
Aniversario
El recuerdo de Rocío Dúrcal sigue muy vivo en su hija Carmen 19 años después de su muerte: "Era una gran madre"
La artista falleció el 25 de marzo de 2006 a causa de un cáncer de útero

Diecinueve años después de su muerte, el legado de Rocío Dúrcal, su alegría, su voz, sus canciones, siguen muy vigentes. El 25 de marzo del 2006 fallecía a los sesenta y un años tras una larga enfermedad, un cáncer de útero que la fue minando, a pesar de, como ella misma me dijo meses antes de morir, "estoy convencida de que le voy a ganar la partida a la enfermedad". Así era Rocío, optimista por encima de todo, incluso de la adversidad.
Celebrada como una visionaria y una persona ejemplar, su fortaleza y su talento empoderaron e inspiraron a mujeres de todo el mundo para luchar por sus derechos, incluso antes del movimiento global por la igualdad de género.
El recuerdo de sus hijas
Hoy, sus hijas, Carmen y Shaila, la recuerdan “cada día, está presente en nuestras vidas y en nuestro corazón. Fue una gran madre, y una gran artista”. Es Carmen quien confiesa que “la echo muchísimo de menos, todavía me cuesta acostumbrarme a su ausencia. Muchas veces me veo con la necesidad de llamarla para contarle mis cosas… sé que, esté donde esté, nos sigue cuidando”.

Recuerdo aquellas tardes en su casa de Torrelodones, en las que manteníamos largas charlas sobre lo divino y lo humano, aderezadas por gin tonics y anécdotas impagables. Nos daban las cinco de la madrugada y aún seguíamos conversando. Rocío era incansable y su marido Junior le andaba a la zaga. Fuimos muy buenos amigos y yo me sentía uno más de la familia.
Hace unos días tuve ocasión de entrevistar a Sheila Devil, antes Camilo Blanes, por la que la Dúrcal sentía un enorme cariño, habida cuenta de su íntima amistad con Camilo Sesto, padre de la hoy Sheila. Esta última me sorprendió al soltarme de sopetón que “mi madre no es Lourdes Ornelas, sino Rocío Dúrcal”, algo que ha sorprendido muchísimo a Carmen: “Me da mucha pena, está malito, y rodeado de gente que no le conviene.” No quiere extenderse más sobre el tema, prefiere quedarse con el cariño que siente por aquel chaval con el que jugaba en su casa de Torrelodones. Las dos familias eran uña y carne. Camilo y Rocío se admiraban mutuamente, vivían muy cerca el uno de la otra y se reunían cada vez que los dos se encontraban en España. De aquello solamente queda un buen recuerdo.
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