Opinion

Hospitalidad y Toisón de Oro

El Rey lo es de todos los españoles; existe la equivocada idea de que Felipe VI solo quiere a los monárquicos de derechas. Nada más erróneo

El expresidente del Gobierno, Felipe González (c) conversa con el rey Felipe VI (d) durante la foto de familia durante el acto de conmemoración por el 40 aniversario del ingreso de España en la OTAN
El expresidente del Gobierno, Felipe González (c) conversa con el rey Felipe VI (d) durante la foto de familia durante el acto de conmemoración por el 40 aniversario del ingreso de España en la OTANJuan Carlos HidalgoAgencia EFE

Venía en taxi y el taxista me preguntaba qué opino de que el Rey Don Felipe VI haya concedido la Orden del Toisón de Oro al que fuera presidente del gobierno Felipe González. Le dije que me parece estupendo.

El Rey lo es de todos los españoles. Existe la equivocada idea de que el Monarca solo quiere a los monárquicos de derechas. Nada más erróneo. Ya su padre dijo querer ser el «Rey de todos los españoles» y su hijo y heredero tiene muy claro que no debe hacer distingos entre sus connacionales. Todos merecen su atención. El Rey debe ser hospitalario con todos.

Conceder la que algunos consideramos la Orden dinástica más importante de Europa, fundada en 1430 por su antepasado directo Felipe III, duque de Borgoña, es un acto de ejercicio de la potestad real de otorgar honores y distinciones. Hacerlo es no abdicar de dicha potestad y favorece la dinamización del hecho premial, y el colocar en lugar visible -nuevamente- a quienes por alguna razón son ejemplo de constancia en el servicio a la Corona y a España.

Muchos se sorprendieron en su momento por el hecho de que Felipe González no recibiera -o no aceptara- un título nobiliario. Para algunos, especialmente para los de pensamiento de izquierdas, el hecho de que esas mercedes sean hereditarias supone algo rechazable. Para mí, sin duda, no es así. Lo hereditario permite que la posteridad recuerde las causas gloriosas o meritorias por las que el concesionario del título lo recibió. Sin embargo, derechas e izquierdas no suelen tener reparo en aceptar órdenes y condecoraciones que son vitalicias y que premian el propio mérito, independientemente de lo que los ancestros del premiado hayan hecho.

Existen antecedentes variados en la concesión de Toisón de Oro a personas de izquierdas, como el propio Javier Solana, correligionario de Felipe González y persona ampliamente respetada en España y el resto de Europa.

Dos padres de nuestra vigente Constitución han sido también agraciados con el preciado collar: Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón y Miquel Roca Junyent. De procedencia política dispar pero ambos juristas de enorme prestigio, pertenecen a una generación generosa con su tiempo, su esfuerzo y su capacidad para ceder en pro del bien común. Todos recordamos una reciente recepción en Palacio, en la que Don Felipe VI, ante un Miguel Herrero ya anciano y algo lento en su deambular, ayudado por un bastón, salía de su lugar para acercarse al prócer y saludarlo de manera afectuosa.

Herrero, monárquico y teórico de la Monarquía, hizo algo que lamentablemente se está perdiendo ya y que pocos hacemos: inclinar reverentemente la cabeza ante el monarca, no porser Felipe de Borbón, sino por representar en su persona a una vieja nación, madre de naciones, que llevó a medio mundo la civilización española -de origen grecorromano y católico- y cuyo idioma se habla por varios cientos de millones de personas, como se ha recordado recientemente en Arequipa, Perú.

Los que, como yo, hemos vivido decenas de años en Cataluña aunque también muchos otros españoles, conocemos la ecuanimidad y moderación, el afán de entendimiento que baña el carácter de Miquel Roca, ejemplo viviente del «seny» catalán, el sentido común que muchos añoramos en políticos contemporáneos que no se han dado cuenta que la política es el arte de ceder y convencer, de buscar en el otro lo que nos une y no lo que nos separa, lejos de un nacionalismo exacerbado que a Europa solo ha traído y -lamentablemente- sigue trayendo sangre y destrucción.

La Orden del Toisón de Oro debe, como el Rey, ser hospitalaria con todos aquellos cuyos méritos son extraordinarios. Se tiene que conceder a cuentagotas, justo como hizo Don Juan Carlos I y como ahora hace Don Felipe VI. Sus caballeros y damas son una élite entre las élites, personas a las que emular y en las que inspirarse para hacer de España un lugar mejor para vivir, en armonía con nuestros semejantes.

Esperamos ahora el momento en que el Rey Don Felipe VI otorgue personalmente -como es recomendable que se haga con las condecoraciones más altas- el vellocino de oro pendiente del collar borgoñón a los tres agraciados. Siempre he defendido la necesidad de que los Reyes o los miembros de la Familia Real -en eso sí podemos fijarnos en el Reino Unido- entreguen personalmente las condecoraciones que otorga el propio Rey -como el Toisón de Oro, de la que es Jefe y Soberano- o el Gobierno, como las órdenes de Carlos III, de Isabel la Católica o del Mérito Civil, entre otras.

Se haga esa entrega en el Salón de Columnas del Palacio Real o en otro lugar con la suficiente dignidad, es importante que se realice de modo público, con luz y taquígrafos, para que cumpla la función ejemplificante que se espera de una condecoración.