
Opinión
Historia de un desencuentro
Feijóo nunca ha tenido química con «el hombre de Teodoro», que heredó de la etapa de Pablo Casado, un barón territorial negligente y ya amortizado para Génova

El día que Alberto Núñez Feijóo fue elegido como líder del PP a nivel nacional enfatizó en su discurso una encendida defensa de la autonomía de los barones regionales de su partido. Tal vez porque venía de su Galicia profunda antepuso ese poder territorial a las implacables decisiones de la dirección nacional, que batutó con maestría Paco Álvarez Cascos, aquel general secretario bajo las órdenes de José María Aznar, un equilibrio entre la organización regional del PP y la cúpula de Génova trece.
Ahora, con el estallido de la crisis de Carlos Mazón al frente de la Generalitat Valenciana, al líder gallego ese mensaje se le ha vuelto en contra. «Ponemos un circo, nos crecen los enanos y este tema a Génova se le ha ido de las manos». La frase corresponde a un alto dirigente del Partido Popular de la Comunidad Valenciana (PPCV), tras la tensa reunión mantenida en Benidorm, el pasado viernes, por los tres dirigentes de la organización en Alicante, Valencia y Castellón, junto al secretario general del partido y portavoz en las Cortes Valencianas, Juan Francisco Pérez-Llorca. Una crisis larvada que da alas, una vez más, a la izquierda sanchista tras el lamentable espectáculo del funeral de Estado por la tragedia de la dana en esa comunidad.
La historia de Carlos Mazón es la de un largo y soterrado desencuentro con Alberto Núñez Feijóo desde su llegada al poder. Heredero del PP alicantino, granero de votos forjado por Eduardo Zaplana, quien fue un gran presidente de la Comunidad Valenciana, después olvidado y hasta ultrajado por los suyos, ejemplo tradicional de la cainita derecha española, Mazón era un hombre de Teodoro García-Egea, el número dos Pablo Casado. Nadie sabe si porque no pudo, o no quiso, Feijóo heredó algunos nombres del «casadismo» y entre ellos estaba Carlos Mazón. Nacido en Alicante, hijo de un reconocido hematólogo de la ciudad, de profundas convicciones religiosas, Carlos se casó con Mamen, sobrina del histórico socialista Josep Bevía, con quien ha tenido dos hijos mellizos, niño y niña, ya adolescentes. «Antes que político soy papá», decía siempre Mazón en su etapa como presidente de la Diputación Provincial de Alicante durante sus actos en las tradicionales Hogueras de la ciudad. Pero la política es, a veces, muy poco conciliadora.
«El hombre de Teodoro», como era conocido en la dirección del partido, nunca tuvo una buena química con Feijóo y su «núcleo duro» gallego. Es la suya una historia de desencuentros político y personal disimulados, máxime cuando uno de los hombres de confianza del presidente y actual eurodiputado, Esteban González Pons, abogaba por la alcaldesa de Valencia, María José Catalá, para el liderazgo en la comunidad. El valenciano González Pons, crecido a la sombra de Eduardo Zaplana y Rita Barberá, a quienes debe todo su ascenso político, y a quienes luego no dudó en dar la espalda, es uno de los más activos a la hora de pedir la cabeza de Carlos Mazón.
«Estamos en un polvorín y no se aguanta ni un minuto más», confiesa a este periódico un alto dirigente del PPCV a la espera de que Mazón rompa su silencio y articule su salida. Aunque fuentes de su entorno especulan con el escenario y no dan de momento muchas pistas. El nombre de Juan Francisco Pérez-Llorca, secretario general del partido y portavoz en las Cortes Valencianas, se aventura como el hombre de consenso para una «sucesión ordenada», en palabras de un dirigente del PP nacional.
Por encargo directo de Núñez Feijóo, el secretario de Organización, Miguel Tellado, es el interlocutor de todos los actores en liza para solucionar el conflicto. La dirección nacional intenta calmar las aguas frente a una izquierda que estaba en picado en la Comunidad Valenciana, con una mujer en baja, la ministra Diana Morant, pero que ahora emerge tras el impresentable espectáculo del memorial de Estado por las víctimas de la dana. No era el momento ni el lugar para tildar de «asesino» a Carlos Mazón, fue toda una vergüenza, pero de nuevo el sanchismo gana el relato.
Alberto Núñez Feijóo tiene un guijarro político entre sus manos que debe solucionar, porque el «culebrón» valenciano amenaza con inundar su espacio como ese torrente tormentoso de aguas y barro sin freno. Este asunto a Pedro Sánchez le duraría un minuto. «No vengo a insultar a Pedro Sánchez, vengo a ganarle». Esta frase resume a la perfección el estilo de hacer política de Núñez Feijóo, pero sus votantes quieren acciones contundentes que mitiguen el trasvase de votos hacia su rival y mejor aliado de Pedro Sánchez, el Vox de Santiago Abascal.
La crisis de Valencia es el final de un largo desencuentro entre la dirección nacional y un barón territorial negligente y ya amortizado. Núñez Feijóo piensa que a la política, y sobre todo al gobierno, se viene ya aprendido y con los deberes hechos. Fue su advertencia para no caer en «niñerías» y hacer una gestión de altura, no de guardería de párvulos. Para Sánchez es el tercer líder del PP a quien se enfrenta, tras Mariano Rajoy y Pablo Casado. Si como dice el refrán a la tercera va la vencida, todos hoy le ven como el líder necesario. Pero cuidado, treinta y dos años después de su histórica refundación, el PP pasa página con Núñez Feijóo. Con sencillez de paisano y seguridad de mando, entre el poder y la gloria solo aspira a lo primero al servicio de España. Quítese de en medio a los molestos compañeros de viaje.
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