 personas con la ficha S (Sûreté de l’État, estado de seguridad), un indicador que los aparatos de la seguridad francesa utilizan para señalar a las personas consideradas como una amenaza grave a la seguridad nacional. El número tan alto de las fichas S hace imposible para los aparatos de inteligencia monitorizar cada persona considerada como amenaza.

Francia, la cuna de la Ilustración y el laicismo, también sigue siendo uno de los principales objetivos del terrorismo yihadista. En primer lugar, Francia ha proporcionado alrededor de 1.000 combatientes al Estado Islámico en Siria e Irak. Alguno de estos podría volver para traer consigo el miedo y la muerte a suelo francés. En segundo lugar, Francia adoptó un enfoque más fuerte y agresivo en Siria que otros países europeos. Francia fue el primer país en apoyar la coalición lidera por Estados Unidos en Irak y ha proporcionado incesantemente apoyo logístico a los rebeldes sirios que luchan contra Bachar al Asad.

No hace mucho tiempo, la red del Estado Islámico juró que Francia pagaría un sangriento castigo por sus incursiones militares en Oriente Medio. Y por último, mirando hacia atrás en la historia, el legado colonial de Francia en África del Norte es también un constante recordatorio de la tendencia europea a entrometerse en los asuntos del mundo musulmán. Los islamistas violentos continuarán explotando la historia del imperialismo de Occidente para justificar sus causas políticas y religiosas y librar una guerra contra el “enemigo lejano” de los llamados infieles que viven en Europa.

Esto nos lleva a considerar como podemos frenar a las personas a la hora de involucrase en el terrorismo. La prevención de la radicalización es una piedra angular de los esfuerzos de la Unión Europea contra el terrorismo y, a pesar de que la radicalización violenta no es un fenómeno nuevo, los recientes ataques en Europa han demostrado la alarmante velocidad y la escala a la que algunos ciudadanos europeos se han radicalizado.

Los grupos terroristas proponen desafíos multidimensionales que requieren respuestas multifacéticas. A nivel de base, hay problemas entre las comunidades vulnerables que requieren una reconsideración de como las agencias que aplican la ley, las autoridades locales y la sociedad civil tratan las tensiones de la comunidad y el malestar social. En particular, el papel de los policías es muy importante para funcionar como un receptor de signos de radicalización, también dado que son los que están en primera línea de las medidas de intervención temprana que pueden frenar a los grupos vulnerables de convertirse en receptores de ideologías violentas. Así, es extremadamente importante que las fuerzas de la policía estén listas para actuar como los “ojos y orejas” locales para la radicalización de los jóvenes vulnerables.