El colapso de la legislatura

Junts estudia una moción táctica y mide la reacción de Sánchez y Feijóo

Moncloa presiona por tierra, mar y aire para frenarla. Colocaría en una compleja tesitura a la derecha en la toma de posición

El ex president de la Generalitat Carles Puigdemont
El ex president de la Generalitat Carles Puigdemont Europa Press

La portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, incidió ayer en el surco del camino que había sembrado en la víspera en el Congreso de los Diputados con el juego de palabras sobre el «cambio» político. En una entrevista en «Al Rojo Vivo», Nogueras certificó que «el tiempo de los ultimátum» al PSOE ya «se ha acabado» y que Pedro Sánchez los ha desaprovechado todos.

Junts moverá una nueva ficha la próxima semana. Carles Puigdemont ha convocado el lunes a la Ejecutiva del partido en Perpigñán (Francia) para hacer un balance del acuerdo de Bruselas y abordar las «acciones a emprender» al respecto. Junts ha amenazado ya tantas veces con un golpe en la mesa que la reacción oficial del Gobierno ha sido tomarse a chanza las palabras de Nogueras, pero la procesión va por dentro porque la información interna que manejan, directa de los interlocutores con Puigdemont, es que esta vez la crisis es realmente grave y que «van mucho más en serio» (con la amenaza de ruptura) que en las ocasiones anteriores.

Según fuentes conocedoras de las conversaciones internas en el entorno de Puigdemont, Junts estudia plantear la próxima semana la propuesta de una moción de censura «instrumental» contra el presidente del Gobierno, con un candidato independiente y un único objetivo: forzar unas elecciones generales anticipadas.

Los negociadores de la parte socialista siguen presionando para calmar las aguas y sostienen, según su versión, que en Junts «están en proceso de meditación», pero no aclaran qué es lo que les están ofreciendo en estos momentos, más allá de las promesas de siempre sobre las exigencias de Puigdemont y que no han llegado a ejecutarse. Sólo han cumplido con la promesa que dependía directamente del Gobierno y de su mayoría parlamentaria, la de aprobar una amnistía que todavía no se ha podido hacer efectiva para Puigdemont porque choca con el Tribunal Supremo –y está también por ver qué dice al respecto el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea–. Para la próxima primavera se espera que el Constitucional resuelva, por supuesto a favor de Puigdemont, el recurso de amparo que el expresidente de la Generalitat formalizó contra el Supremo por no validar que se le aplique la amnistía en el supuesto de la malversación.

Junts anunció antes del verano que en otoño se conocerían decisiones suyas si no había resultados en sus exigencias, asumidas formalmente por Sánchez aun a sabiendas de su inviabilidad, como es el caso del uso del catalán en la UE o el concierto singular para Cataluña.

La impresión que han dado hasta ahora las dos partes es que han participado de un juego de engaño, y dejarse engañar a sabiendas, por interés mutuo, pero en Waterloo entienden que ya ha llegado el momento de demostrar que no es cierto que vayan de farol, como se dice de manera general, con las amenazas que han ido dejando caer. El partido se juega su credibilidad ante el electorado en un momento especialmente delicado. No tienen peso en Cataluña, no consiguen «premios» en Madrid y Alianza Catalana cada vez gana más espacio a su costa.

La propuesta de esa moción de censura instrumental sirve para medir a Sánchez, que ayer imploró a Junts que entienda la situación y mantenga el acuerdo –vacío de contenido porque en realidad el Gobierno es plenamente consciente de que no les van a apoyar los Presupuestos–. Pero también para medir a Feijóo. De concretarse este golpe en el tablero, es muy probable que no vuelva a haber otra oportunidad de anticipar la salida del presidente del Gobierno del Palacio de la Moncloa antes de 2027. Está, por un lado, la presión en el electorado de la derecha para que esa salida se precipite lo antes posible. Y, por otro, el miedo a que Puigdemont les engañe. Además de lo delicado de la elección de esa figura independiente y de que en esta jugada tiene que entrar, asimismo, Vox para que pueda salir adelante. Es un movimiento complejo para todas las partes que puedan verse implicadas.

Junts necesita recuperar protagonismo frente a ERC. Cortocircuitar la etapa de estabilidad de Salvador Illa al frente de la Generalitat, y hacerlo, además, con algo de simbolismo. Aunque se ha asentado la idea de que la decisión de Puigdemont iría ligada al momento en que consiguiera hacer efectiva su amnistía, de proceder de esta manera la ruptura con Sánchez perdería mucho valor ante el electorado porque se interpretaría como una decisión ejecutada no pensando en el interés del independentismo o de Junts, sino en el estrictamente personal de Carles Puigdemont.

Junts también necesita recuperar liderazgo y presencia sobre el terreno. Como informaba esta semana este periódico, los postconvergentes se están encontrando, por ejemplo, con el problema de que en los municipios catalanes se ha convertido en una práctica habitual que se presenten los de Alianza Catalana, aunque de momento no tengan ningún poder local, para montar lío de la mano de alguna asociación vecinal.

En paralelo, desde el PSOE intentan parar el golpe con nuevas ofertas, que en Junts no dejan de ver como nuevos conejos sacados de la chistera. La amnistía fue una apuesta personal de Puigdemont, y, a partir de esa traición a su palabra en campaña electoral, el PSC no ha hecho más que crecer en Cataluña. Junts teme, además, que ERC capitalice la inacción y que la figura de Puigdemont pierda todo su magnetismo.