Don Pelayo, el héroe fundador
¿Qué se sabe de su figura? Es un personaje muy discutido por los expertos, ya que ha sido considerado visigodo, hispanorromano, astur..., o, directamente, una creación de carácter ficticio
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«Aquí yace el Rey Don Pelayo, electo el año 716, que en esta milagrosa cueva comenzó la restauración de España. Vencidos los moros, falleció el año 737 y le acompaña su mujer y su hermana», así reza otro epígrafe mítico, el de la tosca tumba de Don Pelayo en Covandoga. Una lápida supuestamente auténtica que alberga los huesos del héroe fundador: uno de los esquemas más repetidos de la mitología política –desde Teseo en Atenas a Napoleón en Les Invalides o Federico el Grande en Sanssouci–, la nación no estará tranquila hasta que los restos del héroe tutelar no reposen en el solar clave de las esencias patrias. «¡Oh, bella, admirada España, romántico país! ¿Dónde aquella bandera que enarboló Pelayo?». Así cantaba Lord Byron tras su «grand tour» (1809-1811) por Grecia, Turquía, Portugal y España, en «Las peregrinaciones del joven Harold». Y es que, en la mitología romántica del siglo del nacionalismo por excelencia, el heroico don Pelayo aparecía como antítesis del traidor don Julián y el perdedor don Rodrigo, a la par, así como la batalla de Covadonga (718), también de índole legendaria, se contraponía a la de Guadalete (711) como símbolo de restauración cristiana que venía a salvar los rescoldos de una antigua y romántica idea de España.
Símbolo de la continuidad
Pelayo se erigió entonces, en la poesía, historiografía e incluso en la ópera, como el símbolo de la continuidad entre la España visigótica y los reinos cristianos medievales, en concreto, Asturias, como epítome de las esencias hispanorromanas, heredera de sus glorias, inicio de la reconquista y marca del milagro mariano, entre otros de santos célebres como Santiago, que la acompañaría en lo sucesivo. No es este un esquema ajeno a otras naciones europeas, desde luego, la etnogénesis romántica de los países en los que se quiere seguir un hilo a veces tenue y sutil pero siempre presente de mitos nacionales que hablan de los altibajos de nuestra historia, entre héroes y traidores, es un patrón narrativo muy repetido en diversas latitudes. Ahí está en concreto la idea de Asturias como núcleo de España, heredera de la monarquía goda, para iniciar la llamada Reconquista.
Pero, ¿qué se sabe de Pelayo o Pelagio, legendario primer monarca del reino de Asturias? Es una figura muy discutida, hay investigadores que lo consideran visigodo, astur o hispanorromano, y otros que, directamente, han abogado por el carácter ficticio del personaje, que dirían creado en el siglo XI por razones políticas, en la era de Alfonso III. En las crónicas posteriores (albeldense, rotense o sebastianense) se cuenta cómo Pelayo, expulsado por Witiza o luego por los musulmanes, se refugia en Asturias con su hermana. Mito e historia se funden, como siempre, en nuestras páginas. ¿Se produjo tal cual la batalla de Covadonga, en la que se aparece la Virgen para ayudar a los cristianos? El episodio de Covadonga tiene mucho que ver con el espíritu de esta época marcada por la resistencia al pujante islam. María es la mejor defensora, como en los asedios de Constantinopla, en los que se aparece y se canta el famoso Himno Acátisto bizantino, que celebra a la «Theotokos» como la mejor generala de los ejércitos cristianos. Seguramente, Covadonga fue un incidente militar luego magnificado: en la épica de todos los tiempos sucede, como el episodio de Roncesvalles, que luego fue acrecido por la leyenda de Roldán. El debate está servido: vean las páginas de Kamen, Corral o Martino.
Pero volvamos a las recreaciones románticas: nos interesa siempre más la ficción mitopoética en esta sección. Llama la atención que el mito de Pelayo resucite en el siglo XIX, y no solo en inglés, sino también en alemán o italiano, países en curso de reunificación nacional. En la ópera italiana anterior a Garibaldi, Pelayo es un símbolo favorito: ejemplos conocidos son el «Pelagio» de Mercadante (1857) o «La solitaria delle Asturie», de Coccia (1838). En esta, Florinda La Cava, tras el desastre de Guadalete, huye a Asturias y conoce a Pelayo: hay amor hacia él, pero también está Elvira, una de las hijas de Don Rodrigo. La triste Florinda cura a Pelayo y alimenta sus amores con Elvira para que la monarquía goda perdure. Amores y cambios de ciclo nuevamente unidos en la mitología nacional de la fundación.