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Los sábados de Lomana: “Parar, esa era la cuestión”

Carmen Lomana Instagram

Es importante mantener la humildad en todas las etapas de la vida y darnos cuenta de que, por muy poderosos que nos podamos sentir en un momento dado, no controlamos la naturaleza. Y la misma naturaleza o Dios nos ha dado la oportunidad de parar, porque la humanidad llevaba una deriva de arrogancia, pérdida de valores, ética y moral que algo tenía que ocurrir. Parece que todo lo dabamos por hecho, que nada ni nadie podía parar este gran avance tecnológico. La arrogancia y soberbia llegó a culpar a las pobres vacas del calentamiento global y cambio climático entre otras muchas barbaridades que tuvimos que escuchar durante la Cumbre del Clima en Madrid, abanderada por una pobre niña de 12 años que la traían y llevaban como un zascandil diciendo tonterías con rabia y odio apocalípticos.

Estamos dándonos cuenta de que todo es mucho más sencillo y natural. Era cuestión de parar en esa huida hacia delante de la humanidad. La contaminación en Madrid en una semana ha desaparecido a pesar de que todavía funcionan las calefacciones. También la contaminación acústica, el silencio resulta sobrecogedor. En Venecia han aparecido los peces y delfines y las aguas siempre sucias ahora son cristalinas... ¿Qué especie de depredadores somos los humanos? Me parece que esta tragedia del Covid-19 nos está haciendo reflexionar y valorar lo que siempre nos ha parecido normal. No teníamos tiempo ni ganas de saber cómo se llamaban nuestros vecinos y ahora les vemos cuando en el único momento del día salimos a las ventanas para socializar mientras se aplaude.

Parar, ¿ésa era la cuestión y nadie se había dado cuenta? Esos monstruosos cruceros surcaban los mares y los miles de aviones en los cielos. Todo lo que nos hace tan felices y supone progreso es lo que nos está matando. Pero es duro, muy duro este confinamiento. Los primeros días estaba como un león enjaulado, pero ya me estoy acostumbrando a una rutina que me he impuesto y que es imprescindible. Levantarme pronto, ducharme, me arreglo y me visto como si fuese a salir a la calle. Procuro tener mis horas de lectura, trabajo, llamadas, y también hago lo que no solía hacer nunca: ejercicio. También medito y rezo. Rezar es el momento del día en el que encuentro más calma. Rezar es hablar con Dios, es una conversación a corazón abierto. Es lo único que puedes hacer cuando ya no puedes hacer más. Es aceptar nuestras limitaciones.

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