Política

Ricardo Coarasa

La “fiesta de la democracia” del 1-O: café para los Mossos y obstrucción al cierre de colegios

Una veintena de ciudadanos denuncia agresiones policiales “sin mediar palabra” y defiende su “derecho a votar” pese a la prohibición judicial

Joan Porras, universitario que ha declarado hoy por el juicio del “procés”
Joan Porras, universitario que ha declarado hoy por el juicio del “procés”larazon

Una veintena de ciudadanos denuncia agresiones policiales “sin mediar palabra” y defiende su “derecho a votar” pese a la prohibición judicial

El relato de los votantes del 1-O ha ahondado en la denuncia de la actuación policial -"me cogieron de los testículos y me tiraron a la calle como si fuera un paquete", se quejó un ingeniero jubilado- y en la presumible actitud "pacífica"de los ciudadanos que se opusieron al cumplimiento de la resolución judicial. "No vi a nadie enfrentarse a los agentes... No nos opusimos en ningún momento", insistieron una y otra vez los testigos propuestos por la defensa de Jordi Sánchez y los ex consellers Josep Rull y Jordi Turull -muchos de ellos con el lazo amarillo en la solapa-, que coincidieron en que tras marcharse los agentes la votación continuó.

La persistente negación de cualquier reacción violenta llegó hasta el punto de que Antonio Taules, empleado de una empresa textil, al ser preguntado por la fiscal Consuelo Madrigal por un agente que recibió una patada en los testículos en un colegio de Barcelona, aportó una hipótesis sorprendente: “Entre ellos (los agentes) le debieron dar el tortazo”.

Pero tras detallar cómo “sin mediar palabra” las Fuerzas de Seguridad "empezaron a repartir a todo lo que tenían por delante"(“a una señora le partieron el escudo en la espalda”, clamó un testigo), los ciudadanos se enfrentaron a la misma pregunta de la Fiscalía: "¿Sabía que el referéndum estaba prohibido por el Tribunal Constitucionaly que los agentes estaban dando cumplimiento a un auto del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña?". Y en esa tesitura, las respuestas de los testigos oscilaron entre la ignorancia deliberada y el sofisma de admitir que eran conscientes de que la consulta estaba prohibida por orden judicial al tiempo que defendían que votar no es delito y, por tanto, estaban ejerciendo un derecho legítimo.

"Yo soy un ciudadano y no sé de estas cosas", se excusó Joan Porras, un estudiante universitario que alcanzó notoriedad trasmutado en el anónimo “Joan BonaNit” que cada día daba las buenas noches a los políticos independentistas presos mientras estuvieron encarcelados en la prisión de Lledoners (Barcelona). "Algo de eso había leído", pretextó Virginia Martínez Martínez a preguntas del fiscal Jaime Moreno. "Lo del auto lo desconocía -añadió-, sé lo que salía en los medios de comunicación". "Estábamos allí para defender nuestro derecho al voto", reivindicó. Eso sí, la testigo admitió que el llamamiento del Govern de Puigdemont le hizo a ir a votar "porque es mi Gobierno votado por el pueblo de Cataluña".

Varios comparecientes sí asumieron que conocían la suspensión del Tribunal Constitucional (TC), pero se escudaron en ese superior derecho a votar que se empecinan en situar por encima del imperio de la ley. "Sabía que no lo habían permitido", dijo sin rodeos Pere Sitja, ingeniero informático que acudió a votar a un colegio de Dosrius (Barcelona). Con ese mismo argumento, Carmen Budé expuso que aunque sabía de la suspensión del TC, "votar es la esencia de la democracia y si un referéndum no está prohibido me hubiera gustado saber por qué este sí". “Sabía que había una prohibición, pero no me lo habían notificado personalmente”, intentaron justificarse algunos comparecientes que, sin embargo, pasaron de puntillas por el hecho de no recibir notificación oficial alguna sobre el colegio donde debían votar.

Otro testigo, el carpintero Martí Carreras, aportó su peculiar versión sobre lo que significaba esa orden judicial de prohibición de la consulta: "Siempre entendí que ilegal quería decir que no se iba a tener en cuenta. Lo que no entendíamos era por qué votar era un problema ni que para evitarlo se hicieran cargas contra la gente". Él, como algún otro, desligó su presencia de los llamamientos de la Generalitat a participar en la votación.

Campeonato de butifarras y café para los Mossos

Los testigos explicaron que acudieron al colegio donde solían votar. Una vez allí, las urnas aparecían por arte de birlibirloque. "Llegó un coche, salió un señor y bajó una urna, se subió al coche y se fue", se escuchó en la sala. Unos pasaron la noche en los centros de votación para celebrar "la fiesta de la democracia"con campeonatos de butifarras, debates, cine fórum, chocolatadas, scoutts y talleres de artes gráficas. "Las niñas se quisieron quedar y como había tanto ambiente, nos quedamos", dijo la abogada Mercé Alegre, a quien sorprendentemente las acusaciones no inquirieron, en su calidad de profesional del Derecho, sobre su concepto del principio de efectividad de las resoluciones judiciales. Los que no pernoctaron madrugaron mucho y acudieron a los centros de votación incluso antes del alba para “salvaguardar nuestros derechos"o “porque nos dijeron que teníamos que estar en el colegio pronto"para evitar su cierre.

¿Y los Mossos? "Estar, estaban", apuntó un testigo. Lo de intervenir ya es otra cosa. Los ciudadanos explicaron que ante la acumulación de gente, desistieron de cumplir la orden judicial de cerrar los colegios. "Con tanta gente no podemos entrar", se resignaron en un centro de Cànoves i Samalús (Barcelona), recordó un empresario dedicado a la exportación de pescado congelado, ya retirado. Pero "no se movieron de ahí", añadió en su descargo. Los concentrados, al parecer, intentaron recompensar su comprensión. "Hubo gente que les llevó café, pero lo rechazaron", recordó Josep Fort. "No, no, estamos trabajando", les dijeron. Y mientras, los ciudadanos seguían votando.