Cataluña

La hora de la verdad para el «golpe» de Junts

El debate de política general, que se abre hoy en el Parlament, es la prueba de fuego para testar si Puigdemont va, o no, de farol

Carles Puigdemont, líder de Junts y expresidente de la Generalitat de Cataluña
Carles Puigdemont, líder de Junts y expresidente de la Generalitat de CataluñaEuropa Press

«¿Quiere que Cataluña sea un estado independiente en forma de república? Sí o No», era la pregunta que se sometió a referéndum, con carácter vinculante, a la ciudadanía de Cataluña el 1 de octubre de 2017. Más de 800 heridos entre los participantes, aunque lo cierto es que solo fueron cuatro con un cierto grado de gravedad, y más de 400 agentes heridos de los que 39 requirieron atención médica inmediata. En las calles, tensión. También en las relaciones sociales, familiares y sentimentales. El día 3, los independentistas convocaron una huelga general con cortes de carreteras y numerosos incidentes, sobre todo, en la ciudad de Barcelona. Resultado: participación de 2. 286. 217 ciudadanos, de los que 2.020.144 votaron a favor de la independencia y 176. 565 por el no, aunque los datos fueron siempre cuestionados por las numerosas irregularidades, mientras que más del 50% de la población no acudió a votar pero sí muchos de ellos a una gran manifestación el 8 de octubre.

Ocho años después Salvador Illa es recibido en audiencia pública por el Papa León XIV dando el pistoletazo de salida de los actos del Milenario de Monserrat en Roma. El presidente catalán se reunió durante la semana con autoridades italianas y eclesiásticas y acudió a diferentes actos programados en la capital italiana además de reunirse con empresarios en el aniversario de la huelga general. Ni una palabra del referéndum.

Tampoco las tuvieron los dirigentes independentistas. Oriol Junqueras oficializó el martes 30 de septiembre su intención de volverse a presentar bajo el eslogan «por una nueva “entesa” (entendimiento) nacional». Curiosamente cosechó más titulares cuando el lunes anunció su intención de presentarse, que por el contenido de su intervención, en la que abogó por una renovación de la ambición nacional de Cataluña y por la necesidad de construir una «mayoría amplia» a favor de la independencia, pero lejos de aquel lenguaje inflamado de otrora afirmó «es imposible que una nación crezca en su plenitud nacional si odia a la mitad de su población» por lo que apostó por «seducir y enamorar». Habló el líder republicano de inmigración, de competencias, de financiación singular, de la extrema derecha, de un nuevo contrato social y de vivienda. La tibia acogida tuvo una respuesta dura que aviva la crisis interna. Ernest Maragall le contestó: «Si se presenta, no le votaré», agitando las aguas turbulentas del partido republicano.

El escaso ardor guerrero también se vio en Junts. En un comunicado, los junteros reafirmaron la «vigencia del mandato» del 1-O para hacer efectiva la independencia. Puigdemont quiso protagonismo y participó en un acto por videoconferencia en Cornellà de Terri, población en la que votó hace ocho años haciendo un llamamiento para movilizar «a todo el pueblo de Cataluña por la libertad sin mirar orígenes, lenguas, religiones o creencias», y aprovechando la ocasión para denunciar que el Gobierno de Illa trabaja para evitar las condiciones suficientes para la independencia, «trabaja para que no podamos alcanzar las condiciones suficientes para ser una nación libre al lado de las otras del mundo». «Hacen falta condiciones suficientes para llegar a ser independientes».

Puigdemont se refirió al 1-O como una victoria, pero sus palabras denotaban un sentimiento de derrota acusando al Estado de «represión, criminalización y negación de los derechos democráticos», además de asegurar que no hay normalización en Cataluña porque hay dirigentes independentistas en el exilio. Mientras su partido en el Parlament obviaba hablar del 1-O y arremetía contra Illa por lo que consideran la españolización de TV3 y Catalunya Ràdio. Fuentes de la Corporación afirman que los cambios en las marcas no son una «desnacionalización de la televisión y radio públicas, ni una pérdida de identidad». Illa rechazó las críticas que corresponden, según estas fuentes, a «una impotencia de Junts por controlar contenidos y una pérdida de fuerza en la televisión» donde cuenta con el apoyo de un sindicato minoritario, Candidatura de Trabajadores de TVC, conocido como el sindicato de la sardana por la imagen de su logo.

Junts quiere esta semana avivar el fuego en la política catalana. Hoy empieza el debate de política general y, si hacemos caso a Puigdemont, significará un antes y un después. Junts atacará a Illa acusándolo de «desnacionalizar» Cataluña y por la ausencia de acuerdos en materias como financiación, competencias en Rodalies y aeropuertos, o inmigración y, sobre todo, presupuestos. Sin embargo, esta es su piedra en el zapato porque Junts, atosigada por Aliança Catalana, necesita tener un papel relevante en la política catalana, que ahora no tiene. Hace una semana, alcaldes junteros pidieron un cambio de política con el PSC, algo que también piden los empresarios deseosos de que Illa tenga presupuestos no ligados a ERC y los Comunes o que Jaume Collboni retire la reserva del 30% para vivienda social que ha hundido la construcción de pisos en Barcelona.

Ocho años después, la política catalana entra en una dimensión desconocida con los partidos independentistas, que se encuentran en horas bajas, sin entusiasmo para ensalzar el 1-0 y con un partido de ultraderecha que amenaza su hegemonía y sin armas para enfrentarse a un Illa que ha impuesto la cordura y la sensatez en el Govern, pero con las manos atadas para gobernar, por lo que el pleno de política general aparece como un hito importante en la legislatura con incidencia, sin duda, en la política española.