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Familia

Salvar a las mujeres para salvar al mundo

(I-D) La secretaria de Estado para la Agenda 2030, Ione Belarra, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y la ministra de Igualdad, Irene Montero, durante el encuentro confederal de Unidas Podemos celebrado en la Fundación Diario Madrid, a 22 de febrero de 2020.POLÍTICA;MINISTROS;ASAMBLEARicardo Rubio / Europa Press22/02/2020 Ricardo RubioEuropa Press

Me llega por mail el panfletillo que el Ayuntamiento de Puebla del Río, a través de su delegación de igualdad, ha hecho público con indicaciones para un carnaval libre de sexismo. Casi al mismo tiempo recibo también otro con recomendaciones sobre cómo comportarse el día 8 de marzo si eres hombre. Y un par de guías de lenguaje inclusivo. Y una foto de un municipio que, reza un cartel oficial, no tolera agresiones machistas. Cierro el ordenador, me meto en la ducha y dejo correr el agua caliente sobre mí, sollozando, como esas mujeres de las películas de Antena 3 los sábados después de comer, que se sienten sucias y desoladas, que no atisban un futuro esperanzador.

Me pregunto si de verdad quienes redactan estas cosas son conscientes de lo que escriben. ¿De verdad ellos mismos se creen todo eso que han redactado? A mí hace tiempo que incluso dejó de hacerme gracia. Antes me hubiese reído ante semejante bufonada inconsciente, habría reenviado el mail y hubiese escrito una columna sacando punta a la ocurrencia, ridiculizándola. Pero hoy no tengo ganas, ya no es divertido. Me resulta indistinguible la sátira de la realidad. Recuerdo cuando podías echarte unas risas siguiendo cuentas fake en twitter que llevaban al extremo, de manera ingeniosísima, la soflama ideológica de este feminismo de batucada, millennial e instagramero. Ahora ya no. La comedia involuntaria ha devorado a la mojiganga intencionada. El esperpento dos punto cero ya está aquí. Valle-Inclán llora allá donde se encuentre, y no solo por eso, pobre.

Me pregunto, y lo hago completamente en serio, si todo esto no es más que una tramoya sobredimensionada, una farsa sostenida en el tiempo de manera interesada. No me puedo creer que personas adultas crean estas patrañas. ¿Nos estarán tomando el pelo? ¿Al llegar a sus casas se relajarán y se comportarán con naturalidad o seguirán manteniendo la impostura? No me imagino a Pablo Iglesias y Laquenodebesernombrada hablando entre ellos en la intimidad en perfecto y normalizado lenguaje inclusivo, respetando todas y cada una de las reglas de una de esas guías que me remiten. ¿Esta noche nosotras salimos a cenar? ¿Los niños y las niñas ya están dormidos y dormidas todos y todas? ¿Hablarán así todos y todas los trabajadores y trabajadoras del Ministerio de Igualdad en sus hogares, temerosos de la ira de la lideresa intuyendo que en privado faltan al obligado -e incorrecto- desdoblamiento gramatical? Porque es agotador, no me lo negaréis.

Solo se me ocurren, aplicando la lógica (eso tan subversivo hoy en día que podríamos llamar “sentido común” o “sensatez”) dos teorías válidas para lo que está ocurriendo. Y aquí las expongo, para muestra y debate, desde el abatimiento más absoluto:

. Teoría uno o primera teoría:

Sería aquella que defiende que todo esto no es más que un gran baile de máscaras, una representación instrumentalizada. Ninguno de sus actores creería en estas ideas realmente, pero representa su papel con convicción y seriedad, convencido de la importancia de resultar verosímil. Llegados a este punto es importante diferenciar entre veracidad y verosimilitud, no me naufraguen en los términos, que el matiz es importante. O, como planteaba Veyne en referencia a la creencia en los mitos clásicos en la Antigüedad, “creían en ellos sin creérselos, pero al mismo tiempo creyéndolos”. Es decir, creen pero no creen, en realidad. Una suerte de fe mística conviviendo con un convencimiento racional, duelo a muerte entre hemisferios cerebrales. Algo parecido a lo que sentiría un católico practicante con un CI de tres dígitos ante la narración de los milagros de Cristo en los Evangelios.

. Teoría dos o segunda teoría:

Sería aquella por la cual se ha producido, de manera inexplicable, un folie à plusieurs, un trastorno psiquiátrico por el cual un delirio es compartido por varias personas de manera simultánea. Diagnóstico de la Dr. Argudo, tampoco os flipeis. A falta de que una autoridad en la materia me corrija (archivemos este párrafo bajo el epígrafe “síndromes psiquiátricos explicados rápido y mal”) este delirio compartido podría ser de dos tipos, ojito: folie imposée o folie simultanée. En el primero habría un sujeto dominante que habría impuesto su locurón al resto y en el segundo se trataría de un desvarío retroalimentado, en el que todos comparten y alimentan el trastornazo. Alcanzado este punto no sé por cuál de los dos decidirme. ¿Hay un caso cero que ha sometido a sujetos potencialmente desquiciados, elevando su particular alucinación a categoría de dislate social? ¿O, por el contrario, son varios los individuos que se han visto afectados por una perturbación en la fuerza y la transferencia de síntomas psicóticos ha sido compartida? La Dr. Argudo no tiene una respuesta. Ya lo siento.

Podría plantear una tercera teoría, una que no me atrevo casi a formular. Sería la muy irreverente tesis de la mala fe. Sería aquella que plantearía la posibilidad muy remota, remotísima, de que haya individuos interesados en sobredimensionar un problema ciertamente existente, pero de discutible relevancia en comparación con otros, para obtener un rédito, aún a costa del sufrimiento de unos y la ingenuidad de otros. Sería una teoría bastante preocupante que abriría la puerta a que exista un prójimo lo suficientemente desalmado para ser capaz de instrumentalizar el dolor con el fin último de medrar. Uno tan ególatra como para creer que está preparado para salvarnos a todos de nosotros mismos, aún sin tenernos en cuenta, encantado de haberse conocido y convencido de que su función es indispensable para que todo, por fin, se haga en condiciones. Uno (una) con una misión que llevar a cabo: Save de woman, save de world.

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