Turismo
Un Caribe gallego que ofrece uno de los mejores secretos gastronómicos
El agua luce siempre cristalina, con tonos verdes y azulones, protegida a un lado por el puerto y al otro por una isla que oculta el bosque de laureles más grande de Europa
Es un inmenso arenal que se extiende a lo largo de tres kilómetros, protegido por la dársena del puerto, a un lado, y por la Isla de Cortegada, al otro, allá a lo lejos; ese pedacito de tierra al que, con marea baja, se puede llegar casi caminando.
El agua luce en esta playa siempre cristalina, con tonos verdes y azulones que retrotraen al visitante hasta el Caribe, hasta uno de esos lugares apartados del mundo y del ruido en el que poder disfrutar de las mejores vacaciones.
Algo que, sin duda, se puede hacer también en el arenal de Compostela, en pleno Carril, parroquia cargada de historia que se presenta desde siempre como una prolongación de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), y que esconde parte del relato del lugar.
A esta playa, de Compostela, llegaban, llegan, los vecinos de Santiago para disfrutar del mar y de las brisas que no suele ofrecer la capital. De ahí su nombre, de ahí su historia, vinculada, también, a la próxima estación de ferrocarril.
No en vano, la locomotora ya unía la parroquia con Compostela hace más de 150 años. Al menos desde que el 15 de septiembre de 1873 se inaugurase el primer tramo ferroviario de Galicia que unió las localidades de Carril y Conxo, hoy anexionado al propio ayuntamiento de Santiago.
Carril tenía entonces un peso mucho mayor que el de Vilagarcía. Situación que se fue invirtiendo a lo largo del siglo XX, principalmente con la ampliación del ferrocarril que provocó el traslado de la estación de referencia hasta la villa, quedándose Carril como apeadero.
La antigua estación terminará por albergar el Museo del Ferrocarril, una de las visitas inexcusables. El recinto ofrece un trayecto hacia el pasado acompañado de maquetas, paneles, proyecciones y juegos interactivos. Un espacio en el que tampoco faltan las reproducciones de trenes a distintas escalas.
La famosa almeja
Pero más allá del tren, en Carril se respira cultura marinera; la que procede de una población que vive, en su mayoría, del mar. Basta un dato para comprobar su relación: sólo los parques de cultivo de su famosa almeja dan trabajo a un total de 650 familias.
Este bivalvo ha llegado a convertirse en el principal motor económico de Carril y uno de los más importantes de Vilagarcía de Arousa, y da origen a una de las fiestas gastronómicas por excelencia de Galicia: la de la Almeja de Carril. Una gran celebración que rinde homenaje al sabroso bivalvo, que se cultiva en la Ría de Arousa, en la desembocadura del río Ulla, lo que le confiere unas cualidades muy concretas.
La Isla de Cortegada
A pesar de sus múltiples virtudes, Carril no sufre una gran explotación turística y conserva buena parte del encanto de un pueblo de pescadores sin aglomeraciones. Un lugar donde más allá de la Playa de Compostela, el visitante puede perderse entre las callejuelas de su núcleo urbano o acabar, casi sin buscarlo, en la Isla de Cortegada, donde crece un bosque que huele a laurel y a marisco.
Algo tal vez lógico: los bancos marisqueros de la Ría de Arousa aportan las almejas, los berberechos, las navajas…, y Cortegada pone el laurel para aromatizar estos productos.
La isla esconde árboles centenarios con prados y tierras que fueron cultivadas en otro tiempo. Una ermita que se desmorona, un pueblo fantasma sin habitantes y un cruceiro que lo contempla todo confieren al espacio un misterio acrecentado por la sombra infinita del bosque de laureles más grandes de Europa.
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