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Ante el 28-M

Vox hará valer sus resultados para evitar pactos «gratuitos»

Se consolidan como tercera fuerza política y amplía territorios

En cada convocatoria electoral, Santiago Abascal acude a Covadonga para rendirse ante los pies de Don Pelayo en busca de la épica de la «rebelión» que practica ante lo «políticamente correcto» o la «ingeniería social». Elección tras elección avanza por las escarpaduras de la geografía española defendiendo que lo suyo es una política «sin complejos» dispuesto a abrir los «debates prohibidos».

Se ha implicado en la campaña, desde la primera línea, la de un líder que se sabía ganador en cualquier escenario posible con la vista puesta en entrar en los parlamentos en los que aún no contaba con representación y erigirse como uno de los «decisivos o llave» en la conformación de gobiernos y así salir al «rescate» para frenar la perpetuidad de las izquierdas.

Desde la «resistencia», como se hacen llamar en el partido, resistieron y no les pasó factura la moción de censura en la que presentaron al economista Ramón Tamames como candidato. Atrás quedó también la crisis del partido tras la marcha de Macarena Olona que desconcertó a sus filas y, sus últimos gestos contra el presidente de Colombia, Gustavo Petro, por su afrenta a España les llevó a mover, de nuevo, a su electorado.

El líder de Vox ha conseguido consolidar el partido como la tercera fuerza política y expandirse manteniendo premisas como: cumplir la palabra dada, no cambiar de opinión e incidir en un nicho de voto «huérfano» que le permite moverse en un suelo electoral en el que algunos han tocado techo.

Las urnas le hicieron doblar en votos hasta un 7,19% frente a los de 2019 donde se hizo con un 3,56%, lo que le permite moverse en el escenario de una suerte de «reconquista». Además, pasan de 47 a 119 diputados autonómicos a pesar de ser un partido que pone en cuestión el estado de las autonomías.

En Vox se ven fuertes y también sus líderes ante los escenarios que están por llegar. Abascal ya advirtió de que sus votos no están de «outlet» y tampoco son «gratis» y en esta ocasión pujarán por entrar en gobiernos emulando la fórmula de Castilla y León porque, sostienen en el partido, con los pactos externos su experiencia les ha dicho que «no se cumplen». Pero está por ver si el «desafío» se alarga ya que saben que cuentan con «vetos» a pesar de que aúnan un «enemigo común»: Pedro Sánchez, sus políticas, la izquierda en bloque, los «golpistas separatistas» y el terrorismo. Pero su persistencia como dique de contención de las izquierdas les puede llevar, en tiempo de descuento, a dar apoyos externos con pactos sobre el programa electoral.

En el partido que lidera Abascal subrayan que ha quedado demostrado que el partido «está capacitado» y que «dentro de muy poco estará liderando el frente contra el sanchismo» y deja las huellas del camino que puede tomar en siete meses en las elecciones generales.

Vox esperará, en la frontera de las palabras no dichas, la llamada de los populares después de que los de Feijóo hayan reiterado que prefieren que gobiernen las listas más votadas o pactos con los socialistas. Se dejarán querer e incluso no descartan poner en algún aprieto a los que, de partida, les muestren algún feo. Ya en la valoración de resultados avisó Abascal que Vox "ha venido para ser decisivo en la construcción de la alternativa que España necesita", pero no echó "campanas al vuelo" porque el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, tiene que elegir si desea una alternativa "tal y como nosotros queremos" o "si decide el continuismo con un pacto con Sánchez".

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