Terrorismo

Una testigo del asesinato del sacristán de Algeciras, entre sollozos: "Se fue a por el cura y lo remató en la plaza"

Testigos presenciales aseguran en el juicio que Yassine Kanjaa eligió a su víctima: "Vi una fijación por esa persona, un objetivo directo, una presa"

MADRID, 06/10/2025.- Yassine Kanjaa, el presunto yihadista que irrumpió con un machete al grito de Alá en dos iglesias de Algeciras (Cádiz) y asesinó al sacristán Diego Valencia e hirió de gravedad al sacerdote Antonio Rodríguez el 25 de enero de 2023, en el juicio que se celebra contra él en la Audiencia Nacional en Madrid este lunes. EFE/ Zipi / POOL
El juicio ha Yassine Kanjaa por el asesinato del sacristán de Algeciras ha comenzado hoy en la Audiencia NacionalZIPIAgencia EFE

En apenas una hora, pasó de dar de comer a las palomas y piropear a una mujer a asesinar a machetazos al sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma de Algeciras el 25 de enero de 2023. Yassine Kanjaa se sienta desde hoy en el banquillo de la Audiencia Nacional acusado de terrorismo y haciendo frente a una posible condena de más de 50 años de cárcel, e incluso de prisión permanente revisable. Ante el tribunal, varios testigos presenciales han relatado cómo se produjo el ataque mortal y la acometida a otro sacerdote, este de la cercana iglesia de San Isidro, que resultó herido.

El más impactante ha sido el de una catequista de la iglesia en la que Diego Valencia ejercía de sacristán, que entre sollozos y suspiros ha relatado a la Sala como se produjo la primera agresión en el patio contiguo a la sacristía, en el que Valencia intentó protegerse con una silla frente a su agresor, que blandía un machete y un cenicero con los que le golpeó en la cabeza antes de que consiguiera salir a la calle huyendo y perseguido por Kanjaa.

Josefa, la testigo, también salió corriendo con el agresor pisándole los talones. "Pensaba "me va a matar, me va a matar"", ha asegurado sobre una persecución que se le hizo eterna. "A mí la calle, que es corta, me parecía inmensa", ha afirmado.

Pero según ha explicado Kanjaa, de nacionalidad marroquí y que vestía una chilaba, tenía claro su objetivo: "Se fue a por el cura, porque que pensaba que era cura, que era al que quería matar, y lo remató en la plaza" (en la Plaza Alta, junto al templo) con el machete. "Cuando llegué a la plaza Diego ya era un charco de sangre boca abajo y con la cabeza reventada", ha explicado entre lágrimas. Para el municipio, ha dicho, fue una gran "conmoción", "un horror".

"Se fue tan tranquilo"

Otra de las testigos que han declarado por videoconferencia, Pilar, vecina de la plaza donde el sacristán fue asesinado, vio también la persecución y cómo el agresor propinaba a Valencia varios golpes, incluso con la víctima ya tendida en el suelo, mientras gritaba algo que no pudo entender. Tras terminar con su vida, ha recordado, "se fue tan tranquilo, como quien va paseando a un perro, con el objeto que llevaba en la mano derecha", el machete que no acertó a distinguir desde la distancia.

Elizabeth, que esa tarde presenció los hechos desde su puesto de trabajo, situado en la Plaza Alta, ha referido que empezó a "escuchar chillidos" y vio que del templo "salían muchas mujeres despavoridas". "Vi a un hombre corriendo y otro detrás a quien le dio tres palos", aunque no le vio golpearle estando en el suelo ni le escuchó decir nada.

Era la misma persona que había visto una hora antes en la misma plaza "echándole de comer a las palomas". Lo reconoció "por la túnica". Una compañera de trabajo había tenido un pequeño incidente con él. "Me he tenido que venir porque me estaba diciendo cosas", le aseguró según ha recordado.

Antes de rematarlo en la plaza, Kanjaa había agredido con el cuchillo a Diego Valencia dentro del templo, como han ratificado varios testigos. Así, una mujer que se encontraba en el patio contiguo a la sacristía ha explicado que una vez terminada la misa, y cuando estaba hablando con otras dos personas, "llegó Diego corriendo y dijo que había alguien que estaba liándola grande en la iglesia y que llamáramos a la Policía".

"Me quedé petrificada"

Perseguido por el agresor, intentó protegerse con una silla. Ella se quedó "petrificada". "Le lanzó lo que yo pensaba que era un bate". Salió a la calle, donde alertó a varios padres que esperaban a sus hijos salir de catequesis. "De pronto veo que este chico va por la mitad de la calle y me traspasa. Él sigue corriendo hasta un bar y le da otro golpe ahí. Volví hacia la iglesia y vi que había sangre", ha referido.

"Llevaba una chilaba oscura. No le escuché decir nada, ni respirar. El único ruido era cuando lo que yo creía que era un bate golpeaba la silla metálica", ha añadido.

Tras presenciar el ataque mortal, ha confesado que tuvo secuelas. "Me tiré enclaustrada cuatro o cinco días en casa. No podía salir y eso que soy un perro callejero", ha dicho. Porque, como ha reconocido, sintió "miedo" que ahora ha vuelto a "revivir de nuevo".

Por su parte, el sacerdote de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, Rubén Vargas, ha contado que tras celebrar la misa escuchó un "griterío" dentro de la iglesia y vio llegar al patio a Diego "desencajado" y gritando mientras era perseguido por un hombre, "totalmente en paz, muy tranquilo", que le asestó "el primer machetazo".

Sus últimas palabras: "¿Qué estás haciendo?"

Se dirigió entonces a la sacristía a avisar por teléfono a la Policía. "¿Qué es eso? ¿Qué es lo que estás haciendo?", es lo último que escuchó decir a Diego Valencia. "Creo que no fue consciente de lo que le iba a pasar".

Según el testigo, el agresor, que vestía chilaba y llevaba "un machete con dientes y una empuñadura azul eléctrico", debió identificar como sacerdote a Valencia al verlo en la misa ayudando en la celebración. "Se dirigió directamente a Diego, porque tenía la posibilidad de arrasar con todas las personas que había ahí". "Vi una fijación por esa persona, como un objetivo directo, una presa", dejó claro.

Se trató, ha dicho, de "un ataque directo", sin intimidación previa, una escena que le provocó "terror" tras el atentado, hasta el punto de que al llegar a casa cerraba la puerta con llave.

Media hora antes de ese ataque mortal, el acusado había agredido también con el cuchillo al párroco de la cercana iglesia de San Isidro, cuya declaración grabada se ha escuchado en la sala pese a las protestas de la defensa de Kanjaa. Según dijo, le golpeó "en el cuello, en la parte trasera" cuando se dirigía corriendo hacia la puerta después de irrumpir en plena celebración litúrgica.

Uno de los testigos de esa agresión, ha recordado que al llegar al templo escuchó comentar al sacerdote con otras dos personas que "había entrado un moro y había formado una pajarraca" (discutió sobre religión acaloradamente con una feligresa).

Ante el tribunal, la defensa del acusado, la Fiscalía y el resto de acusaciones -AVT, Dignidad y Justicia, Vox, el Arzobispado de Algecias y Adive- este testigo ha relatado que vio cómo el agresor "golpeó varias veces con el machete" al párroco, que "se cayó al suelo".

"Le dio el hachazo"

Nicolás, otro testigo presencial, ha corroborado este relato: "El padre se bajó del altar y fue cuando le dio el hachazo". "Cayó boca abajo y dio un paso hacia mí y salí de la iglesia y llamé al 091". Aunque se escondió detrás de un coche y llamó a la Policía, respiró aliviado al ver que no le seguía.

Tras esa agresión y el posterior ataque mortal al sacristán de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma, un agente de la Policía Local de Algeciras pudo observar cómo Kanjaa se alejaba de la zona hacia un mirador cercano, donde fue detenido finalmente. "Me encontré a una persona que se encontraba muy nerviosa, gritando "va con un cuchillo, va con un cuchillo", perseguido por un hombre "hablando en árabe". "Venía con una túnica y un cuchillo enorme, tipo corta cocos" que estaba "impregnado" en sangre, ha recordado el agente, que en ese momento no se encontraba de servicio.

"Iba tranquilo, y siguió andando". Al llegar al mirador, con el Puerto de Algeciras a sus pies y el Peñón de Gibraltar en lontananza, el agresor "se puso de rodillas, dejó el cuchillo en el suelo y se puso a rezar". El policía local avisó a sus compañeros mientras le vigilaba. Cuando llegaron, fue finalmente detenido, aunque e resistió.