Crónica

Fabiola Martínez o la libertad con tatuajes

Fabiola Martínez en una imagen de archivo
Fabiola Martínez en una imagen de archivoGtres

Hay tantas razones para divorciarse como agujeros negros en el universo, pero Fabiola Martínez, antes señora de Osborne, ha dado una que parece muy común: «Me miraba en el espejo y me veía triste». Dicen que eso sucede cuando la pasión inicial es ya pura nostalgia y además se carece de un espejito mágico como el de la madrastra de Blancanieves, el que le decía que era la más hermosa del reino hasta que apareció la otra y le arrebató el título, maldita sea. Si te miras al espejo mágico (se venden, palabra), le haces la pregunta de rigor y te responde que la más bella del Reino es Cristina Pedroche, que además le hace en la cama a su Dabiz unas cucharitas que da gloria verlas, lo tienes jodido. Si te dice el espejo que sigues estando muy buena y sólo te falta un macizo que te de caña, la cosa tiene arreglo: el mercado de chocolatinas florece en las playas como las frases ingeniosas en la cabeza de Rufián. Más: cuenta Fabiola que ha estrenado libertad tatuándose, parece que sin asesoramiento de Pilar Rubio o Sergio Ramos. Y es que tenía una frustración: cuando era modelo, para trabajarse la lencería y los biquinis le prohibían los «tattoo». Luego, Bertín le dijo que ni se le ocurriera. Se ha vengado con tres: «Un corazón abierto, porque estoy abierta al amor, y dos estrellas en honor a mis dos hijos», confesó. Nada de un corazón partío estilo Alejandro Sanz ni siquiera el corazón con faralaes de Sara Carbonero. Un corazón abierto me pone mucho. Te salva mi decrepitud, Fabiola.