Accidente
El ruido, la palmera y el mito Rivera: ¿qué le pasa a Cayetano?
En seis meses: una detención en un fast food, un accidente en un club de golf, un positivo en alcohol, la retirada de los ruedos y un funeral donde ni siquiera se cruzaron una mirada los dos herederos de Carmina
Hay algo profundamente español en ver a un Rivera en una glorieta ajardinada de un club de golf sevillano a las nueve de la noche de un domingo, estrellado contra una palmera. Las luces de los coches de policía sobre el césped perfecto. El club Real Sevilla Golf, Alcalá de Guadaíra. Ni siquiera hace falta mucha literatura: el plano ya viene dado.
Cayetano se encuentra bien. Fuera de peligro. Eso es lo que se ha informado, y nadie discute el dato. Pero la narrativa no se juega en la lesión física: se juega en la acumulación. En cuanto a las informaciones -adelantadas esta mañana por el diario ABC- sobre el resultado del test de alcoholemia al que se habría sometido por parte de los agentes, el diestro niega la mayor a ¡Hola! y asevera de forma tajante: "Increíble que periodistas se inventen que di positivo. ¡Que hartura!", se lamenta.
Detención
Hace apenas medio año, el hijo de Carmina Ordóñez acababa detenido en un restaurante de hamburguesas en Atocha, de madrugada, tras un altercado que terminó en acusación de resistencia y desobediencia. Entonces, también, el parte policial incluía las palabras que España entera ha pegado con chinchetas a esta historia: "agresivo, nervioso y en claro estado de embriaguez".
La sombra que se ha instalado desde entonces es la de un hombre que se va descosiendo por las costuras, mientras el país entero reconoce en esa imagen el eco de otra tragedia: Carmina, el Apolo y Dionisio en la misma sangre, el mito Rivera como construcción cultural española, esa tensión entre perfección estética y descontrol químico.
El accidente de este domingo no ha ocurrido en mitad del campo. Es una zona de velocidad lenta. Kilómetro recto previo. Bache obligado a frenar. Niños jugando con patinetes en las tardes. La escena provoca en los vecinos ese tipo de ansiedad sociológica muy de urbanizaciones de clase alta: la ansiedad silenciosa del "esto aquí no pasa, esto aquí no debe pasar".
Es la segunda vez en seis meses que el torero se convierte en incidente. La noticia coincide con el final de su adiós a los ruedos —el adiós tuvo que aplazarse porque, tras su noche en comisaría de junio, Cayetano canceló Burgos, Santander, Ciudad Real, Málaga. "No estaba físicamente preparado". El léxico de la tauromaquia aquí funciona como ironía involuntaria: un cuerpo que vive del control, fuera de control.
La semana pasada -antes del choque- lo vimos en público en el funeral de Rafael de Paula, en Jerez. Allí estaba su hermano Francisco. No se hablaron. No se miraron. No hubo abrazo. Son los dos hijos de Carmina. Hay algo casi cinematográfico en esa frialdad: la genealogía Rivera como una de las grandes novelas trágicas vivas de España. Y con ese corte de imagen, una sensación: no es que solo preocupe el accidente, es que preocupa la curva.
En el fondo, el país se lo pregunta bajito: ¿qué necesita Cayetano?