¿Qué queda de Podemos?

Uno de cada cuatro "morados" ha abandonado el "bunker" de Podemos

La formación que fundó Pablo Iglesias se enfrenta a la irrelevancia si no logra escaño en Europa. Las últimas dimisiones evidencian la soledad del proyecto

Podemos descomposición
Podemos descomposiciónTania NietoLA RAZÓN

El partido que dio la vuelta al tablero político en España, responsable de acabar con el bipartidismo y que fue capaz de convertir sus peores resultados en poder para llegar a La Moncloa, hoy se enfrenta a la que puede ser una de sus últimas batallas en las que se lo juegan todo con una sola carta para no caer en la irrelevancia. Las elecciones europeas.

Es una prueba en la que los morados, si quieren resistir, solo pueden sacar buena nota. Se enfrentan a su propio espejo, a las elecciones con las que empezó todo en 2014 –lograron 5 eurodiputados y esto les lanzó al estrellato con 71 diputados en el Congreso de los Diputados en 2016– y con las que también puede acabar todo si no logran que Irene Montero entre como eurodiputada en el Parlamento.

A día de hoy, el partido se acoge a la «vía Irene Montero» para sobrevivir como fuerza política y entiende estas elecciones como una batalla directa contra Yolanda Díaz, para medir su influencia en medio del pulso por la hegemonía del poder de la izquierda alternativa.

La formación morada llega a esta batalla extenuada y con un balance más que agridulce, con el saco lleno de dimisiones, batallas por el poder y falta de autocrítica. La política dirigida a confrontar con Yolanda Díaz se ha saldado con hasta seis bajas directas por este motivo en los últimos meses y, si echamos la mirada atrás, la «bunkerización» de la dirección del partido que denuncian quienes hoy han abandonado la nave entre sonoras críticas, tiene ya unos números muy significativos. Desde que Ione Belarra asumió la secretaria general del partido en junio de 2021, uno de cada cuatro de sus dirigentes integrados en el Consejo Ciudadano Estatal ; como parte de la ejecutiva o como consejeros, ha dimitido de sus cargos orgánicos y ha roto relaciones con los morados. El partido que logró politizar a toda una generación en 2014 y que consiguió contagiar las ganas de cambiar la política, poco se podía imaginar que, solo diez años después de su nacimiento, hoy se tendría que enfrentar a una absoluta soledad.

De 98 consejeros que nombró Belarra y con los que después conformaría su Ejecutiva, hoy 27 se encuentran fuera del partido. Un goteo de bajas constantes, algunas silenciosas y otras que han profundizado la crisis morada en el peor momento. La salida el pasado viernes de la número tres, Lilith Verstrynge, volvió a situar en el foco la situación crítica. La secretaria de Organización abandonó abruptamente el partido sin dar explicaciones y dejó al partido en una situación de debilidad extrema en el Congreso; con un escaño menos. Acto seguido, sus principales líderes trataron de tapar su salida esgrimiendo motivos de salud. Esta misma semana rompieron el carnet morado, el exlíder en Cataluña, Jaume Asens, y el ex referente en Galicia, Antón Gómez Reino. Ambos estaban alejados ya del partido desde las tensas negociaciones entre Podemos y Sumar para confeccionar las listas electorales para el 23J.

No han sido las únicas dimisiones que han reflejado la mala salud de una joven formación. Tras las elecciones autonómicas del 28-M –donde el partido se dejó un millón de votos– renunciaron varias direcciones autonómicas como la de Islas Baleares y Comunidad Valenciana, y, dejaron la Ejecutiva perfiles tan representativos como la candidata a las elecciones en la Comunidad de Madrid, Alejandra Jacinto, o su homólogo en la ciudad, Roberto Sotomayor. Ellos si asumieron como propia la derrota en las urnas, mientras la dirección estatal lo obvió. El líder de Podemos Madrid, Jesús Santos, hizo lo propio. Todos entre severos avisos a los morados por su afrenta con Sumar. Nacho Álvarez, el economista de Podemos y número dos de Ione Belarra en el Ministerio de Derechos Sociales en la pasada legislatura, dejó el partido antes del nacimiento del nuevo Gobierno de coalición, ante la constatación de que los morados no confiaban en él tras ofrecerle Yolanda Díaz un ministerio. Éstos lo declinaron por su apuesta decidida a que fuese Irene Montero la representante de Podemos en el Consejo de Ministros.

Sin representación institucional

La perdida de poder de los morados ha ido reflejándose a la vez que han emprendido su camino sin retorno de confrontar con Yolanda Díaz. Ya no forman parte del Consejo de Ministros y han salido de cinco de los seis territorios donde gobernaban; Islas Baleares, Canarias, Comunidad Valenciana, La Rioja y Aragón. Del poder institucional solo conservan una consejera en el Gobierno de Navarra y ya tampoco cuentan con ningún «ayuntamiento del cambio» con los que irrumpieron en 2015, como en Madrid, Barcelona, Cádiz, Ferrol, Santiago de Compostela, Coruña, Valencia o Zaragoza. De contar con más de 170 diputados repartidos por todo el país, –en coalición con IU y otras fuerzas de izquierda–, hoy solo cuentan con 21 parlamentarios de color morado.

El partido ha llegado a su décimo aniversario en los huesos, con un núcleo duro del que quienes salen cuentan con disgusto el «incomprensible choque de trenes» que «perjudica» a la izquierda. La razón es, asegura un ex dirigente a este periódico, «el ansia de poder y el ánimo de venganza de Pablo Iglesias contra Yolanda Díaz». Otras personas que también han abandonado la formación, creen que el partido «está muerto» y que la confirmación llegará tras las elecciones europeas. «Solo sobreviven por su ambición de acabar con Yolanda», resumen.

Por el camino, el partido se ha dejado también a casi todos sus referentes intelectuales, seña imprescindible de cada formación política. Son los padrinos que garantizan la calidad de un partido. Entre sus filas ya no cuentan con pensadores como Santiago Alba Rico, Luis Alegre o Jorge Uxo, economistas como Nacho Álvarez, o politólogos y analistas como Carolina Bescansa y Juan Carlos Monedero. Esta última ruptura, la del cofundador de Podemos supone la extinción total de fundadores del partido que resistan dentro del partido y la perdida de la única voz que confrontaba con la formación morada.

Ahora, los morados se encomiendan a lograr hasta dos escaños en Europa como única manera de seguir dando la batalla a Díaz, al entender que demostrarán que pueden volver a ser una fuerza influyente.