
Relaciones
La cita más especial de la Infanta Elena y Luis Astolfi en Sevilla
Mantienen una estrecha amistad desde hace años, y en su día se rumoreó que fueron pareja

La relación entre la Infanta Elena y Luis Astolfi es una de esas amistades de largo recorrido que sobreviven al paso de los años. Se conocen desde hace décadas y siempre han compartido la misma pasión: la hípica.
Sus familias también mantienen una relación cercana, un entramado de afectos que se ha ido consolidando generación tras generación. De hecho, la Infanta Elena acudió a la boda de Luis Astolfi Jr., hijo de su amigo, y Cristina Serrano. Un gesto que subrayó la sintonía entre ambos clanes y que confirmó que lo suyo ya no era solo afinidad personal, sino una amistad plenamente integrada en la vida familiar de cada uno.
Tanto es así que la Infanta Elena acompañará este fin de semana a Luis Astolfi en una cita de lo más especial en Sevilla. El jinete será homenajeado este domingo 9 de noviembre por parte del Ayuntamiento del Real Club Pineda. Para él tiene un significado profundo, ya que fue en Pineda donde se subió a un caballo por primera vez con apenas once años y el lugar que siempre ha sentido como su casa en el mundo ecuestre. Allí también ha ido tejiendo las amistades más importantes que la hípica le ha regalado a lo largo de su vida, incluida la Infanta Elena.
En su día, el entorno social madrileño alimentó rumores de que entre la Infanta y Luis podría haber habido algo más que amistad. Ninguno de los dos lo confirmó jamás, pero muchos periodistas de la época aseguran haber sido testigos de que su relación alcanzó tintes románticos.

Ella tenía 23 años y Astolfi 27. La primera vez que se les fotografió juntos fue en el Rocío chico en agosto de 1986. A partir de ese momento los encuentros en los concursos hípicos en los que coincidían tanto en Madrid como en Sevilla o Valencia se convirtieron en habituales. Igual que las salidas ajenas al ámbito estrictamente deportivo. Luis Astolfi y la hoy madre de Victoria Federica aparecían en grupo para disimular lo que “los hípicos” confirmaban en aquellas fechas.
Esa información oficiosa quedaba ratificada en revistas de información general del momento, como “Tiempo”. En esos años era difícil que los paparazzi pudieran reflejar con imágenes lo que sucedía entre el jinete y la amazona. Las fotos que se podían hacer no interesaban, y las que resultaban comprometidas sufrían el veto de los agentes de seguridad de la hija del Rey, que paraban los pies a los profesionales con mayor o menor tacto. Eran los tiempos en los que se imponía la ley de “dame el carrete” y, si no lo hacían, nunca más la agencia o el medio tendría acreditación para acceder a actos institucionales.
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