Relevo en el PP

La perdedora: De ex «vicetodo» a «vicenada»

La derrota de Santamaría sella una trayectoria de 18 años a la sombra de Rajoy, marcada por el pragmatismo, la acumulación de poder y su errático papel en la crisis con Cataluña.

Sáenz de Santamaría blandió un abanico con la bandera de España durante su discurso ayer en el Congreso del PP en Madrid
Sáenz de Santamaría blandió un abanico con la bandera de España durante su discurso ayer en el Congreso del PP en Madridlarazon

La derrota de Santamaría sella una trayectoria de 18 años a la sombra de Rajoy, marcada por el pragmatismo, la acumulación de poder y su errático papel en la crisis con Cataluña.

La «vicetodo» de Rajoy fue sometida ayer a una moción de censura mucho más dolorosa que la que Pedro Sánchez le propinó al ex presidente. Los compromisarios del PP clavaron el segundo y último clavo al ataúd del «marianismo» y decidieron abrir una nueva etapa bajo el liderazgo del joven Pablo Casado. Percibida por las bases del partido –y por la ciudadanía en general– como una suerte de Rajoy 2.0, Soraya Sáenz de Santamaría tendrá difícil incorporarse al proyecto de nuevo líder de la oposición y todo parece indicar que se reincorporará al cuerpo de abogados del Estado o acabará por reciclarse en la empresa privada.

Todo invita a pensar que la jornada de ayer podría significar el punto final de una nada desdeñable trayectoria política. El impecable historial académico de Sáenz de Santamaría –premio fin de carrera, abogada del Estado a los 27 años–, su capacidad de trabajo y organización y su alejamiento de cualquier postulado ideológico considerado como «de derechas» pronto llamaron la atención de Mariano Rajoy. De hecho, la ex vicepresidenta ha desarrollado toda su carrera política a la sombra del gallego hasta el punto de que entre el ocaso de sus carreras apenas han mediado unas semanas.

Ocupó su primer cargo –como asesora jurídica– en el año 2000 a las órdenes del jefe de Gabinete de Rajoy, Francisco Villar, cuando éste era ministro de la Presidencia, tras las generales celebradas ese año. Esos comicios de 2000 (las segundas generales ganadas por Aznar) supusieron el mejor resultado electoral del PP en toda su historia (más de 10 millones de votos) y la campaña electoral del partido la dirigió el propio Mariano Rajoy, que sustituyó a Álvarez Cascos como ministro de la Presidencia. Cuatro años después Sáenz de Santamaría aparecía en el número 18 de la lista del PP por Madrid, un puesto que en principio aseguraba su entrada en el Congreso. Sin embargo, los atentados del 11-M lo cambiaron todo: el PP perdió las elecciones y Rajoy se convirtió en líder de la oposición. Sólo gracias a que Rodrigo Rato fue nombrado director del FMI quedó un escaño libre en Madrid que ocupó precisamente la ex vicepresidenta. Cuatro años después, en 2008, Mariano Rajoy elevaba a la vallisoletana a la portavocía del Grupo Parlamentario popular, cargo que hasta aquel momento ocupaba Eduardo Zaplana, decisión que ya fue contestada internamente.

En el Congreso de Valencia de ese mismo año Cospedal llegó a la secretaría general del PP y el vestido rojo con el que ambas se contraprogramaron visualizó la lucha más o menos soterrada que han venido disputando hasta ayer mismo. Finalmente, el apoyo sin ambages que Cospedal le brindó a Casado en el tramo final de la campaña ha sido el determinante de la caída de la ex vicepresidenta.

Desde 2008 Sáenz de Santamaría se encargó de plantar cara al segundo Gobierno de Zapatero, que acabó dimitiendo tres años después, en 2011. Aquellos fueron días decisivos para ella. En lo personal, tan solo 9 días antes de ganar las elecciones, nació su hijo Iván; y en lo profesional, con su ascenso al cargo de «vicetodo» de Mariano Rajoy, un proceso de acumulación de poder, y de administración del mismo, origen de la fuerte corriente crítica que la ha llevado a perder el Congreso. A ella la han responsabilizado dentro del PP de la caída de otros ministros, de jugar a su favor con información del centro de inteligencia y hasta de filtraciones interesadas a confidenciales o de interferir en las aspiraciones sucesorias de Alberto Núñez Feijóo.

Todo este clima de animadversión –generado también por su estilo arrogante a la hora de ejercer el poder desde Moncloa– se plasmó de manera clara durante la campaña previa al congreso clausurado ayer. Casado supo aglutinar sin grandes esfuerzos a su alrededor a buena parte de los ex ministros agraviados por Sáenz de Santamaría en una comida que visualizó la soledad de la ex vicepresidenta en su propio partido.

A esto se añade su errática gestión de la crisis independentista y, en concreto, que el Gobierno incumpliese su compromiso de localizar las urnas y evitar que se celebrase el referéndum ilegal. La incomprensible fuga de Carles Puigdemont y de otros líderes independentistas también hizo llover críticas sobre la dirección política de los servicios de inteligencia del Estado, controlados por la ex vicepresidenta del Gobierno.

De la mano del tándem Mariano Rajoy-Soraya Sáenz de Santamaría se instaló en el PP la idea de que nunca se debe permitir a los principios y a los valores convertirse en un obstáculo para la siguiente victoria electoral y la reacción a esta suerte de sofistería política ha ayudado a Casado en su asalto a la Presidencia Nacional del PP.