Realeza
Camila será reina: así ha sido su difícil camino hasta el trono
Aunque no recibió el título de princesa de Gales cuando se casó con Carlos, ahora la soberana del Reino Unido abre a su nuera la puerta a la corona
Nadie, absolutamente nadie habría podido predecir quién iba a robar el protagonismo a la mismísima Isabel II el día en el que la monarca marcaba un hito con sus 70 años en el trono. La soberana celebraba ayer el reinado más largo de la historia del Reino Unido. Y, sin embargo, todo el mundo hablaba de otra mujer: Camila.
La que fuera eterna amante del príncipe de Gales, la que en su día los sondeos la postularan como “la mujer más odiada del Reino Unido”, la que protagonizó titulares cuando se revelaron las conversaciones más íntimas con el heredero al trono donde éste le decía que quería ser su “támpax” para “estar siempre dentro de ella”, se ha ganado finalmente su sitio en Palacio. Y el reconocimiento por parte de la monarca ha sido a lo grande.
A sus 95 años, Isabel II, no piensa abdicar. “Al conmemorar este aniversario, me complace renovarles la promesa que hice en 1947 de que mi vida siempre estará dedicada a su servicio”, señalaba en la carta que mandaba a la nación. Sin embargo, con gran sutileza, abría la puerta a la sucesión y realizaba un gran anuncio: “Cuando, en la plenitud de los tiempos, mi hijo Carlos se convierta en rey, sé que le daréis a él ya su esposa Camila el mismo apoyo que me habéis dado a mí; y es mi sincero deseo que, cuando llegue ese momento, Camila sea conocida como reina consorte mientras continúa con su leal servicio”.
La soberana zanjaba así la duda que siempre había existido sobre el futuro de su nuera. El heredero al trono asegura sentirse honrado por la declaración pública de su madre, rindiendo su propio tributo al “apoyo firme” de su “querida esposa”.
A lo largo de la historia, siempre ha existido una práctica diferente para los consortes masculinos y femeninos de un monarca. Los hombres adquieren el título de príncipe, tal y como ocurrió con el príncipe Felipe, esposo de Isabel II, o el príncipe Alberto, marido de Victoria. Para las mujeres consortes se aplicaba, sin embargo, el título de reina consorte, como ocurrió con la reina Isabel, la reina María y la reina Alexandra.
Pero con Camila todo era distinto. A diferencia de Lady Di, la esposa del heredero al trono no adquirió el título de princesa el día de su boda con Carlos en 2005. Fue la propia novia –se entiende que con el beneplácito de la monarca- la que prefirió quedarse con el título de duquesa de Cornualles. Los expertos ensalzaron ese gesto como signo de inteligencia. Por aquel entonces, tan sólo el 32 por ciento de los británicos aprobaban aquel enlace, por lo que haber arrebatado el título de Princesa de Gales a la siempre amada e idealizada Diana habría sido visto como una provocación innecesaria a jugar en su contra.
En este sentido, se pensó que cuando el heredero al trono se convirtiera en rey, Camila adquiriría el título de princesa consorte. Pero en los últimos años se abrió un debate sobre un posible cambio porque, poco a poco, la Duquesa de Cornualles ha ido ganándose el respeto y cariño del pueblo. Se encuentra ahora en su máxima popularidad en los últimos 10 años, aun cuando los últimos meses han sido complicados cuando la famosa serie The Crown volvió a rememorar los escándalos de su romance con el príncipe de Gales.
Pero los británicos, poco a poco, le han ido aceptando. Y ante todo, Camila se ha ganado el apoyo de la soberana. A principios de año, Isabel II le convirtió en miembro de la Orden de la Jarretera, la más alta orden de caballería. Y aquello se valoró ya como una decisión de lo más significativa.
El camino hasta aquí no ha sido fácil. Cuando Sir Michael Peat llegó al Palacio de Buckingham en 2002 para asumir el cargo de secretario privado del príncipe, le asignaron una agenda clara. La reina Isabel II quería cortar esa relación porque restaba valor al trabajo del primogénito.
La pareja ya compartía prácticamente casa. Pero Camila seguía siendo una figura en el limbo. Y no definir su papel era incómodo para la imagen de un hombre que el día de mañana no sólo se convertirá en rey sino también en la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra.
Peat no tardó en darse cuenta que las órdenes de la soberana iban a ser imposibles de cumplir. La solución era justamente la contraria: había que oficializar la relación. Pero para eso no sólo se necesitaba el permiso de la reina, sino también del Estado (en su momento el que fuera primer ministro Stanley Baldwin fue de los más críticos con Eduardo VIII y Wallis Simpson, forzando finalmente su abdicación), la Iglesia y el propio pueblo.
Finalmente se optó por una sencilla ceremonia civil en 2005 con la bendición luego del arzobispo de Canterbury. Por supuesto nada de subirse al famoso balcón de Palacio. Camila tuvo que esperar a la boda de Guillermo y Catalina en 2011 para salir por primera vez al emblemático escenario.
Cuando la hija del comandante Bruce Shand entró oficialmente a ser miembro de la familia real tenía ya 58 años. La transición no fue fácil. Y la tuvo que hacer además sin contar con ningún apoyo. No tenía el visto bueno de la soberana y ni mucho menos el cariño de súbditos. Es más, la popularidad de la pareja cayó a sus cuotas más bajas cuando se dio el sí quiero.
La duquesa tuvo que aprender cómo hablar y cómo callar. Una lástima porque ingenio no le falta. “¿Sabía que su tatarabuelo el rey Eduardo VII fue amante de mi bisabuela Alice Keppel?”, fue lo primero que le dijo a Carlos cuando se conocieron. Pero finalmente ha conseguido ganarse su sitio en Palacio y el cariño de un pueblo que, al fin, le ha dado la oportunidad de conocerla.
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