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Conciliación

Carmen (Calvo), ¡llámame!

Opinión

Carmen Calvo/ GTRES ONLINE
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Anuncia Carmen Calvo la intención del gobierno de tramitar una ley que obligue a las empresas a cumplir unas cuotas de paridad en puestos de responsabilidad. Y yo, me indigno. Me indigna que se imponga la paridad en puestos de poder, como si se tratara de rampas de acceso para minusválidos. Me parece un insulto a la inteligencia de la mujer.

Anuncia Carmen Calvo la intención del gobierno de tramitar por vía de urgencia una ley que obligue a las empresas a cumplir unas cuotas de paridad en puestos de responsabilidad. Y yo, me indigno. Me indigna que se imponga la paridad en puestos de poder, como si se tratara de rampas de acceso para minusválidos. Me parece un insulto a la inteligencia de la mujer. Como si nuestras capacidades y aptitudes, sin ese acceso preferente, no sirvieran de nada. Como si el simple hecho de nacer mujer nos convirtiera en seres inferiores necesitados de tutela, de una mano paternalista y condescendiente que nos facilite, en base a porcentajes buenistas, lo que nuestro sexo nos impide lograr por méritos propios. Como si, sin la escalerita que nos acercan, no fuéramos capaces de alcanzar el tarro de las golosinas.

No creo que una paridad, tan escrupulosa como forzada, nos ayude en nada a las mujeres. ¿Vamos a ser respetadas en un puesto que, en lugar de ganarnos exclusivamente por nuestra formación o experiencia, nos ha sido entregado mediante obligatoriedad? Supongo que a un gobierno le basta con que las estadísticas cuadren y puedan ser presentadas como un logro de su legislatura (cómo nos gustan los aplausitos), pero...

¿Qué ocurrirá después? ¿Será real ese poder? Porque no se acaba la historia con colocar a una señora en determinado sillón para evitar una sanción. Esa señora tendrá que desempeñar su función, tendrá que tomar decisiones, tendrá que ejercer ese poder con responsabilidad, demostrar su valía. Exactamente igual que un hombre pero con la desventaja de que siempre se pondrá en duda si está ahí solo por cumplir con una cuota genital o por sus méritos, lo que la obligará a equivocarse la cuarta parte y acertar el triple que ese hombre ocupando su mismo puesto. Qué bien.

Me ofende que un problema tan complejo se contemple desde una sola perspectiva en lugar de intentar entenderlo en toda su amplitud. La ecuación parece ser “si el problema es que hay pocas mujeres en puestos directivos, pongamos más mujeres y solucionado”. Me recuerda a aquellas declaraciones de Bush en las que proponía talar los árboles para acabar con los incendios. Es el mismo proceso mental: “si el problema es que los árboles se queman, quitemos los árboles”. Buena idea. Pero no. El problema no es que el árbol se queme, esa es solo la consecuencia. El problema es otro y para solucionarlo deberíamos tenerlo en cuenta.

¿Por qué acceden menos las mujeres a los puestos directivos? Pues, entre otras razones, porque no todas están dispuestas a sacrificar su vida personal y familiar como se les exigiría al ocupar esos puestos para poder desempeñarlos con efectividad. Muchas veces, el supuesto techo de cristal nos lo ponemos nosotras mismas. Y volvemos a las medidas que se nos proponen para facilitar esa conciliación a la que aspiramos: igualar los permisos de paternidad y maternidad, así como la universalización de la educación de 0 a 3 años. ¿En serio? ¿Todo lo que se nos ocurre para conciliar es que podamos aparcar en algún sitio a nuestros hijos desde el mismo momento en que nacen? ¿Esa es la idea de “conciliar”? Muchas mujeres ven incompatible un ascenso profesional con una satisfactoria vida familiar, viéndose obligadas a renunciar a una o a otra. ¿Y todo lo que se nos ocurre para ayudarlas es facilitarles el renunciar a la familiar? No me ven, pero estoy en pie aplaudiendo. No, es broma: me estoy tapando la cara con las manos muy fuerte a ver si cuando deje de hacerlo ha sido todo un mal sueño, una broma de mal gusto.

Me molesta también que solo nos preocupe la paridad en puestos directivos y de poder. ¿Qué hay de los porcentajes de paro? ¿No sería más urgente ocuparnos de ese 15,41% de mujeres desempleadas frente al 8,58% de hombres en el segundo trimestre de 2018? Me desvela mucho más que cualquier mujer pueda ser independiente económicamente, que pueda desarrollarse profesionalmente y tenga acceso a una vida digna, que el número de Anas Patricias Botín en España. Llámenme rara.

Me preocupa seriamente que la ministra Calvo, a fuerza de actuar cosméticamente para que las estadísticas la ayuden a pasar a la historia y ser recordada como Aquella Que Trajo La Igualdad, se crea de verdad el cuento del lobo y al grito de “¡abajo el patriarcado!” le coja el gustito a lo de las cuotas de paridad obligatorias y no sepa dónde parar.

Fantaseo con un futuro totalmente distópico en el que algunas mujeres nos veremos obligadas a ejercer de estibadores portuarios o de oficiales de primera en la construcción para alcanzar una igualdad real en todos los sectores profesionales. Dejaré de disfrutar de las manos amorosas de mi peluquera de confianza, pues tendrán que despedir a la mitad de la plantilla (todas son mujeres ahora) y entrarán a lavar cabezas y aplicar tintes señores cuya destreza con el cabello de los demás desconozco. Adiós, flequillo perfecto. Te quise.

Me imagino los bares y cafeterías con señales luminosas en la puerta indicando el número de hombres y mujeres que se encuentran en su interior. Fuera, esperaremos ordenada y pacientemente a que salga alguien de nuestro mismo sexo para poder acceder sin desequilibrar el fifty-fifty ideal, para que nuestra vida entera pueda pasar un test de Bechdel continuo y la ministra pueda dormir a pierna suelta, satisfecha del trabajo bien hecho.

Carmen, maja, llámame. En serio. Paremos esto ahora que aún estamos a tiempo. Yo te pongo en contacto con unas amigas mías, un comando de madres trabajadoras más listas que los ratones coloraos y que, en lo que las Towandarebels de turno te hacen un vídeo superficial y simplón o te organizan un taller con el que embolsarse subvención, ellas te presentan una batería de ideas para intentar solucionar con propuestas efectivas un problema real. Porque lo que vosotros estáis haciendo, querida, con estas medidas de alicatado sin obra para callar gritos violetas es querer curar un cáncer de pulmón con pastillas para la tos.

Rebeca Argudo es periodista y madre de dos niños pequeños y, por supuesto, se las ve y se las desea para conciliar...como casi todas.