Crónica

Los sábados de Lomana: Toda la verdad sobre el vestido de Tamara y otras mentiras

"Tamara es una máquina para mercantilizar todo lo que hace", afirma la socialité

Carmen Lomana con el vestido perfecto para las mujeres +50.
Tamara Falcó con traje de lino.GTRES

La campaña política para las elecciones está resultando un aburrimiento para los ciudadanos, además de un desgaste político y económico para los candidatos. Más de lo mismo. El eslogan de la campaña debería ser: «Vamos a contar mentiras, tralará», como la canción. Por mi parte, podrían ahorrársela. Sería suficiente un día explicando realmente, y en serio, lo que piensan hacer para que la vida de los españoles sea mejor. Si nos preguntasen a todos, exceptuando a los gandules que no trabajan y viven de subvenciones, diríamos que bajasen los impuestos, seguros sociales y cuotas de autónomos y por supuesto, que recortasen esa locura del despilfarro en gasto público, asesores, aviones y guardaespaldas en cada autonomía con sus reyezuelos triplicados en Diputaciones y Delegaciones de Gobierno. Así es imposible que la deuda de este país pueda reducirse. Creo que los políticos y presidentes del Gobierno viven muy confortablemente en la terrible deuda externa que han creado y que pagamos todos. Otro asunto muy importante, pero que ningún partido ha sido capaz de cambiar y así estamos como estamos. Es la Ley electoral que nos ha llevado a pactos inadmisibles en este Gobierno de Sánchez, con todos los enemigos de España, desde Bildus a independentistas y comunistas, un «melange» con el que resulta muy difícil gobernar con un poco de coherencia fuera de la contradicción. Quizá el Señor Sánchez esté en esa línea que un día tuvo Zapatero. La teoría de gobernar en la utopía, que es lo más alejado a gobernar que aconseja el sentido común.

Menos mal que tenemos a esa nueva especie de bufones de corte que nos divierten y evaden con una sarta continúa de disparates, mentiras y chascarrillos varios que amenizan desde tertulias televisivas a los tés de señoras. La reina del disparate sin duda es Tamara Falcó. Algunas personas tienden a pensar que no es muy lista, pero ¡qué va! Es una máquina para mercantilizar todo lo que hace, ha salido a mamá aunque yo creo que le da «sopas con onda». Alguien decía que un tonto activo es muy peligroso, en este caso yo creo que es divertido. Porque vamos a ver cómo la historia del vestido de novia se está convirtiendo en una novela policiaca de comunicados que tienen la virtud de no explicar nada concreto excepto que de momento se ha quedado sin vestido, pero que no cunda el pánico, Tamara tiene tantas ganas de casarse que lo hará aunque sea vestida de flamenca. Conozco bien a las diseñadoras a las que encargó el famoso diseño. Son personas serias como mucho prestigio y un gusto reconocido por los que sabemos de moda.

Todo parecía ir muy bien, ya le habían probado la «toile» que según Tamara era un modelo difícil de entender, pero a ella le encantaba. A una de las pruebas fue «mami» y resulta que a mami le horrorizó y ahí empezó el gran conflicto. Tamara no solo pidió que le hiciesen el vestido sino también que le pagasen, según me han dicho, una enorme, pero enorme, cantidad de dinero por la publicidad que aportaría siendo imagen de «Sophie et Voilà». Firma que tiene su sede en Bilbao y trabajan mucho con Francia y otros países europeos. Han sido tantos los problemas que les ha creado este caramelo envenenado junto a deslealtades, ya que se enteraron que a la vez que ellas estaban trabajando en el vestido de Tamara, ésta negociaba con otras firmas cantidades por llevar el vestido.

Ese vestido que quería fuera prácticamente una copia revisada de Chanel,lo cual hubiese lllevado a la firma a una más que probable demanda por plagio. Tamara estaba -como se dice en plan de risas -como «un conejo en rifa». A ver quién da más por hacerle el vestido.

Y yo pregunto: ¿Es que esta chica no puede ir de una vez a Chanel a encargarse su vestido, pagarlo como todo el mundo y dejarse de marear y no respetar la profesionalidad y el trabajo de los demás? Estoy cansada de vividores ociosos, y malos ejemplos para la sociedad. Lo peor fue escucharla y verla en «El Hormiguero» queriendo explicar lo que había pasado. Fue desagradable y la cara de Pablo Motos, un poema.