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Tensión institucional

Moncloa monta en cólera por el Toisón a Felipe González

Crea confusión con la posible invitación al Rey a la celebración del 50 aniversario de su coronación

El Rey Felipe VI y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la inauguración de la 80 Asamblea General de la ONU CASA S. M. EL REYEUROPAPRESS

La relación entre el presidente del Gobierno y el Rey no mejora. En política, los gestos lo son casi todo, porque permiten calibrar la fortaleza de un vínculo. En Moncloa no ha sentado bien que Felipe VI concediera esta semana el Toisón de Oro al expresidente Felipe González –junto a Miquel Roca y Miguel Herrero de Miñón, padres de la Constitución de 1978–, porque lo consideran un bofetón al presidente, Pedro Sánchez, con quien González mantiene una enemistad manifiesta.

El Ejecutivo prepara un gran acto para la semana del 20 de noviembre, cuando se cumplirán 50 años de la muerte de Francisco Franco. El Gobierno quiere involucrar a la Casa Real para conmemorar la restauración de la Monarquía tras casi cuatro décadas de dictadura en la persona de Juan Carlos I. Pero, según ha sabido este diario, el Ejecutivo ha dejado en el aire la invitación al exjefe del Estado, que será el gran protagonista, porque el día 22 se cumplen también cinco décadas de su ascenso al trono. Precisamente, el plan inicial del Gobierno era celebrar el acto ese día.

Y así lo publicó en su momento en la agenda de «España en libertad», aunque Moncloa lo borró. Las fuentes consultadas explican que Juan Carlos I no ha recibido aún invitación alguna. Estas mismas fuentes explican que la presencia de Juan Carlos I en los fastos no depende de Zarzuela, en tanto en cuanto ya no forma parte de la Familia Real. El padre del Rey, explican, está en Galicia «hasta mediados de noviembre». «Si el Gobierno quiere invitarle a los actos por los cincuenta años, saben dónde está y cómo llegar a él», explican estas fuentes.

El Gobierno asume que invitar formalmente a Juan Carlos I implicaría proceder a la «absolución» pública –y política– de su conducta en la última etapa de su reinado, la que le llevó a abdicar y a dar paso a su hijo Felipe. La última vez que Juan Carlos I participó en un homenaje fue en 2018, cuando se celebró en el Congreso el cuadragésimo aniversario de la Constitución Española. Pero ahora Juan Carlos I lleva cinco años viviendo en Abu Dabi, donde se trasladó cuando trascendieron los escándalos sobre el entramado de ocultación de su fortuna que investigó la Justicia.

Juan Carlos I está preocupado por su legado y por lo que la historia sentencie sobre él. Por eso, el Rey está a punto de publicar sus memorias, que verán la luz en diciembre bajo el título «Reconciliación». El Rey Juan Carlos siente que le están robando su historia y, por eso, quiere adelantarse y dejarla escrita. Además, las fuentes consultadas advierten del mal ánimo del monarca en este año de conmemoración porque tiene la sensación de que no se le reconoce nada de lo que hizo cuando tomó las riendas de la jefatura del Estado. Desde que llegó al trono, el 19 de junio de 2014, Felipe VI no actúa como hijo o como hermano, sino como Rey.

Por eso, igual que su padre antepuso la restauración de la Monarquía al morir Franco a la relación con su padre, Juan de Borbón –el conde de Barcelona–, Felipe VI supo que para garantizar su reinado y el de su hija debía tomar decisiones drásticas. No importa la sangre. Ese es el motivo por el que no solo renunció a la herencia de su padre, a quien además dejó sin asignación, sino por el que despojó a su hermana del ducado de Palma. Y por el que pactó con Moncloa la salida de Juan Carlos I de España.

El hoy jefe del Estado quiere una monarquía íntegra, transparente y renovada para «un tiempo nuevo» que ya lleva más de una década en el contador. Su máxima aspiración es que le quieran, porque de ese detalle depende su futuro y el de la Princesa de Asturias. Muestra de ello fue la forma en que el Rey aguantó estoicamente la nube de barro e insultos que le cayó en Paiporta. Felipe VI admira realmente el proyecto histórico de su padre, a quien reconoce su labor para hacer germinar en España un régimen de libertades homologable al resto de democracias occidentales, tras cuatro décadas de mano dura.

Pedro Sánchez y Felipe VI se esfuerzan en trasladar una imagen de cordialidad. Pero, como ha contado LA RAZÓN, el vínculo entre Moncloa y Zarzuela vive uno de sus momentos de mayor tensión. Y este choque estresa aún más las costuras del Estado. Es más, buena parte de la izquierda española lleva una década obsesionada con la caída de Felipe VI. Su proclamación fue una operación de Estado ejecutada por el PP y el PSOE –con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente– que se precipitó para salvar la Corona. Y todo indica que, cuando se celebre el acto que prepara el Gobierno en el Congreso, no haya presente un solo aliado de Sánchez, que no podrá resistirse a desairar a la Monarquía para derribarla.