Libro

Los secretos mejor guardados de Encarna Sánchez

El libro «Encarna en carne viva» revela todos los traumas y secretos de la polémica periodista

LA PERIODISTA ENCARNA SANCHEZ DURANTE UN PROGRAMA DE RADIO EN LOS ESTUDIOS DE LA COPE© KORPA
LA PERIODISTA ENCARNA SANCHEZ DURANTE UN PROGRAMA DE RADIO EN LOS ESTUDIOS DE LA COPE© KORPAkorpaGTRES

En sus años de apogeo fue la mujer más poderosa de España. Nadie quería caerle mal a la almeriense Encarna Sánchez, su frase, «Temblad, pedazo de sinvergüenzas», resonaba en las ondas desde el micrófono de la comunicadora radiofónica y llenaba de inquietud a sus enemigos. Falleció hace veintiséis años víctima de un cáncer, pero nunca aceptó que tenía la muerte tan cerca.

Ahora, Pedro Pérez, quien fuera su mano derecha y confidente, junto a Juan Luis Galiacho, publican «Encarna en carne viva» (Editorial La Esfera de los libros), la obra definitiva que desvela muchos de los misterios que rodearon a tan controvertido y polémico personaje.

«La vida de esta mujer –revela Galiacho– fue terrorífica desde su nacimiento. Era una niña proscrita, con un padre republicano fusilado en las tapias del cementerio de Almería, con una familia súper pobre. Deprimida, la ingresaron en un orfanato, donde sufre todo tipo de abusos y malos tratos que le marcaron por completo. Y ese trauma ‘’justifica” de alguna forma sus comportamientos posteriores».

Su fama se acrecienta y colabora en actos benéficos, pero una situación escabrosa general la obliga a abandonar España y «exiliarse» en América. Pérez explica que «Encarna dominaba las madrugadas radiofónicas y se hizo con el apoyo de los sindicatos verticales. Y el ministro Solís, protegido de Carmen Polo, esposa de Franco, no podía permitir que aquella señora movilizara a esos colectivos, como ocurrió con la huelga de taxistas. Entonces, el ministro y doña Carmen urdieron un plan para hundir a Encarna. La involucraron en una situación escandalosa de desaparición de fondos benéficos, y la mujer de Franco la llamó y le dijo que tenía que abandonar nuestro país. Se fue a México, de donde también la expulsó el PRI, el partido en el poder. De allí pasó a República Dominicana y a Puerto Rico, donde le quitaron todo, incluidos doscientos mil euros.

A través de la cantante Celia Cruz se instala en la ciudad de Miami y luego se traslada a Los Ángeles… y no regresa hasta que fallece Francisco Franco, siete años después. En México tuvo una historia con la hija de un ministro, pero no era una menor, al contrario de lo que algunos dijeron. Y el padre le dijo que o terminaba la relación o que se atuviera a las consecuencias. Es más, le mandó dos sicarios y ella salió huyendo del país. Después, en Los Ángeles, se casó con un empresario inmobiliario, llamado Jesús, para lograr la nacionalidad estadounidense. Todo fue un paripé. Aquel matrimonio duró apenas seis meses, se separaron porque a él le gustaba mucho el juego y dilapidó todo el dinero familiar. Encarna sé sintió engañada y se separó».

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Juan Luis, a su regreso a España se lo pusieron muy difícil.

Lo pasó mal. Tenía que hacer galas en los bajos de un hotel madrileño y en pequeñas salas, realizando monólogos para ganarse la vida.

¿Cuándo apareció Isabel Pantoja a su vida?

En 1990, y en los cinco años de amistad especial con Isabel, Encarna estuvo prendada de la cantante. Fue muy feliz.

El amigo, colaborador y confidente de la comunicadora, Pedro Pérez, es cauto al referirse a esa relación: «El que quiera entender más allá de una relación de amistad que lo investigue. Yo no estaba debajo de una cama para ver lo que ocurría entre ellas».

La singular amistad de su jefa con Mila Ximènez es el siguiente tema de conversación, y Pérez asegura que «entre ellas existió un rollete que Mila supo aprovechar muy bien. Cuando se divorció de Manolo Santana llamó a Encarna para pedirle ayuda. Había una cierta empatía entre ambas. Lo suyo duró un par de años, hasta que una amiga de Encarna le cuenta que Mila vivía las noches locas de Marbella. Además, se desveló su romance con José Sacristán…».

Galiacho saca a colación el «affaire» entre Sánchez y Rocío Jurado: «Encarna iba detrás de Rocío, pero el entonces novio de la cantante, Enrique García Vernetta, le paró los pies. «Como sigas persiguiendo a Rocío, atente a las consecuencias», le amenazó. Con el paso de los años, Encarna, para promocionar a Isabel Pantoja denigraba en la radio a Rocío. Llegó, incluso, a calificarla de travesti».

LA CANTANTE ISABEL PANTOJA , LA PERIODISTA ENCARNA SANCHEZ Y MILA XIMENEZ EN LOS ESTUDIOS DE LA COPE
LA CANTANTE ISABEL PANTOJA , LA PERIODISTA ENCARNA SANCHEZ Y MILA XIMENEZ EN LOS ESTUDIOS DE LA COPEKPGTRES

Del amor al rechazo

El cariño entre la tonadillera y Encarna dio paso al rechazo más absoluto: «La empatía mutua era total. Encarna me contó que cuando ella sufrió cáncer, Isabel se desvivía con ella. Pero, en sus últimos meses de vida, Encarna ya no quería saber nada de la artista. Acuérdese de las famosas fotos de Isabel con María del Monte… las consideró una traición. No se imaginaba que le iba a dar ese batacazo. Es más, tras su muerte, consideramos que no era conveniente que Isabel apareciera por el tanatorio, ya que allí también estaba Nuria Abad, la secretaria y amiga íntima de Encarna, que no se llevaba bien con la artista.

¿Cuánto dinero quedaba en la caja fuerte de Encarna Sánchez?

Nuria Abad me contó que veinte millones de pesetas. Años antes desaparecieron 43 millones de un armario de su dormitorio. Y según Galiacho, «Encarna no quiso airear el robo por miedo a que saliera a la luz algo que no le interesaba. Ella sabía quién robó el dinero pero nunca quiso revelar su nombre». Tras su muerte –prosigue– «en su testamento aparece como heredera universal Clara Suñer, una mujer con la que no mantenía relación».

«A punto de morir le importaba todo una mierda»

El cáncer la minaba por dentro, pero, descubre Pérez, «ella tenía la teoría de la negación. Estaba convencida de vencer al cáncer y de que se iba a recuperar. Eso nos lo estuvo asegurando hasta cinco días antes de fallecer. Sus médicos le pidieron que hiciera testamento y no les hizo caso… pienso que a punto de morir ya le daba igual, le importaba todo una mierda». Galiacho ratifica que «tenía tanta fortaleza que se las ingenió para que pocos descubrieran que padecía la enfermedad, intentaba ocultarlo como fuera».