Opinión

La reputación sí cuenta en política, cada vez más

Es importante valorar cómo afectan las crisis en la intención de voto de los ciudadanos. En algunos casos se abstendrán y en otros, apoyarán al adversario

Recuento de votos electorales.
Recuento de votos electorales.Jesús G. FeriaLa Razón

Me decía el exdirector de Gabinete de Sánchez, Iván Redondo, hace ahora siete años que la reputación, en el caso de la política, no cuenta. Aún no estaba con el presidente del Gobierno y todavía no asesoraba al PSOE. Solo dos años y medio después se presentaba una moción de censura sostenida, precisamente, en la falta de reputación del PP y de su líder, Mariano Rajoy, a la hora de perseguir la corrupción en su partido.

Cinco años después, nos encontramos en una situación más cercana en el tiempo en cuanto a los hechos y al momento en que los conocemos: el «caso Mediador» y la trama del diputado socialista apodado «Tito Berni». Un asunto que recuerda a la etapa final de Felipe González y al escándalo con otro dirigente, desgraciadamente, con la Guardia Civil de por medio: su director general por entonces, Luis Roldán.

Mismo tipo de imágenes, mismo tipo de personajes y, aparentemente, mismo tipo de resultado. Desde un punto de vista reputacional, lo que importa siempre es la afectación que este tipo de crisis pueden tener en la intención de voto en un año, además, triplemente electoral: municipales, autonómicas y generales. Porque no siempre es lo mismo en qué puede afectar a la valoración que a la decisión final.

Vamos por partes: los daños reputacionales, como titulaba ayer este periódico en su información sobre el caso, son más eso, dañinos o perjudiciales, en la medida en que afectan al centro de la reputación de algo o de alguien, bien sea ese algo un partido, un gobierno, una empresa, un país o ese alguien un político, un deportista o un árbitro.

Siempre pongo en clase el ejemplo de un accidente de coche, el típico choque en un cruce, un alcance o un adelantamiento indebido: si lo que se ve afectado es el corazón del vehículo (la zona del conductor, el motor, las ruedas o la dirección), el coche no podrá continuar. Si lo que se ve dañado es la parte de al lado o de atrás, sí continuará.

Pensemos en este caso en concreto: la promesa del PSOE y de Sánchez, literalmente en la moción de censura de mayo de 2018, fue «normalizar la vida política en España porque no hay mayor inestabilidad que la que emana de la corrupción» y la razón de su presentación fueron «los hechos gravísimos que han sacudido a la opinión pública a golpe de imágenes que provocan bochorno, incredulidad e indignación».

Si algo agrava una crisis marcada por la corrupción son imágenes como las de las prostitutas en los hoteles y las cenas en restaurantes de lujo por todo Madrid, porque hacen el caso más viralizable y captan más fácilmente la atención de los ciudadanos que están en su vida intentando capear la crisis económica y el alza continuada de precios e hipotecas. El vicio siempre vende más fácilmente que la virtud.

El mismo Sánchez habló hace cinco años del contexto duro económico en que se habían producido los hechos que acorralaron a Rajoy: no la moción de censura, sino la reforma de la sede popular de la calle Génova y la trama «Gürtel», con Luis Bárcenas de estrella protagonista. Sin duda, el contexto es siempre clave, porque no se trata de que la corrupción «per se» haga caer un gobierno en un país latino como el nuestro.

Se trata de que la suma de una situación económica dolorosa para la mayoría de los ciudadanos y un caso de corrupción se perciben en nuestra mente por asociación de uno y otro estímulo a la vez: no es una variable (la crisis económica) u otra (la corrupción), sino la una y la otra, juntas. Así es como salta la chispa del comportamiento humano, que en unos casos significa quedarse en casa y abstenerse y, en otros, votar al adversario y cambiar de decisión, en el caso da la política. Por algo Churchill decía que «aquellos que nunca cambian de parecer, nunca cambian nada».

Por tanto, la reputación sí cuenta y afecta en política, por supuesto en lo malo, en las crisis, pero también en lo bueno, en la proyección de un nuevo líder. Lo hemos visto con Feijóo y la comparación con Casado (por eso, las balas cargadas de artillería desde agosto provenientes de La Moncloa no han hecho mella en el gallego, porque no es creíble que sea un vago, ignorante y mal gestor, hay que elegir bien los calificativos para «desposicionar» al contrario, no pueden generar disonancia cognitiva).

Recordemos la cita de Gandhi: «Primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te atacan, entonces, ganas». Mientras no eres importante y no representas una amenaza, se burlan de ti. Pero cuando eres una amenaza, entonces te atacan, luego están reconociéndote como contrapoder. Entonces ganas, porque al señalarte en exceso, tus adversarios han señalado también la dirección de tu trayectoria ascendente: el poder.

Y la vida se mueve en ciclos, es difícil sustraerse a un ciclo ascendente o descendente, en lo económico y en lo político. Pero también se mueve en círculos y devuelve, como una red o un bumerán, la pelota que le has lanzado, y en el peor momento posible...