Sónar
Laurent Garnier, el DJ que escuchan los DJ
Es un referente de la música electrónica y uno de las figuras principales del célebre Sónar
A los 10 años, Laurent Garnier (1966, Boulogne-Billancourt, Ille de France), había convertido su cuarto en una discoteca y cumplidos los 13, acompañaba a su hermano mayor a clubes de funk, soul y disco. Decidió su destino en la pubertad y 57 años después, el DJ francés es a la música electrónica lo que Platini, Beckenbauer o Johann Cruyff al fútbol. Tan profunda es su huella que el legendario Jeff Mills, líder de la segunda ola del tecno de Detroit, dice de él que “es el DJ que escuchan los DJ”.
Garnier, que en 1994 inauguró la primera edición del festival Sónar, ha participado en varias ocasiones más. Entre sus favoritas, la de 2000, cuando apareció por sorpresa bajo el nick ‘DJ Jamón’, y la de 2018, en que celebró su 25 aniversario como DJ en una sesión de varias horas. Ahora regresa a casa ante una expectación máxima: en abril del año pasado, a punto de lanzar su séptimo álbum, anunciaba su retirada por motivos de salud cancelando todos sus compromisos, incluido Sónar 2023. Se trataba de un cáncer de garganta, según supimos después. El álbum, 33 Tours Et Puis Sen Vont, vio la luz y él ha podido seguirla, felizmente. En octubre pasado volvió al trabajo: como los rockeros, los viejos DJ nunca mueren.
Con 20 años, Laurent marchó a Londres para trabajar de camarero en la embajada francesa, conoció a una chica, la siguió a Manchester y la semilla que germinaba dentro brotó en parámetros exponenciales: pinchó en el mítico club La Haçienda (que disputa la creación del Acid House con el londinense Shoom) y tras su regreso obligado a Francia para hacer la mili, se convirtió en el rey del tecnohouse nacional. Así lo atestiguan imborrables noches en clubes como Le Boy, La Luna, Le Palace y la míticas sesiones ‘Wake Up’ en Rex. Sus 35 años en la escena están recogidos en el libro Electroshock (2003), escrito a medias con el periodista y escritor David Brun-Lambert, y en el documental Laurent Garnier: Off the Record (2021), dirigido por Gabin Rivoire.
Laurent Garnier se casó en 1997 y ese mismo año lanzó Crispy Bacon, uno de sus más reconocidos éxitos. Su esposa, Delia, es inglesa: licenciada en Filología Francesa y Teatro por el Goldsmiths College de Londres, se instaló en París en 1995. Trabajó allí para Radio Nova, el sello PIAS y el conglomerado audiovisual MIDEM. Cosas del destino, durante dos años estuvo al frente del departamento de prensa internacional de Sónar. Hacia 2009, poco después de nacer su hijo, Arthur, la familia escogió para vivir el sur Francia huyendo de París y buscando la tranquilidad del macizo montañoso de Luberon, muy cerca de Marsella.
Aunque en el mundo de la electrónica más leyendas como él siguen en pie, Garnier –distinguido en 2017 con el título de Caballero de la Legión de Honor de Francia– es consciente de la edad que tiene. Durante la pandemia, las reflexiones se mezclaron con las incertidumbres en una madeja ominosa. “Los primeros seis meses de pandemia rechacé el tecno radicalmente, no podía escucharlo porque para mí el tecno siempre ha sido la música del futuro y en ese momento no podía ver donde estaba nuestro futuro”, decía en una entrevista. Por eso su séptimo disco está impregnado de soul, psicodelia y música francesa. “Mi mayor temor es convertirse en un viejo DJ polvoriento, como uno de esos cantantes geriátricos que van en cruceros. Pinchar es mi vida, está en mi ADN, pero quiero ir más despacio. Al terminar 2024 empezaré a hacer las cosas de una manera diferente, dejaré los aviones y viajaré en tren, me quedaré sobre todo en Europa y permaneceré en la misma ciudad más días. Cuando tienes una familia, quieres volver a casa después de un concierto”.
Su primer sonar
La noche del 3 de junio de 1994, un joven pero ya curtido Laurent Garnier daba una sesión histórica en la sala Apolo. Era el primer Sónar, entonces solamente ‘festival de músicas avanzadas’, y nadie estaba seguro de cuántas ediciones alcanzaría el experimento, si es que volvía a repetirse. Treinta años después, Sónar se apellida ‘Music, Innovation & Creativity’ y es un certamen cuyo impacto económico directo deja en Barcelona 80 millones de euros –números que solo superan las marcas Primavera Sound y Mad Cool– y cuya actividad musical y cultural paralela eleva la cifra a 125. Los próximos 13, 14 y 15 de junio, la 31ª edición del festival presentará más de 200 directos, DJ sets, conferencias y workshops entre Sónar de Día, Sónar de Noche y Sónar+D. Si antes los ‘clubbers’ sudaban en el Apolo, ahora un público ecléctico y diletante asiste a charlas sobre inteligencia artificial, aplicaciones del multiverso y sumergirse en el ambiente que acompaña a The Chemical Brothers con experiencia audiovisual Music:Response en esa joya modernista llamada Casa Batlló. Así hemos cambiado.
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