Moda
Pierre Cardin: El modista que inventó la modernidad
Fallece en la capital francesa, a la edad de 98, el modista Pierre Cardin, uno de los mayores innovadores en la moda e inventor del «prêt-à-porter»
Apasionado del arte, pero también del negocio. Así era Pierre Cardin, uno de los últimos genios de la moda, que fallecía ayer a las afueras de París. El genial diseñador, padre de la moda cósmica y del «prêt-à-porter», moría a la edad de 98 años tras una de las carreras más dilatadas y exitosas de la industria textil.
A muchos su nombre les sonará a paraguas y a carteras, pero su legado va más allá de haber conquistado el mercado de las licencias (sí, incluso en eso fue un maestro). Lo cierto es que Cardin no se llamaba así, sino Pietro Constante Cardini.
Nacido en Italia, a los dos años ya paseaba por París, ciudad en la que se encumbró como uno de los mayores renovadores de la moda. Se formó como sastre en Saint Étienne y accedió a la costura de la mano de Jeanne Paquin, firma gracias a la cual participó en el desarrollo del vestuario de la emblemática cinta «La Bella y la Bestia», que realizó Jean Cocteau en 1946. De ahí pasó al taller de otra maestra de la «couture», Elsa Schiaparelli, donde terminó de formarse antes de incorporarse al equipo que estaba formando a un Christian Dior que daba sus primeros pasos con su nueva casa. Allí, aunque muchos lo desconozcan, tuvo un papel protagonista en una fecha que cambió la moda. El 12 de febrero de 1947 se presentaba la primera colección de la casa de la «maison» Dior. Fue tras ese desfile cuando apareció el término «New Look», con el que se daba carpetazo a las restricciones impuestas por la II Guerra Mundial a través de vestidos de cinturas estrechas, hombros redondeados y voluminosas faldas. El joven Cardin fue el sastre que cortó el modelo Bar, el icono de aquella colección y posiblemente el diseño más importante de la historia del siglo XX.
Tampoco estuvo mucho tiempo con Dior. A principios de los 50 decidió probar suerte en Balenciaga, pero el maestro vasco le rechazó. Eso le llevó a decidirse por montar su propia casa, que acabó resultando un éxito.
Modelos como el Bubble Dress de 1954, su abrigo plisado, o su decidida apuesta por el «prêt-à-porter» (él reconocía que a Yves Saint Laurent se le atribuyó el mérito de su invención, pero que él fue primero) la granjearon críticas, pero también lo convirtieron en un verdadero revolucionario: «La llegada del ’'prêt-à-porter’' fue un tránsito extremadamente difícil, porque yo había empezado en el top, es decir, con la gente más esnob y más rica; así que fue para mí una decisión bastante peligrosa. Pero pensé que, políticamente, y aunque yo no fuera socialista sino capitalista, el mundo iba a cambiar de todas formas. Pensé que mi elección debía ser la de servir a la humanidad y no la de servir únicamente a los ricos», aseguraba en una entrevista en «Vogue» en el año 2003. Sí, él también ayudó a democratizar la moda.
Después llegó su total consagración en 1964, con la moda espacial. Junto con André Courrèges, Emanuel Ungaro y Paco Rabanne, dictó las nuevas normas del juego de la moda. Se atrevió también con los diseños unisex y, como reconocía en «Vogue»: «Revolucioné el vestir masculino al proponer trajes sin solapas, de cuello redondo, e inventé formas de cortar y pegar en el armario femenino». Y no solo eso, la minifalda es hija de Mary Quant y Courrèges, pero también le debe mucho al genio italofrancés.
La última generación
Con el paso del tiempo la firma Cardin acabó siendo devorada por su propio nombre y de ser un grande de la costura, se le acabó conociendo más por las miles de licencias que le aportaba millones de euros todos los años. Pero esta decisión no puede ensombrecer algo que está claro: con el fallecimiento de Cardin, se pone prácticamente fin a la última gran generación de maestros que fueron protagonistas del cambio que la moda vivió en el siglo XX.
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