Salud

Ejercicio en la adolescencia: un hábito que puede disminuir el riesgo de depresión

Una investigación revela que la actividad física entre los 14 y 18 años actúa como un factor protector clave para la salud mental

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La actividad física durante la adolescencia podría ser una de las herramientas más efectivas y accesibles para reducir el riesgo de depresión. Así lo demuestra un estudio publicado en abril de 2025 en el Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, que siguió durante 12 años a 873 niños y adolescentes.
Los investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU) analizaron cómo la evolución individual del ejercicio influía en la salud emocional, eliminando factores personales que pudieran distorsionar los resultados.

A través de acelerómetros para medir el movimiento real y entrevistas clínicas para evaluar síntomas depresivos, el equipo identificó patrones precisos sobre cómo y cuándo la actividad física marca la diferencia en la salud mental juvenil.

La actividad física entre los 14 y 18 años reduce el riesgo de depresión

Los resultados fueron claros: a partir de los 14 años, aumentar los niveles de ejercicio se asocia con menos síntomas depresivos dos años después.
Este efecto protector se mantuvo tanto entre los 14 y 16 años como entre los 16 y 18.

La intensidad también importa. La actividad física moderada a vigorosa (MVPA) —como correr, nadar o montar en bicicleta— mostró el mayor impacto positivo. Los adolescentes que practicaban más ejercicio intenso presentaron menos indicios de depresión en evaluaciones posteriores.

El mismo patrón no apareció ni en la infancia ni en la adolescencia temprana, lo que señala que la adolescencia media y tardía es una etapa crítica para la prevención de problemas emocionales mediante el ejercicio.

La depresión también influye en el nivel de actividad física

La relación entre ejercicio y salud mental es bidireccional. El estudio observó que la presencia de síntomas depresivos conduce a una disminución de la actividad física, especialmente entre los 10 y 12 años y entre los 14 y 16.

Esto podría desencadenar un círculo negativo:

  • menos movimiento → peor estado de ánimo

  • peor estado de ánimo → menos ganas de moverse

Intervenir en esta dinámica a tiempo puede ayudar a cortar el ciclo y prevenir un empeoramiento emocional.

El tiempo sedentario no parece afectar el estado de ánimo

Contrario a lo que suele creerse, el estudio no encontró evidencia de que pasar más tiempo sentado se relacionara con síntomas depresivos en ninguna etapa del crecimiento.

Esto implica que no basta con reducir el sedentarismo: lo que verdaderamente importa es la calidad e intensidad de la actividad física.

No se encontraron diferencias entre niños y niñas

Aunque los trastornos emocionales y los hábitos deportivos suelen variar según el sexo, los investigadores no hallaron diferencias significativas en cómo el ejercicio influye en la depresión entre niños y niñas.

Esto indica que la actividad física funciona como un factor protector universal, independientemente del género.

La autoestima, la imagen corporal y el deporte organizado no explican el efecto

Para comprender por qué el ejercicio mejora la salud mental, el equipo analizó si influían factores como la autoestima atlética, la percepción corporal o la participación en deportes organizados.

Ninguno de estos elementos explicó la relación.
El efecto positivo del ejercicio parecía directo, posiblemente asociado a cambios neurobiológicos como:

  • regulación del estrés

  • liberación de endorfinas

  • mejora del sueño

Un recurso de prevención accesible y eficaz

Los autores remarcan que, aunque los efectos individuales son moderados, su acumulación puede tener un impacto relevante en la salud pública. En un contexto donde la depresión juvenil aumenta, promover la actividad física —sin necesidad de estructuras deportivas complejas— puede convertirse en una estrategia preventiva simple, barata y efectiva. El ejercicio no reemplaza la terapia ni otras intervenciones clínicas, pero sí puede ser un pilar importante dentro de las rutinas escolares, familiares y comunitarias.

El estudio confirma que el ejercicio regular y de cierta intensidad protege contra la depresión en la adolescencia media y tardía, y que la relación funciona en ambos sentidos. No se trata solo de evitar el sedentarismo, sino de incorporar movimiento intencionado y frecuente. Junto con una buena alimentación, un sueño adecuado y relaciones sociales saludables, la actividad física debe considerarse un elemento fundamental para el bienestar emocional de los jóvenes.

Fomentar la actividad física no es un extra: es una necesidad real para el bienestar presente y futuro de los adolescentes.