
Crónica
Los sábados de Lomana: el celestial desfile de Carolina Herrera en la Plaza Mayor
Mas allá del espectáculo, quiero hablar de la moda como industria. Porque detrás de cada desfile hay un ejército silencioso de profesionales que hacen posible la magia

Esta semana Madrid ha latido al ritmo de la moda. Una ciudad que, como buena musa, se deja vestir por los sueños de sus creadores. La Mercedes-Benz Fashion Week ha sido una este año auténtica ópera de tejidos, volúmenes y miradas, y yo, como siempre, he estado en primera fila, disfrutando de cada nota.
Palomo Spain, mi querido Alejandro, volvió a demostrar que lo suyo no es diseñar ropa, sino construir personajes. Su desfile fue una fantasía barroca con tintes contemporáneos, como si Goya se hubiera escapado de sus lienzos para pasearse por la pasarela con botas de charol y encaje. Palomo no solo diseña, él narra y provoca con cada costura. Y yo, que le adoro, me sentí como una madrina orgullosa viendo cómo su universo crece sin perder su esencia. Pero si hubo un momento que rozó lo celestial, fue el desfile de Carolina Herrera en la Plaza Mayor. Bajo la luna madrileña, entre las arcadas centenarias, apareció Miriam Sánchez con un vestido negro de volúmenes imposibles, caminando como una reina española, tal como Wes Gordon le había pedido. Fue un homenaje a España, a nuestras flores, a nuestras capas, a nuestras musas. Claveles, violetas y rosas se mezclaban con referencias a Zurbarán, Balenciaga y hasta Almodóvar. Un desfile que no solo vistió la plaza, sino que la convirtió en un escenario de ópera barroca. ¡Qué maravilla!
Y como si el destino quisiera añadir una nota nostálgica a la noche, sonó «Porque te vas», esa canción que todos llevamos tatuada en algún rincón del alma. Y allí, entre el murmullo elegante del público, tuve el placer de encontrarme con Jeanette, la voz original de ese himno melancólico que ha atravesado generaciones. Fue un momento mágico, casi cinematográfico, como si la música tejiera un puente entre la moda y la memoria. Pero más allá del espectáculo, quiero hablar de la moda como industria. Porque detrás de cada desfile hay un ejército silencioso de profesionales que hacen posible la magia: maquilladores que transforman rostros en lienzos, fotógrafos que capturan el instante como si fuera eternidad, modelos que se convierten en esculturas vivas, estilistas que entienden el lenguaje de los tejidos, personal de montaje que convierte un espacio en un templo, periodistas que traducen la emoción en palabras, y editoriales que dan sentido a todo. La moda no es frivolidad, es economía, es cultura, es trabajo. Miles de personas viven de ella, y merecen ser reconocidas.
Y qué decir del público. Esa juventud que acude a los desfiles como si fueran rituales urbanos, con estilismos que desafían la lógica y celebran la libertad. Me fascinan. Son como los dandis del siglo XXI, mezclando lo «vintage» con lo futurista, lo «kitsch» con lo conceptual. Algunos parecen salidos de una novela de Oscar Wilde, otros de un videoclip de Rosalía. Pero todos tienen algo en común: el deseo de expresarse, de ser vistos, de formar parte de este universo que no solo viste cuerpos, sino también ideas. La moda, como decía Coco Chanel, no está solo en los vestidos. Está en el aire, en la calle, en el modo de vivir. Y esta semana, Madrid respiró moda por cada rincón. Yo, como siempre, lo viví con pasión, con curiosidad y con ese toque chic que nunca me abandona. Que pasen todos un muy buen fin de semana.
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