Entrevista

La redención de Alfredo Evangelista, el español que se enfrentó a Mohamed Ali

Adicciones, cárcel... Su vida ha sido una montaña rusa. Boxeador de leyenda, reconoce que malgastó todo lo que ganó

Evangelista en mayo de 1977 contra Mohamed Ali.
Evangelista en mayo de 1977 contra Mohamed Ali.LR.

Su vida es un laberinto de pasiones, un carrusel de altibajos. Alfredo Evangelista (66), boxeador de leyenda, uruguayo de nacimiento, español de adopción, fue siete veces campeón de Europa del peso pesado y el único de los nuestros en enfrentarse al icónico Mohamed Ali al aguantarle los quince asaltos, un hito en la historia y en su vida.

Cuarenta y cuatro años después de aquel mítico combate, Alfredo sigue subiendo cada día al ring para entrenar a chavales que sueñan con emular sus éxitos.

Pero las victorias en los cuadriláteros dieron paso a la retirada, a las malas compañías, las drogas y la cárcel. Un pasado ya olvidado y un presente feliz en el que priman los buenos recuerdos.

«Si no hubiera gastado tanto, ahora sería un hombre rico. Se me fue el dinero y no supe cómo guardarlo para el futuro. Vivo al día, sin lujos, pero feliz al lado de mi esposa Esperanza y mis tres hijos», cuenta a LA RAZÓN.

–¿De pequeño, quería ser boxeador?

Desde que me pegaba con otros chicos de mi barrio en Montevideo. Admiraba profundamente a figuras como Mohamed Alí, pero ayudaba a la economía familiar repartiendo leche y trabajando en la construcción. Mi padre me introdujo a escondidas en el mundo del boxeo. Era jovencito, pero con una corpulencia que me hacía aparentar más años.

–Viene a España y se enfrentará con Urtain, un mito para todos los amantes del boxeo.

–Tenía una pegada tremenda, con un derechazo me dejó el brazo dormido. Era todo músculo, impresionante… Pegaba como un animal, pero le gané por KO técnico en el quinto asalto. Y eso que me avisaron de que me podía matar… Le di una paliza terrible, le tiré a la lona tres veces… Aguantaba como un toro… hasta que no pudo más. Aquella victoria me abrió muchas puertas.

–Urtain acabó suicidándose...

–Me enteré de que se había lanzado desde un décimo piso, fue un palo muy grande, una pena terrible. Era un buen hombre que acabó sumido en la bebida, una pena.

Urtain
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–Usted cayó en un mundo de adicciones…

–Son cosas de la vida, malas compañías, peores decisiones, noches de juerga, y caí donde no debía. Pero pagué pena de cárcel por algo que no tenía que pagar. Hicieron una redada en un bar y por estar allí y ser amigo del dueño, me condenaron a ocho años y un día de prisión.

–¿Qué recuerda de su paso por la cárcel?

–El respeto que me tenía todo el mundo, desde los reclusos a los funcionarios. Pero fue duro estar encerrado, muy duro.

–¿Le engancharon las drogas?

–Eso nunca. Consumí drogas pero nunca consiguieron engancharme.

–¿Su paso por el penal le pasó factura en la vida?

–No, yo soy muy abierto con todo el mundo y supe salir adelante. Porque sabían que pagué pena de cárcel injustamente. Y me trataron con mucho cariño. No quiero dar pena a nadie.

–¿Cuál es su situación económica?

-Normal, sin agobios. No me falta para comer.

–¿Si rebobina la moviola de su vida se arrepiente de algo?

–No, arrepentirse es lo peor, lo hecho, hecho está. Pero le repito que si hubiera corregido errores, hoy sería un hombre rico.

–¿Le siguen conociendo cuando va por la calle?

–Sí, claro, me recuerdan con cariño y me saludan. Me preguntan cómo fue aquel combate contra Alí…

–¿Y cómo fue esa pelea?

–Durísimo. Nos enfrentamos el 16 de mayo de 1977, hice todo lo suficiente para ganar, pero los jueces le dieron a él la victoria, no pude hacer nada. Y la verdad es que en ningún momento sentí sus golpes. Yo era un chaval de 22 años que venía de vivir en una chabola, de una familia que apenas tenía para comer… Y me enfrentaba a mi gran ídolo, al hombre que más admiraba. Se cumplía mi gran sueño. Nunca en la vida pude pensar que llegaría tan lejos. Alí era un bestia en el ring, el más grande boxeador de la historia, y un tipo sensacional fuera el cuadrilátero. Un ser bueno y extraordinario. Me sentí muy valorado por ese hombre.

–¿Por qué se retiró a los 33 años?

–Estaba demasiado cansado de todo. Se me fue la ilusión.

–¿Alguno de sus hijos es boxeador?

–No. Es mejor, porque no quiero que sufran tanto como yo. Es un deporte bastante duro. Ahora no salen tantas figuras como en mi época, son todos del montón, antes había más garra, más hambre y ganas de pelear. Los que hemos pasado tanta hambre valoramos mucho más lo que cuesta llegar arriba. Voy a montar un gimnasio a la antigua, con menos aparatitos… Y quiero subirme de nuevo a un ring con combates de exhibición. Entreno todos los días y me mantengo muy en forma. Además, a mí no me pegó duro casi nadie, por lo que no tengo marcada la cara.