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Sánchez se apunta al estilo Trump

En su semana «horribilis», el presidente del Gobierno evita la exposición mediática y realiza los principales anuncios, como la acogida del «Aquarius», a través de su cuenta de Twitter

El presidente del Gobierno en la Moncloa el pasado jueves cuando se reunió con su homólogo irlandés y no compareció ante los medios / Jesús G. Feria
El presidente del Gobierno en la Moncloa el pasado jueves cuando se reunió con su homólogo irlandés y no compareció ante los medios / Jesús G. Ferialarazon

En su semana «horribilis», el presidente del Gobierno evita la exposición mediática y realiza los principales anuncios, como la acogida del «Aquarius», a través de su cuenta de Twitter.

«Una semana extraordinariamente dinámica». Así definen en Moncloa los últimos siete días del Gobierno de Pedro Sánchez. El dinamismo comenzó con la fórmula misma de promesa del cargo: «Guardar el secreto del Consejo de Ministros y Ministras». Lástima que este no fuera el único secreto que los titulares que asumieron las carteras se guardaron para sí. Lo frenético de los tiempos ha llevado a que la foto de familia que el nuevo gabinete se hizo antes de su primera reunión quedara vieja, desfasada, en solo cinco días. Uno más estuvo Màxim Huerta al frente del Ministerio de Cultura y Deporte, otorgando al Ejecutivo de Sánchez otra primicia, la de nombrar al ministro más efímero de la democracia. 24 horas después, se desvelaba que el titular de Agricultura, Pesca y Alimentación estaba imputado por un delito medioambiental. Dos crisis en 48 horas que ponen el broche a la primera semana «horribilis» de Sánchez al frente de la Moncloa, aunque el presidente del Gobierno haya optado por el mutismo absoluto para sobrellevarla. «Los días de gracia se acabaron», apunta un dirigente.

Los socialistas contaban con la presión de la oposición, que ya les había augurado «un calvario» por su situación de minoría, pero no esperaban que los primeros conflictos provinieran del seno mismo del Ejecutivo. Sánchez estaba orgulloso del equipo que había articulado y no dudaba de que su solvencia le ayudaría a atajar problemas en lugar de a generarlos. Sin embargo, en las entrañas estratégicas de Moncloa se asumen este tipo de contingencias como una oportunidad para marcar perfil. «Respuesta rápida, fortaleza y liderazgo», señalan fuentes gubernamentales a LA RAZÓN. Una suerte de tridente táctico. Ante un envite priman los principios de «acción, reacción» y «evitar la sobreexposición del presidente». Éstas son las claves que han caracterizado la gestión de la cascada de desafíos que ha encarado el Ejecutivo desde su estreno.

La estrategia de comunicación que está siguiendo el presidente se asimila a la de su homólogo estadounidense, Donald Trump, –salvando las distancias–. Supone el uso de su cuenta personal en la red social Twitter para realizar los principales anuncios. Del plasma del PP a los 280 caracteres del PSOE. Fue a través de un tuit como Sánchez comunicó que España se haría cargo de los 629 migrantes del buque «Aquarius» tras denegarle Italia la ayuda que precisaban. «He dado instrucciones para que España acoja al barco «Aquarius» en el Puerto de Valencia. Es nuestra obligación ofrecer a estas 600 personas un puerto seguro. Cumplimos con los compromisos internacionales en materia de crisis humanitarias», escribió en español e inglés. Era lunes y el Gobierno todavía disfrutaba de la luna de miel del anuncio de los fichajes –algunos estrella otros, pronto, estrellados– que integraban su Ejecutivo. Sánchez conseguía así alargar un periodo de gracia que estaba a punto de resquebrajarse.

El martes llegó el primer envite desde la oposición. La propuesta de elecciones anticipadas de Ciudadanos, enmascarada en una moción sobre el Instituto Cervantes, se debatía en el Congreso de los Diputados. El primera aviso apenas tuvo repercusión, en parte gracias a que el resto de fuerzas reconocieron el afán partidista de los de Albert Rivera en la propuesta y los naranjas se quedaron solos en su petición de comicios inmediatos. Ni siquiera el PP, que se abstuvo, les ayudó a impulsarlos. Pero el ambiente ya estaba enrarecido y el miércoles terminó por estallar.

Una información de «El Confidencial» desvela que el ministro de Cultura y Deporte, Màxim Huerta, utilizó una sociedad constituida en 2006, cuando trabajaba como presentador de televisión, para burlar a Hacienda y pagar menos impuestos por su actividad. El montante total del fraude ascendía a 218.332 euros, pero el importe era lo de menos, el daño a la imagen del Gabinete ya estaba hecho. El primer impulso del Ejecutivo fue sostener a Huerta en su cargo, a pesar de que el ministro le había ocultado al presidente sus conflictos con el fisco. Sánchez le instó a que diera explicaciones públicas y en eso se afanó Huerta. Mientras, el jefe del Ejecutivo se reunía en Moncloa con sindicatos y patronal para alcanzar un «consenso en materia de ingresos, pensiones y diálogo social» del que también dio cuenta a través de Twitter, ya que no acompañó a la ministra de Trabajo en la comparecencia posterior.

«Acción, reacción»

El paso de las horas, la presión interna de dirigentes y miembros de su Gobierno, así como la recuperación de unas declaraciones en las que Sánchez aseguraba que no contaría en su equipo con alguien que hubiera utilizado empresas pantalla para tributar menos a Hacienda, dieron la puntilla a Huerta, que acabó pactando con Sánchez su dimisión. «Acción, reacción». Una respuesta rápida para atajar la crisis en menos de 24 horas. Antes de que acabara el día, ya había un nuevo ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, a quien Sánchez también daba la bienvenida a través de Twitter sin dedicar ni una sola palabra al dimitido predecesor. «Quiero agradecer de corazón a José Guirao el paso al frente que ha dado hoy. Un apreciado y reconocido gestor cultural, un hombre solvente y creativo al frente del Ministerio de Cultura y Deporte. Tenemos mucho trabajo por delante», destacó.

Si las últimas horas habían sido de infarto, el ritmo cardíaco tampoco se iba a normalizar. En esta ocasión era el titular de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, sobre el que pesaba la sombra de la duda. El ministro está actualmente imputado por un delito medioambiental, circunstancia que le incapacitaría para formar parte del Ejecutivo también según unas declaraciones de Sánchez en 2015. Sin embargo, desde el Gobierno apuntaban que el caso no tenía «recorrido», porque la Fiscalía no iba a acusarle, por lo que la imputación no acabaría en juicio oral, momento procesal en el que el PSOE exige la dimisión a sus cargos públicos y orgánicos. Al tiempo que la polémica flotaba en el ambiente, Sánchez se reunía con su homólogo irlandés, el primer ministro Leo Varadkar en La Moncloa. El presidente evitaba comparecer en la tradicional rueda de prensa bilateral con la que se cierran estos encuentros para no dar cuenta ante la prensa de la polémica de Planas. Esto llevó a que el primer ministro se viera abocado a organizar un encuentro informativo solo con los periodistas irlandeses para darles cuenta de los pormenores de la reunión.

Ese viernes, el Consejo de Ministros se reunía con nueva composición, aunque sin foto de familia actualizada –debido a la ausencia del ministro de Exteriores, Josep Borrell, de viaje oficial con los Reyes en Estados Unidos–. El Ejecutivo anunciaba la recuperación de la sanidad universal por «decencia y justicia», tal como adelantaba Sánchez otra vez a través de su Twitter. Fuentes de su gabinete anunciaban entonces que el presidente pondría fin a su mutismo y se enfrentaría a su primera entrevista hoy en la televisión pública.