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Los sábados de Lomana: Días de “Dolor y Gloria”
Estas semanas con lunes «off» no me gustan nada, será una deformación profesional, pero se me va acumulando trabajo y llego al viernes que ya ni me reconozco, cansada e incluso inquieta y nerviosa. Creo que este Covid y el 2020 me va a dejar un poco mal de la cabeza, no sé si estoy confinada, en grupo burbuja, Estado de Alerta o cierre perimetral, ¿dónde estoy yo? Pues no lo sé, este Gobierno nos va a dejar «majaretas perdidos» y asustados, quiere un país con personas sin capacidad de reacción, una ministra de Educación que decide dar aprobado general aunque seas un «zote» que no has abierto ni una página de un libro, crear generaciones de ignorantes, analfabetos funcionales. Así será más fácil manipularlos, tener un pueblo sin criterio ni cultura parece ser su mejor plan. Hablando de planes, la barbaridad de querer liquidar el castellano como lengua vehicular, nuestra maravillosa lengua con la que nos comunicamos desde la caída del Imperio Romano, la segunda más hablada en el mundo después del chino. Es la mayor barbaridad que podríamos imaginar. Jamás en la historia universal se ha conocido un gobierno que agreda y liquide su mayor patrimonio cultural, que es el idioma, la lengua en la que se escribió «El Quijote». Han tenido que llegar estos advenedizos y su ansia de perpetuarse en el poder, pactando hasta con el diablo si fuese preciso, para verlo.
Como la vida y los días pasan, como dijo Almodóvar en «Dolor y Gloria», también esta semana he tenido mi momento de felicidad y alegría al presentar mi tercer libro, «Cuestión de actitud». Cuando me llamó la periodista Amparo de La Gama para que lo presentase en Marbella me pareció una estupenda idea, ya que en Madrid estaba muy complicado por la pandemia. La idea de hacerlo en un lugar tan bonito como es Trocadero Arena, enfrente del mar, respirando aire puro y sanador, me pareció perfecto. Se montó una preciosa «jaima» cubriendo la arena con alfombras marroquíes, colocando asientos que se pudiese guardar cierta distancia. Alrededor se encendieron antorchas y fogatas para calentar el ambiente y darle un punto todavía más exótico. Me hacía sentir como si estuviese en una playa de Zanzíbar. El atardecer era mágico, tanto que imaginé que era un regalo de la vida para compensar el mal momento en que salió este libro, primeros de marzo, digo mal momento porque coincidió con las fechas que nos confinaron; pero sin embargo, y quizá, por eso se vendió mucho. Me está dando grandes alegrías porque todavía nadie me ha hecho un mal comentario de él, incluso me han abierto los ojos a reflexiones del libro ya olvidadas por mí, haciéndome pantallazos con ellas y diciéndome: «parece que intuyeses lo que nos está pasando con el Covid». Uno de esos pantallazos dice lo siguiente: «Es importante mantener la humildad en todas las etapas de la vida y darnos cuenta de que, por muy poderosos que nos podamos sentir en un momento dado, no controlamos la naturaleza».
Efectivamente, es la situación en la que nos encontramos ahora, descolocados, perdidos. Cuando nos creemos infalibles, la vida nos puede jugar una mala pasada.
Lo más importante, en mi opinión, es no engañarnos a nosotros mismos, no crearnos una vida de mentira, que no sea verdad y seguir montándonos en el tren de esa vida inventada hasta que un día la realidad nos baja del carro y nos da una bofetada.
Este libro es un ligero paseo por mi vida, en el que cuento momentos muy duros en los que la actitud es muy importante, la actitud de no querer que la vida te liquide, la actitud de plantar cara a los problemas porque ser feliz es una cuestión de voluntad.
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