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«Si viene aquí yo tengo derecho a reconocerlo»

La portada de ayer de LA RAZÓN acaparó todas las conversaciones en Alcàsser, el pueblo de las niñas asesinadas
La portada de ayer de LA RAZÓN acaparó todas las conversaciones en Alcàsser, el pueblo de las niñas asesinadaslarazon

La fotografía actual de Miguel Ricart publicada ayer por LA RAZÓN circuló rápidamente por Alcàsser. Una localidad valenciana cansada de hablar y de vivir con el recuerdo de la pesadilla que supuso el terrible crimen que hace ya veinte años acabó con la vida de Miriam, Toñi y Desirée y que, además, marcó a varias generaciones.

«Nunca lo hubiese reconocido», exclamaban con tanta sorpresa como rabia contemplando la portada. Algunos ya lo habían visto por la televisión, otros incluso lo han recibido por «whatsapp». Todos se detienen en los ojos, será por aquello de que es el espejo del alma. «¿Qué os parece? ¡Criminal, sinvergüenza!». «¿Me puedo quedar el periódico?» .

Un grupo de mujeres prepara unos bocadillos para la cena de un acto fallero. La vida sigue en Alcàsser, eso sí, siempre bajo la sombra del brutal asesinato que les puso tristemente en el mapa de España. «Todavía se nos reconoce por esto. No me lo puedo creer», lamenta una amiga cercana a la familia de unas de las víctimas. «Yo tengo una hija de su edad. Me acuerdo cuando su madre me preguntó si la había visto. Le dije que no se preocupase, que si iban las tres juntas no les iba a pasar nada».

Vuelven a sentir el miedo que pasaron, lo que les condicionó la vida. «Cuando mi hija comenzó a salir íbamos a por ella siempre. Íbamos con mil ojos».

Los recuerdos que han tratado de borrar durante tantos años vuelven a ser insoportables con la imagen de Ricart y con la idea de que el criminal anda suelto. «No creo que se atreva a volver por aquí», afirman. «Aquí no tiene nada, tampoco en Catarroja (de donde es natural). Su familia no quiere saber nada de él».

Vuelven a mirar la portada. Continúan haciendo bocadillos. «Me alegro de haberle visto la cara. Si no, podría haberle dado hasta una limosna si me lo pide», dice otra.

Todas coinciden en que estas fotografías deberían salir por ley a la luz. «¿O es que los únicos que tienen derecho son los delincuentes o los políticos?». Ésta es otra de las frases más repetidas, seguida, obviamente de lo injusto que les parece que la aplicación de la «doctrina Parot» haya permitido poner en la calle a este tipo de delincuentes.

Otros, incluso, se atreven a ir más lejos. Dicen que le darían a él el final que se merece, aunque por ello tuviesen que ir a la cárcel. Inmediatamente, alguien los calla. «No somos como ellos».

«Me puse a llorar»

La liberación de Ricart es el asunto del mes en Alcàsser. Sus ciudadanos se han acostumbrado a la visita de periodistas y, aunque nunca pierden la amabilidad, son reacios a hablar del tema. Sin embargo, la imagen del asesino saliendo de la cárcel ha sido demasiado. «Me puse a llorar», admitía un hombre que, como cada sábado se reunía con sus amigos en la Sociedad Musical. «No existe justicia, que bien lo han tratado en la cárcel, está más gordo», ironizaba.

También aquí coinciden en que la fotografía debería ser pública. «Si viene aquí yo tengo derecho a reconocerlo». Es más, uno de ellos apunta que todos los que están abandonando la cárcel gracias a la «doctrina Parot» tendrían que ir vestidos de alguna manera, «que todos lo sepamos, ya que no existe cadena perpetúa, que es lo que deberían cumplir estas personas».

Los familiares de las niñas prefirieron salir del pueblo este fin de semana. Necesitan tranquilidad y alejarse de las preguntas de los medios de comunicación. Su herida nunca se cerrará y vuelve a sangrar al ver que el asesino no sólo está vivo, sino que goza de libertad.